Comentario del San Juan 10:11-18
Para una mejor comprensión del texto del evangelio para este domingo es necesario considerar la curación del ciego en Juan 9 y las discusiones que genera con los líderes farisaicos.
Nótese cómo la curación narrada en el capítulo 9 es retomada en 10:21, enmarcando así todo el capítulo 10. También es importante tener en cuenta el discurso anterior de Jesús (10:1-10), al menos a partir del v. 7. En los vv. 7ss Jesús se diferencia de sus antecesores a quienes considera “ladrones” y “salteadores” (v. 8), haciendo referencia probablemente a los líderes religiosos que lo han considerado un “pecador” (9:24).
En nuestro texto aparece dos veces la expresión: “Yo soy el buen pastor” (vv. 11 y 14). Esto nos permite comprender el texto en dos dimensiones. En la primera Jesús afirma su identidad en oposición a sus predecesores (vs. 11-13). En la segunda el énfasis está puesto, por un lado, en la relación entre Jesús y las ovejas, y por el otro, en la relación entre Jesús y su Padre (vv. 14-18). En todo el texto, la entrega de Jesús por sus ovejas, que marca la distinción con sus predecesores, es consecuencia del conocimiento mutuo que existe entre el pastor y sus ovejas. Es decir, el pastor está dispuesto a dar su vida precisamente porque existe este vínculo de comunión con las ovejas. Y por otro lado, este vínculo de comunión y entrega está fundado en la comunión con “el Padre,” que ama a Jesús porque da su vida por las ovejas.
Jesús el Buen Pastor
El término “pastor” tiene una tradición muy rica en las Escrituras. Algunas veces, como en Isaías 40:9-11, Dios mismo aparece como el pastor que guía a su rebaño desde el exilio de vuelta a casa. En otras ocasiones, la imagen del pastor designa muy críticamente la figura de los líderes de Israel (Jeremías 23:1). También designa, en contraste con los líderes presentes, a un futuro David que cumplirá su rol de cuidado y protección de los más débiles (Zacarías 13:7-9). En el texto de Ezequiel 34 confluyen todas estas tradiciones: hay un juicio muy duro contra los líderes del pueblo de Dios (vv. 1-10); aparece la promesa de Dios mismo asumiendo el rol de pastorear a sus ovejas (vv. 11-22); y la promesa de un “nuevo” David que pastoreará el pueblo de Dios (vv. 23-24). Por lo tanto Ezequiel 34 se convierte en un texto clave para entender el nuestro de Juan 10, ya que aquí tenemos una confrontación con los otros pastores (asalariados), que no cumplen con su tarea sino por la paga, así como también la identificación de Jesús como “el” buen pastor, asumiendo, pues, el rol de Dios y de “nuevo David.”
Además de apoyarse en esta tradición bíblica asociada con el término “pastor,” el evangelio de Juan toma aspectos muy arraigados en la Palestina del tiempo de Jesús, en que los pastores eran vistos de manera muy negativa.1 Los pastores tenían mala fama y se los consideraba poco confiables. Era común que se los acusara de diversas cosas como holgazanería, robos, mentiras, etc., y el evangelista se sirve de estas afirmaciones tan comunes para condenar a los pastores anteriores, opuestos a Jesús.
El evangelista se vale, así, tanto de las comprensiones de su contexto sobre los pastores, con las cuales no polemiza, como de la más rica tradición bíblica sobre el pastor o los pastores. Y para enfatizar aún más la distancia y contraposición de Jesús con sus predecesores, el evangelista no sólo habla de “un pastor,” sino que le hace decir al propio Jesús: “Yo soy el buen pastor” (vv. 11 y 14). De esta manera Jesús asume sobre sí la promesa mesiánica de un nuevo David que conducirá a su pueblo a un solo rebaño.
Sin embargo, un aspecto nuevo que aparece en Juan y que estaba ausente en la tradición anterior es que “el buen pastor su vida da por las ovejas” (v. 11). Esta es justamente la diferencia esencial entre “el buen pastor” y sus predecesores. Los asalariados huyen porque están ahí sólo por el dinero y no les importan las ovejas (v. 13). En cambio, Jesús da su vida por las ovejas (v. 11), porque hay un vínculo de pertenencia que el asalariado no tiene (v. 12).
A esta altura del evangelio, la mención del peligro alude a la amenaza de muerte violenta que se va cerniendo sobre Jesús (ver 5:18; 7:30; 8:20).
Jesús y sus Ovejas
Después de que en el v. 14 vuelve a aparecer la expresión “Yo soy el buen pastor,” se profundiza lo apenas enunciado en los versículos anteriores. La comunión (marcada por el verbo “conocer”) que existe entre el pastor y sus ovejas, igual a la que existe entre Jesús y su Padre, está en la base de la entrega de Jesús por sus ovejas (vv. 14-15). Al mismo tiempo, este dar su vida por las ovejas es lo que marca la relación de Jesús con el Padre: “Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar” (v. 17). El conocimiento, en el sentido de comunión e intimidad, de Jesús con sus ovejas y con el Padre (algo que los fariseos niegan; ver 9:16) se manifiesta en dar su vida.
Al mismo tiempo, como viene sucediendo desde el principio (2:19-22), el anuncio de la entrega va acompañado por el anuncio de la resurrección, y aquí se expresa con la frase “para volverla a tomar” (vv. 17 y 18). La diferencia con los otros evangelios es que en Juan es Jesús mismo quien tiene el poder para operar su resurrección.
Las Otras Ovejas
Finalmente, un aspecto también importante es la mención de “otras ovejas que no son de este redil” (v. 16), a quienes también Jesús conducirá y hará parte de su único rebaño. No está claro quiénes son esas “otras ovejas.” Siguiendo la línea de 11:52 y 17:20, posiblemente se trate de quienes no pertenecen a Israel. Otra vez la tradición de Ezequiel 34 de un pueblo conducido por un pastor (vs. 23-24) es significativa para comprender nuestro texto.
Por otro lado, la inclusión de los/as no judíos/as en la comunidad cristiana es un tema no menor para la iglesia cristiana y nos permite volver a la temática de Lucas 24:47 tratada el domingo pasado. A diferencia de la articulación que hace el apóstol Pablo en Romanos 9s, aquí en Juan la distinción entre judíos y no judíos desaparece totalmente bajo el denominador de “un [solo] rebaño” (v. 16) cuya única característica es la de escuchar la voz del pastor, de Jesucristo.
Conclusión
El texto para este domingo nos invita a mirar lo distintivo del conocimiento que Jesús tiene de sus ovejas y de su Padre y del vínculo que desarrolla con ellos. Los líderes farisaicos negaron que Jesús procediera de Dios (9:16) y lo llamaron “pecador” (9:24). Además expulsaron a quien según ellos había nacido en pecado (9:34) y que osó cuestionar su autoridad después de ser curado por Jesús. En Juan 10:11ss, la contraposición de Jesús con los líderes se muestra aún más dramáticamente, pero desde las palabras de Jesús. Jesús los acusa de abandonar a las ovejas y dejarlas a merced de los lobos (v. 12). En cambio Jesús, a partir de la comunión con su Padre y del vínculo de amor que los une, desarrolla una comunión similar con sus ovejas y entrega su vida por ellas.
Notas:
1 Ver Joachim Jeremias, poimen [que es el original griego de “pastor”] en Theological Dictionary of the New Testament, Vol. 6 (Grand Rapids: Eerdmans, 1968), 488-489.
April 26, 2015