Sixth Sunday of Easter (Year B)

La narrativa del leccionario común continúa con su tono urgente, buscando resaltar principios que son importantes al momento en que la iglesia sea invitada, una vez más, a salir de la experiencia discipular — de recordación y aprendizaje — a una vivencia apostólica — de enviados a proclamar y a servir.

May 13, 2012

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Comentario del San Juan 15:9-17



La narrativa del leccionario común continúa con su tono urgente, buscando resaltar principios que son importantes al momento en que la iglesia sea invitada, una vez más, a salir de la experiencia discipular — de recordación y aprendizaje — a una vivencia apostólica — de enviados a proclamar y a servir.

La lección pasada (15.1-8) nos habló de la dependencia de los creyentes en Dios a la hora de servir, y de cómo esta dependencia se manifiesta en la convivencia con Dios y unos con los otros — “…el (la) que permanece en mí, y yo en él (ella), este(a) lleva mucho fruto; porque separados de mi nada podéis hacer” (15.5b).

La lección del evangelio para este domingo mueve la temática de una relación basada en la dependencia en lo divino, a la relación basada en la obediencia y en la entrega. A la altura del capítulo 15, la relación que Jesús tiene con sus discípulos es de maestro y discípulo. Todavía los 12 (y más de una docena de otros hombres y mujeres que siguieron a Jesús a través de su ministerio) escuchaban del Señor, aprendiendo de sus dichos y acciones. Pero sentimos una sugerencia de urgencia en el tono que usa el Señor (tono que posiblemente es la razón de la inclusión de este texto en este momento del leccionario). Según la narrativa juanina, la pasión estaba a algunos días (si no horas) de comenzar. Este era el momento para la última lección del maestro. Este es, también, el momento propicio para que el/la predicador/a haga un “resumen ejecutivo” — para resaltar lo verdaderamente esencial al prepararnos a salir al mundo  (después de Pentecostés). La lección pasada nos recuerda la dependencia de Dios. La lección de hoy nos recuerda la obediencia y entrega.

Hay cinco comentarios en la lección que pueden servir de guía para el desarrollo del sermón para este domingo:

•   El llamado, la obediencia y la entrega es en respuesta al amor del Padre por la creación, manifestada en Jesús.

Jesús continúa el discurso del capítulo 15 (y comienza la porción de la lección de hoy) recordándonos que la razón para la manifestación divina encarnada es el amor. Aunque es un cliché evangélico, no está de más afirmar en esta parte que la razón por la cual Dios actúa en la creación es por amor, y por amor se ha manifestado de diversas maneras a la humanidad para reconciliar a la humanidad con la divinidad. Pero no solamente a la humanidad. Estas diversas manifestaciones de Dios a la humanidad (la promesa, la ley, los jueces y profetas, los apóstoles y presbíteros — hombres y mujeres) también tienen el propósito de restaurar la creación. Todo esto, por amor.

Cuando Jesús llama a sus seguidores (la iglesia) a permanecer en él (recordando e imitando sus enseñanzas y acciones), lo hace recordando el valor fundamental que mueve la relación de Dios consigo mismo, y con la creación — el amor.

•   El llamado a permanecer en el amor (como lo ha manifestado la deidad) está acompañado de una guía. Es decir, distinto a como algunos leen al evangelista Juan — filosófico, abstracto, ideológico (lo cual, en algunos sentidos, puede ser cierto), el llamado al apostolado en Juan 15 está acompañado del “qué” y del “cómo”. La forma de responder a este llamado, y de poder realizarlo, es la obediencia, “si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mis amor…” (15.10). Ese llamado, a su vez, es seguido con un ejemplo de cómo este llamado a la obediencia es no sólo útil, sino eficiente.

Y es eficiente porque Jesús hizo lo mismo — fue permaneciendo en el amor que él sentía por el Padre (y el Padre por él), que el maestro pudo ser fiel a través de su ministerio. Y es importante, en la predicación, el hablar no sólo del amor, sino de lo que amor significa en nuestras tradiciones teológicas y exegéticas. El amor del que habla Jesús no es sentimental, pero sí es incondicional. El mandamiento de obedecer es el mandamiento de amar con el amor incondicional que hemos aprendido y experimentado de Dios.

•   Al contestar la pregunta del “cómo” del amor no sólo vemos un ejemplo (relación Jesús-Padre), sino que presenta también una fórmula de aplicación. Y una vez más Jesús se utiliza a sí mismo como sujeto. Pero en esta ocasión (11-15) el sujeto no es Dios, sino los discípulos (los seguidores de la narrativa bíblica, y por extensión, nosotros).

Jesús se ha relacionado con sus seguidores/as en forma de maestro-discípulo. En la tradición judía y griega antigua, esta relación conllevaba una profunda relación de respeto, admiración y servicio al maestro. Pero la palabra traducida a “siervo” (doulous) significa, más bien, “esclavo”. Y hace sentido la utilización de “doulous” particularmente cuando Juan 15 está llamando a dependencia y a obediencia. Sin embargo, el versículo 15 pone esta relación en tensión. No es un llamado a la opresión (personal o externa). Jesús deja claro que si bien es cierto que podríamos ver la relación de Dios con los seres humanos desde una perspectiva social, Dios, en Jesucristo, cambia la normativa social, y abre un nuevo paradigma de relación — ya no somos siervos de Dios, sino amigos de Jesús. Y es que ya no somos llamados a obedecer a Dios, sino más que eso, estamos invitados a conocer de Dios y a vivir con Dios. Pasamos de una relación social con Dios, a una relación íntima con Jesús.

•   Este nuevo paradigma de relación nos hace receptores y dadores de amor.

•   Este amor que conocemos en Jesús nos lleva a amar y a conocer a Dios, pero también nos mueve a amar y a conocernos unos a otros. La vivencia en el amor de Jesús es una vivencia con la comunidad, motivándonos a servir y a vivir por y con los amigos/as.