Cuarto Domingo de Pascua

El Amor del buen pastor

"The shepherd," Image by Joseph D'Mello via Flickr, licensed under CC BY-NC 2.0

April 21, 2024

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Comentario del San Juan 10:11-18



El discurso del buen pastor, en el capítulo 10 de Juan, está conectado con la señal (esto es, milagro) que le precede en el capítulo 9. Al comienzo de esa historia, los discípulos le preguntan a Jesús quién pecó para que el hombre en cuestión naciera ciego. La pregunta categoriza al hombre como pecador, y no va más allá de esto; o sea, no considera otras posibilidades. Sin embargo, la respuesta de Jesús (ver 9:3) nos recuerda que los pensamientos de Dios no son los nuestros. Nuestra visión es limitada; la de Dios es infinita. 

La historia continúa con la sanación del ciego. Luego del milagro, Jesús desaparece de la historia, y el autor se enfoca en una serie de diálogos acerca del milagro y, lo que es más importante, acerca de la persona responsable por dicho acto en un día de reposo. La serie de diálogos termina con el hombre que era ciego siendo expulsado de la sinagoga por los líderes religiosos por haber sugerido que Jesús era un profeta venido de Dios. Es aquí donde Jesús entra en la escena de nuevo. El autor explica que, al enterarse de lo ocurrido con el hombre, Jesús sale a buscarlo, y al encontrarlo, Jesús le revela quién es, y el hombre termina adorándole. 

A raíz de este milagro, en tres ocasiones surgen preguntas sobre la identidad de Jesús. Algunos fariseos sugieren que Jesús no venía de Dios ya que no guardaba el día de reposo. Otros insisten en que “un hombre pecador” no era capaz de tales señales (9:16). Luego, el que había sido ciego afirma lo mismo (9:32-33) e insiste en que Jesús tenía que haber venido de Dios. Por último, en el discurso del buen pastor del capítulo 10, que es precisamente un comentario sobre lo ocurrido entre el hombre que era ciego y Jesús, se nos relata que se produce una división entre “los judíos” (la palabra de Juan para “la multitud”) sobre quién es Jesús en base al milagro único (ver 9:32) que había hecho. Unos acusan a Jesús de tener un demonio y otros insisten en que solo Dios es capaz de hacer algo tan grande como quitar la ceguera de alguien que había nacido ciego (10:19-21). La persona que predique sobre esta porción bíblica podría enfocarse en estas tres ocasiones y en cómo la religiosidad (el énfasis de los mandamientos en el bienestar de la persona) influye en la percepción de quién es Dios para cada uno/una. 

 

Este pasaje en particular de Juan 10:11-18 incluye varios personajes: el buen pastor, el asalariado, el lobo y las ovejas. En cuanto al asalariado y el lobo, no debemos enfocarnos en descifrar su identidad, sino en cómo opera cada personaje en comparación con el buen pastor. El asalariado no es el dueño de las ovejas y no se preocupa por ellas. Se preocupa más por sí mismo que por las ovejas. Por tanto, cuando el lobo viene, el asalariado sale corriendo y abandona a las ovejas. 

No debemos pensar que el lobo se refiere a los fariseos y mucho menos a Satanás. En el contexto binario de Juan, en el que las cosas son blancas o negras, el lobo es toda persona que no contribuya a la vida “en abundancia” que Jesús hace posible (10:10b). Un ejemplo sobrio de esto lo vemos en Ezequiel 34:1-10 (especialmente, vv. 2-6). En este pasaje, Dios, mediante el profeta, acusa a los sacerdotes de no cuidar de las ovejas. No las alimentan, no levantan a las ovejas débiles, ni ungen a las enfermas. Por falta de cuidado, las ovejas se han esparcido. De igual forma, el lobo viene a arrebatar y a dispersar. Así como el buen pastor, Dios promete buscar, apacentar, y velas por las ovejas (Ezequiel 34:11-16). Jesús también sale a buscar a las ovejas (ver 9:35) y a unir a su rebaño. 

En nuestro pasaje, cinco veces Jesús afirma que él da (ofrece, pone) su vida por las ovejas (vv. 11, 15, 17, 18). Esta repetición es de suma importancia ya que la repetición es una técnica que el autor usa para resaltar un tema. En el contexto de Juan, esta referencia no necesariamente significa la cruz. En Juan 15:13 (ver también 1 Juan 3:16), Jesús afirma que la expresión máxima de amor por otra persona es dar la vida por ella. Cierto es que Jesús, en forma literal, da su vida por la humanidad. Pero nosotros/as también demostramos nuestro amor ponemos el bienestar de otra persona por encima del nuestro. Pablo lo explica de esta forma: no hagamos nada por egoísmo, sino que consideremos a otras personas como más importantes que uno/a mismo/a (Filipenses 2:3). 

El conocimiento mutuo descrito en los vv. 14 y 15 demuestra la intimidad que hay entre el buen pastor y sus ovejas. Nótese que el buen pastor conoce a sus ovejas y éstas le conocen en la medida que Jesús y el Padre se conocen. Esta intimidad refleja la comunión descrita en Juan 15. Así como el pámpano permanece en la vid para tener vida, nosotros permanecemos en Jesús para tener vida en abundancia. El conocimiento aquí descrito no es un conocimiento intelectual. No se trata de saber más de Jesús, sino de conocer más a Jesús. Esta intimidad nos lleva a descansar plenamente en Jesús. En esta intimidad, podemos sentirnos seguros/as de que el buen pastor jamás nos abandonará. 

Un último comentario: no está claro quiénes son las “otras ovejas que no son de este redil” (v. 16). En el contexto de Juan 9 y 10, el ciego se podría categorizar como “otra oveja,” ya que así lo ven los discípulos en el principio (como un pecador, 9:2), y los líderes religiosos al final (9:34). Entonces, estas “otras ovejas” quizás sean aquellas personas a quienes tendemos a excluir del reino de Dios. La persona que predique sobre este pasaje debe invitar a los/as oyentes a meditar sobre quiénes son las personas que no consideramos dignas de ser parte de nuestro redil.