Decimoséptimo Domingo después de Pentecostés

Arriesgarlo Todo por Jesús y el Evangelio: Una Opción Radical de Vida

Barboleta
"Barboleta" image by Rodrigo Soldon via Flickr; licensed under CC BY-ND 2.0.

September 16, 2018

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Comentario del San Marcos 8:27-38



Arriesgarlo Todo por Jesús y el Evangelio: Una Opción Radical de Vida

La profesión de fe de Pedro es un evento clave que se sitúa en la sección central del evangelio de San Marcos (Mc 8:22-10:52). Algunos comentadores la consideran incluso el momento decisivo de dicho evangelio, pues, en cierto sentido, cambia el carácter de la historia.1 En los dos próximos capítulos, Jesús va a dedicarse particularmente a instruir a sus discípulos, mientras viajan con él de Cesarea de Filipo, en el norte, hasta las puertas de Jerusalén, donde se consumará su pasión.

El texto para este domingo puede dividirse en tres secciones, según su lógica interna:

  1. ¿Quién es Jesús? (vv. 27-30)
  2. ¿Cuál es su destino? (vv. 31-33)
  3. ¿Cuáles son las consecuencias para quienes lo siguen? (vv. 34-38)

¿Quién es Jesús?

La cuestión de la identidad de Jesús “estaba en el aire,” por así decir, pues “su nombre se había hecho notorio” (Mc 6:14). Cuando les pregunta a sus discípulos “¿Quién dice la gente que soy yo?” (v. 27),2 su respuesta refleja lo que el/la lector/a ya sabe desde el capítulo 6: El pueblo confunde a Jesús con otro, ya sea Juan Bautista (Mc 6:14), Elías o uno de los antiguos profetas (Mc 6:15). Los discípulos reportan lo que la gente dice (v. 28), pero lo que a Jesús le interesa es la percepción que ellos tienen, pues el discipulado auténtico supone hacer una radical opción personal por él: “Y vosotros, ¿quién decís que soy?” (v. 27).

El contexto inmediato de esta pregunta es importante, pues luego de la segunda multiplicación de los panes y de las siete cestas de restos que se recogieron, los discípulos se preocupan por haberse olvidado de traer pan, al mismo tiempo que malinterpretan la advertencia de Jesús de guardarse de la “levadura” de los fariseos y de Herodes (Mc 8:15). Jesús los interpela: “¿No entendéis ni comprendéis? ¿Aún tenéis endurecido vuestro corazón? ¿Teniendo ojos no veis, y teniendo oídos no oís?” (Mc 8:17-18). El episodio siguiente (Mc 8:22-26) continúa el tema de la ceguera, esta vez manifestada en la sanación progresiva de un hombre de Betsaida, que bien puede considerarse como la ilustración de lo que viven los discípulos: Poco a poco, sus ojos comienzan a “ver” quién es Jesús, pero no del todo.

 “Tú eres el Cristo” (v. 29), afirma Pedro que, contrariamente al pueblo, no confunde a Jesús con otros. Él habla a partir de la experiencia, a partir de lo que ha visto y oído de primera mano de Jesús. En ese sentido, su percepción es justa. Sin embargo, como en el caso del hombre ciego de Betsaida luego de la primera imposición de manos, Pedro necesita “ver” con más claridad. Y para ello, el texto introduce un cambio de perspectiva.

¿Cuál es su Destino?

En la segunda sección del episodio que nos ocupa, el centro de atención se desplaza de lo que creen los discípulos a lo que Jesús revela de sí mismo. En otras palabras, “ver” quién es él con claridad supone recibir la revelación de su propia persona. Esto implica un crescendo, una progresión en profundidad y en intimidad, pues Jesús les comparte el destino que le espera. Al título de Mesías evocado por Pedro, Jesús asocia el de “Hijo del hombre” (cf. Dn 7) que debe “padecer mucho, ser desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, ser muerto y resucitar después de tres días” (v. 31). Jesús evita el lenguaje en parábolas y les habla “claramente” (v. 32), como para evitar malentendidos. Y Pedro entiende, pero desaprueba el mensaje de Jesús.

El maestro replica: “¡Quítate de delante de mí, Satanás!, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres” (v. 33). Desde este momento, cada vez que anunciará su pasión (y resurrección) en el curso del viaje a Jerusalén, los discípulos—y no solo Pedro—dejarán al descubierto que su perspectiva no es la de Dios. Si en Cesarea de Filipo Pedro rechaza la idea del sufrimiento asociado a la misión (vv. 31-32), poco después, mientras atraviesan Galilea, los Doce se afanan en determinar quién de ellos es el más importante (Mc 9:34), y ya cerca de Jerusalén, todos se indignan contra Santiago y Juan que solicitan de Jesús los puestos de honor cuando se manifieste su gloria (Mc 10:37). Cabe preguntar: ¿Por qué, frente a tal descomunal despliegue de insensibilidad de los discípulos en la hora crucial de su historia, Jesús no calla? ¿Por qué les sigue repitiendo a contratiempo una verdad que son claramente incapaces de escuchar? La respuesta a estas preguntas hay que buscarla en parte en el hecho de que, al comunicarles la exigencia de su propia misión, Jesús les revela al mismo tiempo la radicalidad de la opción a la que los llama, aunque todavía no la puedan asumir.

¿Cuáles son las Consecuencias para los que lo Siguen?

“Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (v. 34). “Todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará” (v. 35).3 La comunidad para la cual San Marcos escribe, así como los/as discípulos/as de hoy, nos enfrentamos a la misma disyuntiva, que es una disyuntiva de fe, pues, como alguien lo ha bien dicho: “Uno tiene que tener suficiente confianza y fe en la persona de Jesús de Nazaret para ser capaz de pagar el precio, pues el costo no es inferior a darlo todo.”4

El evangelio para este domingo nos propone un itinerario para ayudarnos en ese sentido:

  1. Responder a la pregunta que nos hace Jesús: “Y tú, ¿quién dices que soy yo?;”
  2. Escuchar a Jesús diciéndonos repetidas veces que “le era necesario al Hijo del hombre padecer mucho… ser muerto y resucitar después de tres días,” hasta que cambiemos progresivamente nuestra perspectiva humana por la de Dios y asumamos la ofrenda asociada a la misión; y
  3. Identificar aquello que necesitamos negar o perder, la cruz que necesitamos llevar en pos de Jesús.

La opción radical a la que Jesús nos llama es una opción de fe: perdiendo nuestra vida, la ganamos. En camino hacia Jerusalén con Jesús, Pedro y los demás apóstoles ponen de manifiesto que el verdadero discipulado no se improvisa.


Notas:

1. Morna D. Hooker, The Gospel According to Saint Mark, Black’s New Testament Commentary (Peabody, Hendrickson Publishers: 1991), 200.

2. Al traducir “gente” en lugar de “hombres,” me aparto de la versión Reina Valera 1995 para privilegiar en su lugar el texto griego del evangelio establecido por Nestle-Aland (Novum Testamentum Graece, edición 28), que menciona a los “humanos” en Marcos 8:27. Dicho texto está disponible en línea.

3. Jesús no salvará su vida a pesar de las burlas con que será ridiculizado en el momento de su crucifixión: “A otros salvó, pero a sí mismo no se puede salvar. ¡El Cristo! ¡Rey de Israel! ¡Que descienda ahora de la cruz, para que veamos y creamos!” (Mc 15:31-32).

4. Francis Moloney, The Living Voice of the Gospel. The Gospels Today (Londres, Darton, Longman & Todd: 1986), 58. Citado por Marie-Noël Keller, “Opening Blind Eyes: A Revisioning of Mark 8:22-10:52,” Biblical Theology Bulletin 31-4 (2001), 155. Mi traducción libre.