Fourth Sunday after Epiphany (Year C)

El texto de esta semana está estrechamente vinculado con el de la semana pasada.

Psalm 71:3
Be to me a rock of refuge, a strong fortress, to save me, for you are my rock and my fortress.Photo by Pierre Bouillot on Unsplash; licensed under CC0.

February 3, 2019

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Comentario del San Lucas 4:21-30



El texto de esta semana está estrechamente vinculado con el de la semana pasada.

El versículo 21, que era el último versículo del texto de la semana pasada, es el primero del de esta semana y la acción de la narración de esta semana es una reacción a la de la semana pasada.

Jesús se encuentra en la sinagoga de Nazaret, el pueblo donde fue criado, y lee la Escritura del profeta Isaías como parte del culto de ese día (vv. 18-19) y le anuncia a la gente presente que “hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros” (v. 21).

La primera reacción que provoca esta declaración en la gente es positiva. La gente en la sinagoga está maravillada de “las palabras de gracia” (v. 22) que dice Jesús. La siguiente reacción puede interpretarse de manera positiva o ligeramente negativa (fin del v. 22). “¿No es este el hijo de José?,” se preguntan. Tiene más sentido si se ve de manera negativa porque inmediatamente Jesús responde empezando a criticar a la gente (vv. 23 en adelante). Probablemente creen que como Jesús es (meramente) uno de ellos, y como los conocen a él y a su familia en el pueblo, ¿cómo puede resultar ahora que Jesús sea un profeta de tan alta importancia en la vida religiosa del pueblo? Jesús los critica citando un refrán popular (v. 23) y agrega que “ningún profeta es bien recibido en su propia tierra” (v. 24).

La respuesta de Jesús se hace más directa y a la vez más fuerte en los vv. 25-27. En estos versículos, Jesús se refiere a dos historias del Antiguo Testamento. La primera historia trata del profeta Elías, quien durante un tiempo de sequía y hambre fue enviado, no a las viudas de Israel que necesitaban ayuda, sino solamente a una viuda en el territorio extranjero de Sidón. De igual manera, la segunda historia tiene lugar en los tiempos del profeta Eliseo y trata acerca del leproso extranjero Naamán el sirio que fue limpiado, mientras que no sucedió lo mismo con los leprosos de Israel.

Algunos expertos opinan que estas historias significan que según Lucas en su evangelio, al igual que en el Libro de los Hechos, la gracia de Dios ya no está solo disponible para los israelitas, sino que el plan divino ha ampliado sus alcances y es ahora también para los gentiles. Esos expertos creen que estas historias hacen referencia a una nueva comunidad inclusiva de Dios en Jesucristo que abarcará a los dos grupos, israelitas y no-israelitas. Otros expertos y muchos grupos y personas a través de la historia de la iglesia, sin embargo, han ido más allá de esa interpretación y mantienen que la gracia y el amor de Dios se transfirieron de los judíos a los cristianos después de Jesucristo. Desafortunadamente, esa creencia ha dado ocasión a odio anti-semitista y a trágicas calamidades históricas tales como el Holocausto.   

Esas dos historias del Antiguo Testamento que Jesús cita en nuestro texto según Lucas conllevan el espíritu de inclusividad. Por esto “todos en la sinagoga se llenaron de ira” (v. 28). Como dice la nota u en la edición de estudio de la Biblia Reina Valera 1995, “‘se llenaron de ira’ porque Jesús insinuaba (v. 25-27) que la bondad de Dios no se dirige solamente al pueblo de Israel, sino también a las gentes de otras naciones [mi énfasis].” Querían matar a Jesús despeñándolo de la cumbre de un monte cerca de la cuidad, pero Jesús “pasó por en medio de ellos y se fue” (v. 30). Lucas no incluye ningún detalle milagroso. Solamente indica que el ministerio de Jesús continúa a pesar de la oposición de algunos de los habitantes y de algunos asistentes de la sinagoga de la ciudad de Nazaret.

Temas y preguntas para la predicación fiel hoy en día

Escribo esto hacia finales de noviembre de 2018. Hace poco más de un mes que un asesino mató a once personas judías en la sinagoga Árbol de la Vida en la cuidad de Pittsburgh, Pennsylvania. Fue un crimen de odio. El asesino había escrito en medios sociales varios mensajes de ira y odio a los judíos, echándoles la culpa por diferentes problemas sociales tales como el de ayudar a inmigrantes a entrar en los Estados Unidos.  

La Liga Antidifamación hizo un anuncio este año diciendo que los crímenes antisemitas aumentaron en un 57% en 2017, el aumento anual más grande desde que la liga empezó a contar tales incidentes en el año 1979.

Hace un año tuvo lugar la marcha en Charlottesville, Virginia, organizada por grupos nacionalistas y de supremacía blanca que incluyó a grupos de gente marchando y repitiendo la frase “Los judíos no nos reemplazarán.” Una mujer joven que estaba protestando en contra de esas marchas nacionalistas perdió la vida en el evento.

En nuestro texto, la ira de los nazarenos tiene un paralelo en desafortunados momentos de la historia de la iglesia donde ha habido restos y rastros de teología exclusivista. La teología supercesionista ha apoyado a veces la noción de que el cristianismo ha reemplazado al judaísmo como la fe auténtica del pueblo de Dios y de que el favor y la gracia de Dios no están ya con los israelitas/judíos, sino solamente con los cristianos.

Esta actitud nunca ha sido beneficiosa y sigue siendo muy dañina en nuestro mundo de hoy. Y no ayuda mucho proclamar que la nueva comunidad de Dios es una comunidad de judíos y cristianos en Cristo, porque eso significa que ignoramos la identidad judía. Lo que hemos de hacer es respetarnos mutuamente y proclamar que el pueblo judío y el pueblo cristiano son dos caminos a Dios separados e igualmente legítimos.

¿Estamos dispuestos a confesar como cristianos y cristianas que hemos sentido esta actitud triunfalista? ¿Estamos dispuestos a pedir el perdón de Dios por ella y nos comprometemos a renunciarla en nuestras vidas particulares y en nuestra vida comunal en la iglesia?

¿Nos aseguramos de que nuestros sermones, oraciones, teologías, pensamiento y conversaciones estén libres de cualquier rastro antisemita? 

¿Confesamos lo que hemos hecho y lo que hemos dejado sin hacer para combatir el antisemitismo?

Y dirigiendo nuestra atención a la raíz más profunda del problema, ¿cuáles son nuestros pensamientos, teologías, oraciones, sermones, sobre toda cuestión que tenga que ver con la división entre los incluidos y los excluidos? ¿Promulgamos una teología absolutamente inclusiva y sin divisiones que no deje afuera a los grupos más en riesgo en nuestra sociedad norteamericana en este momento histórico de nuestra nación y que abarque a las personas de diferentes raíces, grupos étnicos y culturales, tradiciones religiosas, edades, clases económicas, géneros y orientaciones sexuales, etc.?