Duodécimo domingo después de Pentecostés

Jesús comienza el discurso sobre el pan que viene del cielo con las palabras: “Yo soy el Pan de Vida.”

French Country Bread
"French Country Bread" image by Juan Calderón via Flickr licensed under CC BY-ND 2.0.

August 12, 2018

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Comentario del San Juan 6:35, 41-51



Jesús comienza el discurso sobre el pan que viene del cielo con las palabras: “Yo soy el Pan de Vida” (v. 35).

R. T. Hoeferkamp afirma que el evangelista es quien ha colocado estas palabras y el discurso de Jesús que sigue en los vv. 36-58 junto a la historia de la multiplicación de los panes y los ha relacionado muy cercanamente.1 ¿Cuál fue el motivo por el que el evangelista los juntó y relacionó? R. T. Hoeferkamp lo explica así: “El evangelista tomó la historia de la multiplicación de los panes de la ‘Fuente de las Señales’ y desarrolló su significado como una señal (semeion en el original griego).”2 Lo hizo porque:

Este evento real y concreto apuntaba a y era el reflejo de una realidad más profunda: la de Jesús, el dador de pan, quien es él mismo el “pan de vida.” Él es “el pan de Dios… que descendió del cielo y da vida al mundo” (6:33 y 38).3

Aunque el milagro de la alimentación de los cinco mil no se menciona después del v. 26, la enseñanza de Jesús está fundada en una interpretación del milagro del maná en el desierto.4 A partir del Antiguo Testamento, según lo atestigua Deuteronomio 8:3, el maná de Éxodo 16 se interpretó como una señal que apunta a la palabra de Dios.5 La exégesis rabínica más tarde desarrolló la idea del maná como un ejemplo de la sabiduría que proviene de Dios.6 Esta idea se expresa en el libro deuterocanónico de la Sabiduría 16:20 y 26.7 Estas dos tradiciones exegéticas forman parte de la corriente sapiencial que recorre toda la historia de Israel y que en la era pospascual desemboca en el enlace de la cultura griega y la semita. El evangelista Juan fue el mediador en la comunidad juanina de esta corriente sapiencial que se vio enriquecida por el enlace de la cultura semita con la griega. En el Evangelio de Juan, la corriente o tradición sapiencial se manifiesta en el discurso en que Jesús se presenta como el Pan de Vida.  Por lo tanto,

Consideremos las consecuencias de la tradición judía para la interpretación del discurso. Significa que cuando Jesús dice: “Yo soy el pan de vida,” se está presentando a sí mismo como la Sabiduría de Dios y como la Palabra de Dios que llegan a la humanidad; como tal, él es el cumplimiento de la Ley que fue dada en el Monte de Sinaí. . . . Él también es el dador de la vida eterna (vv. 37-40, 49s., 58).8

Lindars considera que este es el propósito principal del discurso. De hecho, la interpretación sapiencial domina al discurso.9 R.T. Hoeferkamp asegura “que cuando Jesús dice: ‘Yo soy el pan de vida,’ se refiere no solamente a su enseñanza sino a su propia persona. Él es la encarnación de la vida de Dios.”10 La manera más digna de honrar a Jesús como el pan de vida es “venir” a él y “creer” en él (v. 35b). Quien “viene” a Jesús “nunca tendrá hambre,” y quien “cree” en él “no tendrá sed jamás” (v. 35b). En su auto-revelación, el “Yo soy” de su identidad, Jesús declara que es el alimento escatológico.11 Refiriéndose a la declaración de Jesús en el v.35b, B. Lindars escribe: “es natural interpretarla en términos de sabiduría… Jesús no solamente se identifica como el Pan de Vida, sino que asegura que es una cualidad que lo hace deseable para la salvación de la humanidad.”12

En Proverbios 9:5, la Sabiduría dice: “Venid, comed de mi pan y bebed del vino que he mezclado.” Comentando sobre este texto, B. Lindars escribe:

Justo en este versículo en el que es absolutamente ineludible la interpretación sapiencial, es legítimo ver también un indicio de la Eucaristía. Además, debe notarse que el a mí viene está en paralelo estricto con el más común en mí cree, y esto puede ser otro indicio del trasfondo sapiencial (Proverbios 9:5; Eclesiástico 24:19.13

En el v. 38, Jesús aclara el alcance de su invitación. Tiene que ver con el propósito de su encarnación y pasión, que no es nada menos que la salvación de toda la humanidad. El significado escatológico de la invitación se da en el v. 39. “La vida que se nos promete es la vida de la edad venidera, a continuación de la resurrección general (cf. Jn 5:25-9).”14 Las palabras del v. 40, “que todo aquel que ve al Hijo y cree en él,” sugieren que quien tiene fe en él, ya participa en la vida eterna, y lo hará plenamente en la edad venidera, al ser resucitado/a en el último día.  De hecho, es una invitación a participar en el futuro en el momento presente de la fe. La única condición es la siguiente: “Nadie puede venir a mí, si el Padre, que me envió, no lo atrae” (v. 44). Dentro de este contexto, B. Lindars comenta lo siguiente:

Hay varios textos clásicos en el AT que expresan el poder atractivo del amor de Dios, especialmente Jer 13:3… y Os 11:4. Aparecerá más adelante en su evangelio el hecho de que Juan ve este poder atrayente en el sacrificio de Jesús; cf. 12.32 [“Y yo, cuando sea levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo”], donde pone en boca de Jesús el mismo verbo “atraer.”15

“Escrito está en los Profetas: ‘Y todos serán enseñados por Dios’” (v. 45). B. Lindars indica que el discurso de Jesús empezó con una referencia en el v. 27 a Isaías 55:2. Se trata pues de una invitación de la Sabiduría. Las palabras de Isaías expresan el sentido sapiencial del texto: “¡Oídme atentamente: comed de lo mejor…! Inclinad vuestro oído y venid a mí; escuchad y vivirá vuestra alma” (Is 55:2b, 3a). Aunque el texto de Juan se distingue un poco del original en Isaías, no caben dudas acerca de esta referencia.16 Isaías y Juan coinciden en establecer una conexión entre la promesa futura y la oferta presente de vida eterna.

“No que alguien haya visto al Padre” (v. 46). Lo que se nos quiere decir aquí es que

Dios se ha dado a conocer en forma visible solamente en la Encarnación de Jesús (cf. 1:18)… El punto es que la verdadera enseñanza de Dios, que para los judíos había sido dada en la teofanía en el Sinaí y en el Libro de la Ley, y estaba representada en el milagro del maná, realmente es dada en la Encarnación de la Palabra de Dios en Jesús.17

Jesús es la revelación del Padre; en Jesús recibimos su enseñanza.

En el v. 48 Jesús repite la auto-revelación, después de haber dejado en claro que se debe interpretar al pan en términos sapienciales. Ahora puede volver a la historia del maná, sabiendo que ya no se lo va a malentender. “Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y aun así murieron” (v. 49). Aunque el maná fue un don celestial, su propósito fue el de alimentar a los israelitas durante su paso por el desierto. Nunca pudo haber tenido la misma finalidad que el verdadero pan. “El maná puede compararse con la Ley del pacto de Sinaí, que tampoco tiene verdaderas propiedades que imparten vida, y por eso necesita ser reemplazado (cf. Gá 3:21).”18  “Este es el pan que desciende del cielo para que no muera quien coma de él” (v. 50). “Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguien come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo” (v. 51). “Pan vivo” (v. 51) corresponde a “pan de vida” en el v. 35. “Vivirá para siempre” (v. 51) equivale al “no muera” del versículo anterior (v. 50). B. Lindars explica: “No es una doctrina de inmortalidad, que borra a la muerte, sino una ‘calidad de vida’ que sobrevive a la muerte, continuando más allá de la resurrección.”19

El predicador o la predicadora tendrán el desafío de explicar en qué consiste la “calidad de vida” a la que da acceso el pan de vida que es Jesús en términos con los que se puedan identificar quienes escuchen el sermón.


Notas:

1. Robert T. Hoeferkamp, The Relationship Between Semeia and Believing in the Fourth Gospel (Ph.D. diss., Christ Seminary – – Seminex, 1978), 127-128.

2. Ibid., 128. En un texto inédito, el mismo autor explica que “en años recientes ha surgido un creciente consenso académico sobre la existencia de una ‘Fuente de las Señales’ o un ‘Evangelio de Señales’ que el cuarto evangelista habría empleado en la composición de su Evangelio.”

3. Ibid.

4. Barnabas Lindars, The Gospel of John, New Century Bible (London:  Oliphants, 1972), 250.

5. R.T. Hoeferkamp, op. cit., 128.

6. B. Lindars, op. cit., 250.

7. R.T. Hoeferkamp, op. cit., 128.

8. B. Lindars, op. cit., 250.

9. Ibid., 257.

10. R.T. Hoeferkamp, op. cit., 128-129.

11. B. Lindars, op. cit., 259.

12. Ibid.

13. Ibid., 259-260.

14. Ibid., 261.

15. Ibid., 263.

16. Ibid., 264.

17. Ibid.

18. Ibid., 265.

19. Ibid., 266.