Primer Domingo de Cuaresma

Nuestras visitas al desierto

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March 6, 2022

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Comentario del San Lucas 4:1-13



El texto sobre el que reflexionamos este domingo lleva en muchas de las versiones de la Biblia en español el siguiente título: “la tentación de Jesús.” Este título es bastante adecuado para resumir su mensaje.

Lucas nos presenta una especie de diálogo entre Jesús y el diablo. Es llamativo que este encuentro ocurra luego de que el Espíritu Santo llevase a Jesús al desierto, a un lugar que es prototipo y arquetipo de prueba y tensión en la tradición bíblica. Esto nos da a entender que la vida de la persona creyente también se desarrolla en la desorientación y la toma de conciencia de nuestra propia fragilidad. Recordemos que en el desierto suceden muchas narraciones bíblicas que tratan acerca de la desesperación, las dudas, las encrucijadas, las tentaciones y la desesperanza que se convierten en puertas de entrada para una esperanza reforzada y nuevos caminos. El ejemplo más paradigmático de estos relatos es el tránsito en el desierto del pueblo liberado del Egipto opresor. Con esto queda en evidencia una paradoja que puede volverse posibilidad: el desierto se torna lugar de afirmación y nuevos comienzos.

Lucas manifiesta abiertamente que la relación de Dios con el ser humano y su vida de fe también puede transcurrir en el desierto. Se deduce de esto que la persona cristiana no está libre tensiones. Al contrario, su vocación ha de ser vivida en una constante tensión. Un ejemplo de esta paradoja narrada en un solo suceso se encuentra en 1 Reyes 19, cuando Elías no soporta más sus dudas y quiere morir, pero Dios le da la oportunidad de un nuevo comienzo y le otorga lo necesario para recomenzar, le encomienda nuevas tareas y le muestra nuevos horizontes.

El texto de Lucas ejemplifica en la persona de Jesús la experiencia de esta tensión entre desorientación y esperanza, entre lo perecedero y lo trascendente.

Pensemos un instante en las diversas disyuntivas que enfrentamos y/o que enfrentan seres queridos o personas que conocemos, que nos llevan a preguntarnos constantemente cuál es el camino para seguir. O en la tentación de solucionar diversos asuntos fijándonos únicamente en nosotros/as mismos/s y saliéndonos así de la fe. Lucas nos invita en este relato a que, con la mirada puesta en Jesús, reflexionemos sobre una disyuntiva constante para quienes queremos creer: ¿a quién le entregamos el poder de mayor influencia en nuestra vida, sobre todo en momentos indescifrables y de tentación? Pues se entiende que podamos sentir miedo, desesperanza, dudas, rabia, etc. No obstante, el evangelista nos pide que, frente a la disyuntiva de diversas tentaciones, sigamos a Jesús. El evangelista nos invita a centrarnos en el poder que emana de la confianza en Dios como quien determina nuestra existencia. En este sentido, el evangelio nos invita a que no entreguemos el señorío de nuestras vidas a voces malignas, sino a Cristo y a su poder vivificador. Pues visto de esta forma, el desierto ha de transformarse en un lugar de posibilidad, en un lugar de tránsito. Además, en la vida de fe no hay un objetivo específico que debamos lograr ni una competencia de tiempo u otro tipo que debamos ganar, sino que el camino mismo es el objetivo, en cuanto se camina con la mirada puesta en Jesús el Cristo (Heb 12:1-2).

Quiero acentuar que con esto no estoy pensando en las posibilidades de autoayuda y de “éxito” en tiempos complejos. Lo que propongo es que reflexionemos sobre lo que nos ofrece el evangelio en su integralidad: una nueva definición de la existencia, una nueva comprensión del entorno y una nueva autocomprensión a la luz de Cristo, de su cruz y de su resurrección. Para que no nos determinen ninguna voz tenebrosa o de muerte ni tampoco los poderosos de este mundo, sino Dios a través del evangelio. ¿Acaso no es este el mensaje central de la proclamación profética de Jesús?

Lo que Lucas verbaliza apunta a la exigencia de la fe y su facticidad en medio de las pruebas y las tentaciones, con el soporte del mensaje de la tradición bíblica. Resalta la pertinencia del mensaje bíblico frente a las diversas disyuntivas de la vida y el valor de la fe en Cristo como ancla en nuestra existencia diaria. Y se acentúa que la fe cristiana no yace en ninguna seguridad ni proyecto humano, sino en la palabra de Dios que ha de resonar en el corazón de la persona creyente en sus visitas al desierto.

El último versículo, el 13, nos dice que el diablo y con ello la tentación se alejan de Jesús “por un tiempo,” luego de que Jesús trae a colación su fe en Dios en el aquí y ahora de su situación particular en el desierto. Esto nos sugiere que la tentación y la oposición a lo bueno siempre vendrán otra vez, pero que la fe en Cristo es una opción constante en nuestro peregrinaje por este mundo. De este modo, somos llamados/as a renovar siempre nuestra esperanza y praxis a la luz del evangelio, especialmente en tiempos desérticos. De esta posibilidad brotará cada vez un nuevo comienzo.