Comentario del San Mateo 10:24-39
Este texto representa lo que el erudito bíblico F. F. Bruce llamó “los dichos fuertes de Jesús.”
El tema fundamental del pasaje es el discipulado. Dirige la atención hacia la calidad, la tarea, los conflictos y el costo del discipulado.
Hoy día casi no se habla desde los púlpitos y en las reuniones de la iglesia del tema y la práctica del discipulado cristiano. Hay mucha preocupación sobre el crecimiento de la membresía, las finanzas, los viajes misioneros y el mantenimiento de los edificios y las propiedades. ¿Pero dónde quedó el énfasis de Cristo en la vitalidad y el desafío de ser discípulos y discípulas?
En este texto, Jesús pone en claro que ser seguidor de Cristo acarreará conflictos con la oposición. ¡Qué contraste con los que evitan confrontación con la injusticia, el racismo, la explotación, el complejo industrial militar y un sistema global capitalista que produce más hambre, más pobreza y más contaminación ambiental cada día!
A diferencia de la iglesia primitiva, que enfrentó la sospecha, la persecución y la furia del imperio romano y del liderazgo judío de Palestina, hoy día la iglesia cristiana estadounidense se ha convertido en un reflejo de los valores y las prioridades culturales del statu quo. El eticista H. R. Niebuhr examinó esta problemática en su clásico libro “Cristo y Cultura” (Christ and Culture). ¿Dónde ha quedado el desafío al imperio que fueron capaces de mostrar tantos héroes de la fe en la historia del cristianismo? Lutero, Calvino, Zwingli y el movimiento Anabautista, entre muchos otros, sugieren que el discipulado cristiano no se acomoda ciegamente al sistema político y cultural de su época.
Sin embargo, es ciertamente natural buscar y desear la paz y la tranquilidad. ¿Quién de verdad desea o vive para ser mártir? ¿Quién desea arriesgar su trabajo o su pensión o su seguro social (¡que gracias al gobierno federal quizás algunos de nosotros y nosotras no veremos!) o su familia para seguir a Cristo y proclamar el evangelio sin acomodarse al mundo? Es natural que temamos las consecuencias de un discipulado totalmente entregado a Dios y al pueblo. Quizás siempre habrá mártires de la fe como Esteban, Juana de Arco, Juan Huss, Juan Wycliffe, Guillermo Tyndale, Juan de Padilla, Dietrich Bonhoeffer, Maura Clarke, Jean Donovan, Dorothy Kazel, Ita Ford, Oscar Romero y miles de otros cuyos nombres ni sabemos. ¡Benditos son los que mueren en Cristo! (Ap 14:13).
A pesar de la amenaza que causa al mundo seguir a Cristo, Jesús lanza un mandato a los discípulos: “¡NO TEMÁIS!” ¿Quién no tiene temor de enfrentarse con el IRS o el FBI o-¡Dios nos libre!-la CIA? Esto haría temblar a cualquiera, ¿verdad? Pero Jesús “vira la torta” y pone el asunto en perspectiva. Declara que debemos temer más bien a Dios y no al mundo ni a la injusticia ni a la represión.“Temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno” (v. 28b). El término griego que la versión Reina Valera traduce como “infierno” es gehenna y significa en realidad el lugar donde se quemaba la basura en Palestina. Simboliza el fuego o el juicio de Dios. Es a Dios a quien debemos temer y no al imperio, ni a los políticos ni a la policía.
Y la razón que no debemos temer a nadie más que a Dios es que Jesús tiene su atención absoluta sobre nosotros y nosotras. Aun los pajaritos que no son de tanto valor están bajo el cuidado de Dios. Aun los pelos de nuestra cabeza están todos contados (¡claro que a Dios le es mucho más fácil contar los cabellos de los que nos hemos quedado casi pelados!). O sea, ¡SOMOS DE VALOR ABSOLUTO PARA DIOS! El temor tiene el poder psicológico para paralizar nuestra vida, nuestro pensamiento y nuestras acciones. Los estudios que se realizan en el campo de la neurociencia y la inteligencia emocional demuestran que el temor, la baja auto-estima, la depresión, la ansiedad y cualquier pensamiento, emoción o sentir negativo, producen efectos nocivos en nuestro diario vivir. Tal condición de temor produce hormonas que afectan el cerebro, la circulación de la sangre, la respiración, la vista, los órganos del cuerpo y hasta cómo uno escucha o reacciona ante cualquier presión o conflicto.
Tres veces llama Jesús llama a los discípulos a abandonar el temor. ¿Será porque es tan poderoso el espíritu y el impacto del temor? Tres veces Jesús tiene que enfrentar la realidad de temor. Quizás el temor sea una de las razones por las que individuos, familias particulares, comunidades, denominaciones, iglesias locales y hasta naciones enteras están estancadas y no crecen de una manera integral y saludable. Jesús nos llama a poner fin al temor.
El texto bíblico es fuerte. Jesús llama al compromiso incondicional. No hay lugar para la neutralidad. “A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también lo confesaré delante de mi Padre que está en los cielos. Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también lo negaré delante de mi Padre que está en los cielos” (vv. 32 y 33). El término del original griego homologeo que la versión Reina Valera 1995 traduce con el verbo “confesar” sugiere una profesión pública y abierta, una promesa solemne o una confesión jurídica. La negación, en cambio, implica rechazo y renuncia y sugiere, por lo tanto, apostasía. El que no hace su discipulado público y con entrega total será echado fuera del redil. No es digno de esta fe y de este evangelio.
Este es un desafío extraordinario para hoy día. Vivimos en un mundo donde las guerras internacionales son normales. Para los EEUU solamente, los gastos en armamentos y defensa son astronómicos y ni siquiera se pueden calcular con precisión; están en los cientos de billones de dólares cada año. ¿Cómo podemos justificar la matanza de cientos de miles de personas y el malgasto de fondos que no tenemos para gastar (¡en los EEUU tenemos un déficit abominable!) y al mismo tiempo pensar que estamos siguiendo a Jesús? ¿Qué clase de proclamación hacemos con nuestras acciones públicas y prioridades políticas? ¿No estamos arriesgando nuestro discipulado, nuestra integridad, nuestra salvación y nuestro futuro con Dios?
Jesús pone en claro que el discipulado es una guerra, una batalla diaria, pero de otro tipo. El discipulado es una confrontación con todo lo que produce muerte. Con ese fin, Jesús trae una espada y no paz. Divide familias y no las une. Dios está por encima de todas nuestras lealtades. ¿Estamos listo tomar el camino de la cruz y seguir a Jesús? ¿O preferimos esperar hasta la próxima cuaresma para comenzar los ritos que nos alivien la conciencia temporáneamente, evitando el compromiso completo con el reino de Dios?
Jesús concluye tan fuerte como comienza. El que desea escaparse del camino del compromiso y la entrega absoluta a Dios en Cristo, no es digno de ser discípulo y perderá su vida. En cambio, el que entregue su vida y la pierda por el evangelio, este ganará la vida. ¿Cuántos de nosotros y nosotras hoy estamos listos ser verdaderos discípulos y discípulas de Cristo? Pues morir con Jesús es vivir en Cristo. Y vivir en Cristo es morir con Jesús. ¿El resultado? Una nueva vida que produce un fuerte impacto en la humanidad y transforma al individuo y a la comunidad.
June 22, 2014