Cuarto domingo después de Pentecostés

Un tiempo decisivo

June 25, 2023

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Comentario del San Mateo 10:24-39



En el comentario correspondiente al domingo pasado,1 mencionábamos que en el mundo existen dos billones de cristianos y que se necesita solo el 3.5% de una población presta y activa para lograr cambios significativos en una sociedad. Como mensajeros del Reino, ¿por qué nos pasa entonces que más bien sentimos que el mundo se va descomponiendo y que cada vez parece más complicado resolver los asuntos que nos afectan a todos? 

Si tuviéramos que parafrasear el pasaje de Mateo, diríamos: 

El partido ya comenzó y con la llegada del Reino entre nosotros entramos en tiempos de final. A petición del mismo inventor del juego, los jugadores han sido equipados con los dones del entrenador. Él les conoce hasta el último cabello. 

La estrategia y la identidad del equipo están claras. Quien está presente y no juega puede considerarse perdedor. En esta cancha no hay palco, ni porristas, ni gradas. Si estás presente, te toca jugar y poner en acción tus dones, como si tu vida dependiera de ello.   

La gracia de Dios nos salva, pero no nos libra de involucrarnos en la historia del Reino ni de sus consecuencias. 

Sabemos que el pasaje de Mateo fue escrito en y para un tiempo de crisis.2 En las mentes de sus primeros lectores estaban las memorias traumáticas recientes, tras la conquista de Jerusalén; la violencia, las pérdidas humanas, el saqueo, la destrucción del templo y el consecuente destierro; la esclavitud; y para quien quedara atrás, la lucha económica por restituir sus vidas en un territorio moral, ambiental3 y económicamente devastado. 

Quizás hubo unos 250.000 damnificados en un país que no debía de llegar al millón de habitantes. La inmensa mayoría fueron vendidos como esclavos; unos pocos se destinaron a combates de gladiadores; otros, a las minas de Egipto, y los menos volvieron a su vida normal en un territorio arruinado. En verdad, como sostenía el propio Josefo, el dios de los judíos se había puesto del lado de Roma.4

Mateo nos habla desde un tiempo crucial, en el que había que recordar quiénes eran y con quién estaban. Las consecuencias de una opción o de la otra eran obvias, y también su impacto en la vida de todo un pueblo. Por esto, todo estaba y debía seguir destapado, para que el mundo aprendiera la lección. La verdad de Dios se conocería, tarde o temprano. 

Aunque el mensaje de Mateo nos puede parecer extremo a primera vista, para su realidad no lo era; y tampoco lo es para la nuestra. Dios no se había alejado ni se había puesto a favor de los opresores. Tampoco Dios lo ha hecho hoy.

El Reino de Dios se había hecho presente y cercano setenta años atrás con la llegada de Jesús. La mirada juiciosa de Mateo recae sobre las ovejas perdidas del pueblo de Israel, a quienes Jesús manda sus discípulos a ministrar con misericordia.  

Desconozco si Mateo buscaba con su mensaje que las próximas generaciones no tuviéramos que pasar por la experiencia que vivió Jerusalén, o si su obra literaria era un intento de reconstruir su historia. 

Sin embargo, cuando el Reino se hace presente, aun hoy, nuestra lejanía de Dios se hace obvia. La división es una manera de recoger las ovejas. Con la sabiduría del Reino, es el camino hacia oportunidades nuevas, restauración y reconciliación con Dios, no sólo entre unos pocos, una clase, una raza, una nación, un género. Es también la oportunidad de vivir en armonía con la Tierra (Col 1:20).5 

Menos creyentes, más discípulos/as. 

Si se necesita el 3.5 % activo para hacer cambios sustanciales en la sociedad y si concordamos que estamos en medio de una crisis global nunca vivida, es hora de hacer la voluntad del Padre del cielo en la Tierra. 

Para encontrar la sabiduría del Reino para nuestro tiempo, Mateo nos invita a mirar el ejemplo de Jesús y a vivir como discípulos/as. 

Somos un instrumento clave para el establecimiento del Reino de Dios en la Tierra. La iglesia no es el Reino, sino su testigo en el mundo.   

Mateo nos invita a no tener miedo al seguir la misión de Cristo (véase también Mc 16:15) y a amar más un mundo posible con Cristo que una vida fútil sin él. Me atrevo a decir que si no nos involucramos en la construcción de un final diferente al que vivió Israel en el año 70 d.C., no hay otro final posible para el pueblo de Dios que el ya vivido. Ya no será el Templo de Israel lo que se destruya, sino la Tierra misma. 

Hoy también estamos en un tiempo decisivo. 

Tarde o temprano nos encontraremos como parte de un mismo destino, en un mismo planeta. Por más divisiones que aceptemos con fines de favorecer a unos pocos en contra de muchos, nuestra frontera será la de otros. Nuestro aire, también el de otros. Nuestra agua, también la de otras. ¡Qué maravilloso sería si cuidáramos la Tierra para bien de todas y todos! 

Aunque los extremos parezcan arbitrarios, no es así cuando la vida está en peligro.

“Si eres neutral en situaciones de injusticia significa que has elegido el lado opresor,” repetía Desmond Tutu. O como dice Jane Goodall: “Ni un solo día puedes pasar sin tener un impacto en el mundo que te rodea. Lo que haces marca la diferencia, y tienes que decidir qué diferencia quieres hacer.”


Notas:

  1. Véase https://www.workingpreacher.org/commentaries/revised-common-lectionary/ordinary-11/comentario-del-san-mateo-935-108-9-23-2 (consultado, junio 13, 2023).
  2. Ibid.
  3. El relato de Flavio Josefo cuenta la destrucción de los bosques, en un radio de 20 a 25 kilómetros alrededor de la ciudad, con el fin de construir material bélico (terraplenes y vigas de madera) para destruir las murallas de Jerusalén. Fuente: https://historia.nationalgeographic.com.es/a/destruccion-templo-jerusalen_6854 (consultada,  junio 13, 2023)
  4. Ibid.
  5. Véase https://www.workingpreacher.org/commentaries/revised-common-lectionary/ordinary-20-3/comentario-del-san-lucas-1249-56-5 (consultado, junio 13, 2023)