Undécimo domingo después de Pentecostés

Familia de vida versus familia de muerte

French Country Bread
"French Country Bread" image by Juan Calderón via Flickr licensed under CC BY-ND 2.0.

August 9, 2015

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Comentario del San Juan 6:35, 41-51



Familia de vida versus familia de muerte

Las anteriores revelaciones de Jesús sobre su origen divino, es decir, sobre el hecho de ser “pan de vida” (Jn 6:35) “que descendió del cielo” (Jn 6:33), no fueron fáciles de digerir para la comunidad atrapada en sus ideas religiosas del pasado. El evangelio de hoy les da rostro e historia a las experiencias de la gente anónima que en los versículos anteriores busca afanosamente a Jesús. Este grupo de personas son “los judíos” (v. 41), representantes de la familia y de la tradición mosaica.1 Una vez que aparece en escena la familia tradicional de “los judíos,” la audiencia de Juan espera un conflicto con el rabino Jesús y su “propuesta familiar.” Las críticas/murmuraciones que hacen “los judíos” traen a la memoria la experiencia del pueblo de Israel en el desierto, donde la comunidad murmuraba contra Moisés el enviado de Dios (Ex 15:24).

Las murmuraciones por parte de “los judíos” tienen que ver con el origen familiar de Jesús. Por un lado, Jesús como rabino, clama descender de Dios (pan bajado del cielo), y por otro lado, “los judíos” dicen “conocer” el origen humano de Jesús: “Este, ¿no es Jesús el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos?” (v. 42). Juan conoce a la perfección el contexto familiar judío y sabe por lo tanto que Moisés había señalado que las murmuraciones que hizo el pueblo en el desierto no eran contra la comunidad/familia que Moisés representaba, sino contra Dios mismo (Ex 16:8). Para acallar las murmuraciones de “los judíos,” Jesús recurre a la raíz: solo la persona que crea puede comprender a su nueva familia divina (¿y humana?). La única manera de acceder a este conocimiento divino y a la persona de Jesús y a su nueva familia es por medio de la atracción ejercida por el Padre. Juan magistralmente anuncia la nueva familia humana conformada por Dios, Jesús (el Enviado) y por toda la comunidad de las personas que han creído en Jesús, las cuales “no nacieron de sangre, ni por voluntad de carne, ni por voluntad de varón, sino de Dios” (Jn 1:13).

Por supuesto que esta manera de entender a la familia por parte de Jesús no convence a la familia tradicional judía (ni a familias no judías de la actualidad), y por eso Jesús (en el v. 45) les recuerda las palabras de Isaías 54:13, donde el profeta anuncia que en los tiempos escatológicos: “Todos tus hijos [e hijas] serán enseñados por Jehová [Yahvé], y se multiplicará la paz de tus hijos [e hijas].” Jesús, al sostener que su familia es de origen divino, está anunciando el tiempo escatológico, en el que su nueva familia (aunque divina) se abre como posibilidad para la conformación de una nueva familia humana y terrena que crea y se sienta atraída por el nuevo Padre de todos/as que es Dios. En esta nueva familia nacida de la fe en Jesús, atraída e instruida por Dios, los lazos sanguíneos pasan a un segundo término. La “atracción” que hace el Padre (v. 44) es iniciativa del Dios de Jesús, pero la comunidad que es “atraída” debe actuar activamente conforme a los valores del evangelio que Juan propone. Jesús y su Padre Dios están formando y creando “la familia de los últimos tiempos,” abierta a todas las personas. Parece sin embargo que “la familia judía” (y nuestras propias familias) no está dispuesta a dejar los privilegios de ser la familia escogida; prefieren murmurar y seguir anclados en la familia del pasado donde el desconsuelo y la muerte reinan a sus anchas. Jesús denuncia que dichas concepciones de familia no tienen vida (“vuestros padres comieron el maná en el desierto, y aun así murieron,” dice en el v. 49). Por eso su lenguaje se vuelve más austero, directo y controversial.

Jesús, con su nueva propuesta familiar de ser “atraídos” por el Padre (v. 44), redefine lo que es una familia saludable y vivible: “si alguien come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo” (v. 51). En este contexto, Jesús se propone como garantía absoluta de la vida avalada y legitimada por el verdadero Padre, que enseña y constituye una nueva familia proyectada a vivir, resucitar, aprender, ver, crecer y comer pan para no morir. En cambio, “la familia judía”—y todas las familias que no crean en la propuesta familiar de Jesús—están destinadas a la crítica, a la murmuración, a no escuchar, a no aprender, a no conocer, a no ver a Dios, y finalmente a seguir comiendo un maná que da muerte.

De la misma manera en que le resultó difícil a la comunidad judía entender la propuesta familiar de Jesús, también hoy en día la sociedad, la iglesia, la sinagoga, la mezquita, el salón del reino y del culto, en el nombre de “dios,” de sus leyes homofóbicas y de la manipulación y (ab)uso que hacen de algunos textos bíblicos contra la comunidad queer, quieren aniquilar a la familia de Jesús. Hoy en día, la familia verdadera de Dios, nacida de la fe en Jesús, educada y atraída por el Dios liberador de la vida, enfrenta una tremenda lucha entre el bien y el mal, entre el miedo y la razón, entre la vida y la muerte, entre el amor de Dios y el odio irracional de los falsos creyentes.

Hoy más que nunca es imperativo luchar, denunciar y proclamar que la familia atípica de Jesús no es producto de leyes que promueven una heteronormatividad deshumanizante, sino de la iniciativa amorosa de Dios que sigue atrayendo a la nueva familia para ser adorado “en espíritu y en verdad” (Jn 4:24). Hoy más que nunca debemos rechazar las críticas y las murmuraciones de las familias nacidas de los desiertos de la muerte y alimentadas con el pan de la intolerancia, que tienen el descaro de sostener, por ejemplo, que las familias conformadas por personas del mismo sexo son una burla al evangelio. Hoy más que nunca es necesario recordarles a todas las familias que la voluntad del Padre es redefinir, aceptar, llamar, convocar y formar a toda la familia humana para que podamos ser todos/as discípulos/as de Dios.

¡Qué difícil es entender la nueva propuesta familiar de Jesús cuando algunas iglesias y comunidades que se dicen cristianas siguen ancladas en sus viejas nociones familiares, legitimando, aceptando, promoviendo y bendiciendo, única y exclusivamente a la familia heterosexual! Espero que algún día estas iglesias, en el nombre del Dios de Jesús, le pidan perdón a toda la comunidad queer porque en vez de nutrir a estas personas con el pan y la carne de Jesús que da vida, sólo les han dado “el maná de la muerte” con sus condenas eternas, privándoles continuamente el acceso al Dios de la vida.


 

Notas:

1. Debemos continuamente recordar que el evangelio de Juan toma una actitud bastante crítica contra “los judíos” en su evangelio, quizás porque se estaba dando la separación entre la comunidad judeocristiana y la sinagoga judía. Por desgracia, en la historia de la interpretación bíblica algunos textos de este evangelio se han (ab)usado para legitimar condenas eternas contra nuestros hermanos/as judías de la actualidad. Como investigadores bíblicos, debemos recordar, al igual que lo hace Jesús, “que la salvación viene de los judíos” (Jn 4:22). Mas aún, debemos celebrar que Jesús fue judío, vivió como judío y murió como judío. No podemos descontextualizar textos como el de hoy para condenar a nuestros hermanos y hermanas judías de nuestro tiempo, que buscan y sirven al Dios de la vida.