Comentario del San Marcos 8:27-38
Este texto tiene una función decisiva en el relato de Marcos, en cuyo centro se encuentra, y que a partir de este momento adquiere una nueva orientación. La cruz ya se insinuaba desde el inicio (2:20), pero a partir de ahora ocupa el centro de una nueva sección (8:27–10:52). Jesús anuncia tres veces su pasión con mucho detalle (8:31; 9:30–32; 10:32–34) y siempre se encuentra con la total incomprensión de sus discípulos (8:32; 9:33–37; 10:33–37). La sección está recorrida por una tensión creciente entre Jesús y sus discípulos. Lo que está en juego es qué clase de mesianismo es el de Jesús. ¿Es el Mesías davídico triunfador que instauraría el reinado de Dios como se esperaba en el judaísmo y entre los discípulos de Jesús? ¿Podía hablarse de un Mesías crucificado que suponía una radical transformación de las expectativas judías?
Es un texto con varias relaciones internas, que hay que captar para descubrir toda su riqueza. Hay que señalar también un par de problemas de traducción del texto griego de importancia para su interpretación.
¿Quién es Jesús?
Esta escena tiene un cierto carácter de balance. El ministerio de Jesús está ya avanzado y, aprovechando que va por el camino con sus discípulos, les pregunta: “¿Quién dicen los hombres que soy yo?” Las respuestas son diversas, pero positivas (v. 28). Hasta ahora había encontrado la oposición de algunos escribas y fariseos, pero entre la gente suscitaba un eco muy favorable: le llevan los enfermos (1:32), le buscan y congrega mucha gente (1:37; 2:2; 4:1–2; 5:24; 6:30–44; 8:1–10) que viene a él desde lugares lejanos (3:7–10).
Jesús da un paso más y hace la pregunta decisiva: “Vosotros, ¿quién decís que soy?” Hay cuestiones vitales ante las cuales no vale responder con meras fórmulas recibidas, sino que exigen la toma de postura personal. Cada uno de nosotros/as es interpelado/a sin que podamos refugiarnos en respuestas preestablecidas: ¿qué significa Jesús, su persona y su mensaje, en mi vida?
Pedro, representante de todos los discípulos, responde: “Tú eres el Cristo.” La respuesta doctrinalmente es correcta. Se afirmaba desde el primer versículo de la obra (1:1). Pero Jesús toma distancia respecto a esta respuesta; no la aprueba ni la rechaza. Lo que hace es imponer silencio; no quiere que hablen de su identidad. El problema es el sentido que se le da a la confesión de Pedro. ¿Cómo se entiende el mesianismo de Jesús?
Comienza la enseñanza sobre el camino de la cruz
Llegado a este punto, el relato de Marcos adquiere una nueva orientación. Lo dice expresamente: “Comenzó a enseñarles que le era necesario al Hijo del hombre padecer mucho, ser desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, ser muerto y resucitar después de tres días” (v. 31).
Se acercan a Jerusalén y Jesús centra su enseñanza en la cruz, presentada como desenlace del conflicto que ha provocado la gran novedad del reino de Dios. Por otra parte, tiene una dimensión teológica: la afirmación de Jesús de que “es necesario” (dei en el original griego) deja en claro la decisión de cumplir la voluntad de Dios.
La tensión entre Jesús y sus discípulos es creciente. Pedro, que le ha confesado como Mesías, en cuanto Jesús anuncia el camino de la cruz, le toma aparte y se pone a “reprenderlo” (v. 32 en mi traducción). Es la traducción más exacta de un verbo griego muy fuerte (epitimaô). Pero Jesús reacciona y “reprende” a Pedro diciéndole: “Ponte detrás de mí, Satanás, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres” (v. 33 en mi traducción). Pedro es denominado Satanás porque quiere impedir que se cumpla la voluntad de Dios. Pero Jesús no quiere simplemente que se aleje o que se quite de en medio. Le dice que se ponga detrás de él, es decir, le propone que le siga por el camino de la cruz. Quien había sido el primer llamado al inicio en Galilea (1:16–20), es invitado de nuevo al seguimiento ahora que se ve con claridad que se trata de un camino que pasa por la cruz.
Se requiere una breve explicación de la traducción propuesta. La expresión traducida como “ponerse detrás de mí” (hupage ópísô mou en el original griego, v. 33), aparece en el versículo siguiente (v. 34, en mi traducción): “si alguien quiere seguir detrás de mí” (ópísô mou en el original griego). Lo lógico es que se traduzca de la misma forma la expresión que se repite inmediatamente. La opinión aquí expuesta descubre un sentido teológico muy rico y es aceptada por estudiosos actuales de gran categoría.1
Jesús recrimina a Pedro “volviéndose y mirando a los discípulos” (v. 33). Está claro que Pedro es representante de todos los discípulos. Es la contraposición entre un Mesías davídico triunfador y un Mesías sufriente, rechazado por las autoridades y crucificado. Los pensamientos de Dios se contraponen a los dominantes entre los hombres.
La confesión de Pedro es doctrinalmente correcta. Pero ¿cómo entiende Jesús al Mesías y qué tipo de vida se sigue de ese mesianismo?
En el judaísmo era inconcebible un Mesías crucificado y así pensaban también los discípulos de Jesús.
Las iglesias confiesan continuamente al Resucitado en el culto. Lo que les cuesta a las iglesias es seguir al Crucificado porque esto implica una vida crítica con los valores dominantes.
Seguir a Jesús por el camino de la cruz
En este texto y en toda la sección hasta 10:45 hay una contraposición entre el mesianismo davídico glorioso y el mesianismo que pasa por la entrega de la vida en el servicio a los/as más necesitados/as. Es la tensión entre Jesús y los discípulos que cada vez comprenden menos lo que Jesús dice. No hay en todo el relato evangélico un solo texto en que los discípulos comprendan a Jesús. Al inicio le siguen con decisión y entusiasmo (1:16–20), pero en realidad no sabían dónde se metían. Creían seguir a un líder y que aquello les acarrearía a ellos y a su pueblo beneficios materiales grandes e inmediatos. Convivieron con Jesús, escucharon sus enseñanzas y vieron su ejemplo, pero fueron incapaces de cambiar y de pasarse a la visión alternativa de la realidad que el reinado de Dios posibilitaba y exigía.
Jesús prepara a sus discípulos/as para que entiendan que la cruz era el desenlace del estilo alternativo de vida que irrumpe con el reinado de Dios: perder la propia vida (v. 35), hacerse servidor de todos (9:35), renunciar a las riquezas (10:23–26).
Jesús acepta la cruz porque es la voluntad de Dios (“es necesario”; dei en el original griego) y se expresa, no como un destino inexorable, sino como el resultado de un estilo de vida asumido de forma libre y coherente.
Los discípulos piensan en un Mesías glorioso, en cuyo reino ellos serían los grandes beneficiarios de prebendas y ocuparían los mejores lugares (10:35–45).
Podríamos decir que en la “recriminación” de Pedro a Jesús se expresa una iglesia que aspira al poder y al reconocimiento de una primacía social. Pero Jesús “recrimina” a esta iglesia y le señala el camino de la cruz, del servicio, del compromiso efectivo con los pobres cargando con los costes sociales que esto comporta, porque quien entrega su vida por Jesús y su Evangelio es quien la gana (v. 35).
Notas
- A modo de ejemplo puede verse Joel Marcus, El Evangelio según Marcos (Mc 8–16) (Salamanca: Sígueme, 2011).
September 15, 2024