Vigésimo segundo domingo después de Pentecostés

La parábola conocida como “la viuda y el juez injusto” debería leerse en el contexto del pasaje anterior de Lucas 17:20-37, que contiene un claro mensaje escatológico respecto a la futura manifestación del reino de Dios.

The Vision after the Sermon (Jacob Wrestling with the Angel)
Paul Gauguin, "The Vision after the Sermon (Jacob Wrestling with the Angel)." Creative Commons image from Wikipedia.

October 16, 2016

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Comentario del San Lucas 18:1-8



La parábola conocida como “la viuda y el juez injusto” debería leerse en el contexto del pasaje anterior de Lucas 17:20-37, que contiene un claro mensaje escatológico respecto a la futura manifestación del reino de Dios.

Entendida en este marco, esta historia nos enseña cómo deberíamos aguardar esa futura manifestación: persistiendo en fe y perseverando en la búsqueda de la justicia.   

En el pasaje anterior de 17:20-37, Jesús habla de cómo será  “el día en que el Hijo del hombre se manifieste” (17:30). Mientras llega ese momento, lo que les espera a los y las seguidoras de Jesús es hostilidad y adversidad: “Todo el que procure salvar su vida, la perderá; y todo el que la pierda, la salvará” (17:33). También los discípulos anhelarán y buscarán la mencionada manifestación y no la tendrán: “Tiempo vendrá cuando desearéis ver uno de los días del Hijo del Hombre, y no lo veréis” (17:22), lo cual implica una sensación de decepción y desánimo. Por lo tanto, la manera de cerrar la parábola de la viuda y el juez injusto (18:1-8) parece confirmar que la preocupación de Jesús es precisamente el hecho de que dichas adversidades y dificultades afectarán la capacidad de la gente de conservar o tener fe: “Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?” (v. 8). 

Por lo tanto, la historia de la viuda y el juez injusto parece referirse primordialmente a la necesidad de tener una fe y una esperanza tenaces en medio de este tiempo difícil de espera. De ahí la referencia a “la necesidad de orar siempre y no desmayar” del v. 1.  Aquí surgen algunas preguntas sobre los detalles: ¿Qué es aquello por lo que lo discípulos deberían orar siempre? ¿Cuáles son las circunstancias que Jesús tiene en mente cuando les pide a sus discípulos que no desmayen ni se desanimen? 

En cuanto al contenido de la oración, recordemos que Jesús ya les había enseñado a sus discípulos a orar (11:1-13). Allí, entre otras cosas, Jesús les indica que deben pedir por la venida del reino, lo cual apunta a la necesidad de no perder la fe en Dios y en sus promesas. Respecto a las circunstancias que pueden provocar desánimo y pérdida de fe, el capítulo 17—como se ha indicado arriba—menciona de manera general adversidad y dificultades así como el anhelo de que Jesús se manifieste. Pero, ¿hay algo más específico en la mente de Jesús? La parábola de la viuda y el juez injusto parece responder a esta pregunta. 

Jesús no solamente está contrastando a Dios con el juez injusto y comparando a la viuda con los “escogidos” (v. 7). La forma específica en que Jesús usa dicho contraste y comparación es la búsqueda de justicia y las dificultades con que dicha búsqueda va a encontrarse. Es decir, la enseñanza sobre la oración continua y la necesidad de no desanimarse no es pasiva ni neutral, sino que, de acuerdo a este pasaje, se da como una búsqueda activa e incesante por la justicia. Esta manera de Jesús de enseñar no es casual ni al azar, sino que es consistente con las Escrituras de Israel y con la tradición judía, en las que las viudas, los huérfanos y los extranjeros se consideraban los grupos más vulnerables y por lo tanto, se demandaba que la comunidad procurara su cuidado (Éxodo 22:21-23, Deuteronomio 10:17-18, Isaías 1:16-17, Jeremías 22:3, entre muchos otros). 

Esto nos lleva preguntarnos sobre los términos más precisos de la comparación entre la viuda y los escogidos. La viuda constituye un ejemplo no sólo de constancia, sino de tenacidad, valor y creatividad. Recordemos que la condición de vulnerabilidad de las viudas derivaba del hecho de que en el contexto social de Jesús, las mujeres necesitaban de un hombre para hacer escuchar su voz y para reclamar derechos. Cuando el esposo moría, no siempre había un pariente de sexo masculino disponible o accesible que intercediera por ellas. Esto empujaba a las viudas a condiciones de marginación grave, con mayor riesgo de sufrir injusticias, como claramente sugiere esta parábola. La viuda aparece entonces como alguien que no tiene otro recurso a su disposición más que la constancia, la persistencia y mucho valor. No sólo la viuda enfrentaba un sistema que le dificultaba salir de la marginación, sino que como indica el v. 2, el juez al que recurrió no temía a Dios ni respetaba a nadie. La viuda persistió usando medios incómodos y molestos para aquel que tenía el poder de hacer justicia. Esto resalta la actitud de la viuda como una virtud que Jesús quiere en sus seguidores. No importa cuán grande sea el obstáculo ni cuán difícil sea la causa, debemos ser persistentes y no dejarnos intimidar por la mala fama ni la dureza de quienes están a cargo de hacer justicia. Debemos persistir usando lo que tenemos a nuestra disposición, aunque sea nuestra sola presencia y nuestro clamor por justicia.  

Respecto al contraste que Jesús hace entre el juez injusto y Dios, es importante enfatizar aquí que es precisamente un contraste, no una comparación. Jesús mismo dice en los vv. 7-8 que Dios hará justicia a sus escogidos y que no tardará en responder. El juez injusto, por otro lado, no quiso hacerle justicia a la viuda por un tiempo, y cuando finalmente accedió, lo hizo por las razones incorrectas. No lo hizo porque reconoció que era su deber como juez. No lo hizo porque sintió compasión por la viuda. No lo hizo para mandar el mensaje a la comunidad de que bajo su administración las injusticias no serían toleradas. Lo hizo simplemente para evitarse una molestia, es decir, lo hizo por un motivo puramente egoísta. Por todas estas razones es que no podemos decir que Jesús compara a Dios con el juez injusto. Más bien lo usa para contrastar al juez con Dios: Dios responde y no se demora. Esto nos recuerda las palabras de Jesús cuando les enseñó a sus discípulos a orar en 11:13 “Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?” 

Alguien podría preguntarse si la justicia en este mundo acaso no tarda mucho en llegar. Es verdad. Las injusticias parecen prevalecer. ¿Cómo debemos entender, pues, el anuncio de Jesús de que pronto se les hará justicia a los escogidos? Martin Luther King Jr. dijo una vez: “El arco del universo moral es amplio, pero se inclina hacia el lado de la justicia.” Además, la enseñanza de Jesús claramente nos anima a seguir el ejemplo de la viuda, es decir, buscar justicia de manera activa; no pasiva. Cada vez que lo hagamos así, podremos ver que la justicia avanza.