Decimonoveno Domingo después de Pentecostés

La oración confiada

woman holding sign saying
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October 16, 2022

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Comentario del San Lucas 18:1-8



No es atípico encontrar una parábola en un contexto escatológico sobre “los días del Hijo del hombre” (Lc 17:22-37). Esta parábola, a partir de dos personajes bien caracterizados, presenta dos temáticas: la persistencia de una viuda, que con actitud imperturbable busca reivindicar sus derechos, y la negativa del juez, que, a pesar de su indolencia, termina satisfaciendo las peticiones de la mujer y accediendo a sus demandas.

Al final, el mensaje para quien lee es que, si la insistencia de una viuda consigue que sus peticiones sean atendidas por un juez déspota, cuánto más logrará la persona creyente, el/la discípulo/a, con una oración confiada, insistente, sin desfallecer.

Veamos algunos elementos que nos ayudarán a comprender mejor su sentido.

El “día del Señor”

El pueblo de Israel es consciente de la presencia de Dios en medio de ellos. Por eso, la expresión “El Señor está aquí” (Ez 48:35 en la Biblia del Jubileo) y la promesa de que manifestará su presencia a todas las naciones (Is 45:14s) y las reunirá en Jerusalén (Is 60) dan cuenta de lo que se espera del “último día” o “día del Señor.” La convicción de los fieles es que Dios estará presente como juez y rey universal (Mal 4:1; Zac 14,5.9).[i]

En la tradición judía, el “día del Señor” hace referencia al juicio y, como en todo juicio, solo es posible obtener dos veredictos: castigo para los pueblos que se oponen a Israel y para el mismo Israel cuando se aparta de la alianza, y salvación a los pobres, restitución de los derechos a los oprimidos y justicia para quien cree (Sof 1:2-2:3; 3:9-13; Miq 1:2-5; Is 4:2-6; 11:6-9). En el NT, el “día del Señor” se relaciona con la venida del Hijo del hombre, Jesús, e igualmente tiene una connotación de juicio, con su doble faceta de castigo y de salvación o recuperación de los derechos de los más débiles (2 Ts 2:1-2).

¿Un juicio inminente o una larga espera?

Las dificultades que atravesaban las comunidades en el contexto del imperio greco-romano del siglo I las llevaron a calcular y esperar que el día del Señor estuviera próximo. Oraban para que ocurriera pronto, pues con su venida sería destruido el imperio opresor, se produciría la liberación y se haría justicia a los elegidos. Estas comunidades en situación de persecución se preguntaban si su sufrimiento no era ya un clamor día y noche. ¿Por qué el Señor, como el juez de la parábola, se retrasa en hacer justicia con quienes se la piden? Lucas responde en la parábola que, así como el Dios del AT vio “la aflicción” de su pueblo oprimido en Egipto y oyó “su clamor” (Ex 3:7), tampoco el Señor retrasa la respuesta a sus elegidos. Más aún, ofrece una respuesta rápida, en función de los intereses personales de quien ora. Es la misma cuestión que aparece en los Salmos 44:23-25 y 89:46. La persona creyente debe tener la convicción de que la respuesta del Señor y la administración de la justicia vendrán “pronto” (v. 8). Pero ¿qué significa este “pronto”? La expresión en el original griego indica un tiempo breve, sin tardanza.

Los personajes

Un juez indolente y una mujer viuda que le presenta, insistente, una petición. Al final Dios aparece contrapuesto a la actitud del juez.

El juez está descrito como un personaje antipático: “ni temía a Dios ni respetaba a hombre,” todo lo contrario a lo que la tradición judía exigía de un juez: regir a Israel, guiar al pueblo por el buen camino y hacer justicia a los necesitados. Ya en la tradición profética encontramos una perversión de este fin. Is 1:23 dice: “Tus gobernantes son rebeldes
y cómplices de ladrones. Todos aman el soborno y van tras las recompensas; no hacen justicia al huérfano ni llega a ellos la causa de la viuda” (véase también Am 5:7.10-13; Is 5:7.23; Jer 5:28; Sof 3:3). Así se caracteriza al juez de la parábola.

No obstante, este juez injusto se ve forzado a administrar justicia, y por eso el verdadero significado de la parábola es que, si hasta un juez injusto puede verse forzado a administrar justicia, cuánto más Dios, el Justo, escuchará la súplica perseverante de sus elegidos/as. La parábola se centra más en la actitud del juez que en la viuda perseverante.

La viuda en la tradición bíblica representa a los más necesitados, junto con los huérfanos y los extranjeros (véase Ex 22:21-24; Is 1:17.23; 54:4; Dt 10:18s; 24:17; Mal 3:5; Rut 1:20-21; Lam 1:1; Jer 7:6; Sal 68:5), puesto que pertenece a una de las categorías que en el AT y en el NT merecen atención especial por todos los estamentos de la sociedad (Lc 4:25-26; 7:12; 20:47; 21:2-4).

Dada su condición social, esta mujer estaba totalmente indefensa, solo posee su valor y su intenso clamor de justicia. Esta viuda en particular, sin un varón que la apoyase y sin influencia social ante un poderoso juez, dependía exclusivamente de su propia firmeza y de su espíritu inquebrantable.

En cuanto a Dios, juez justo, la persona creyente sabe que Dios defiende siempre a los débiles (Dt 10:17-18; Eclo 35:12-18). La expresión “les hará justicia” (vv. 6-8) se presenta en relación con la venida del Hijo del hombre. Desde esta perspectiva, Lucas vincula dos parábolas: la de la viuda a la que se le hace justicia que estamos considerando aquí y la del publicano que queda “justificado” (Lc 18:9-14).

La oración confiada

En el AT, la oración de petición está dirigida al Señor, sobre todo si quien ora es un huérfano, una viuda o un extranjero. Eclo 35:12-14 dice: “Porque el Señor es juez, y no cuenta para él la gloria de nadie. No hace acepción de personas contra el pobre, y la plegaria del agraviado escucha. No desdeña la súplica del huérfano, ni a la viuda, cuando derrama su lamento” (Biblia de Jerusalén).

En 1 Ts 5:17s Pablo expone el nivel cristiano de la oración: “Orad sin cesar. Dad gracias en todo, porque ésta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús” (véase también Flp 1:3-4; Rom 1:10; Col 1:3; 2 Ts 1:11).

Así debe ser la oración de los creyentes: esperanzadora, aceptando la paciencia y misericordia ilimitadas del Señor. No debe tener un carácter reivindicativo, es decir, la petición no debe ir orientada a que el Señor venga a hacer justicia a sus elegidos librándolos de las dificultades y castigando a los perseguidores. Si la comunidad espera una venida justiciera, vengativa, ¿qué fe o fidelidad a su propuesta de reino encontrará el Señor cuando efectivamente venga en su día? La oración del Padre Nuestro nos enseña cómo debemos orar: “venga tu reino;” “hágase tu voluntad;” “perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos” y “líbranos del mal” (Lc 11:2-4).

El mensaje de orar “siempre y no desmayar” invita a una oración confiada, como la de Jesús en uno de sus momentos más difíciles (Lc 22:41-44) y la de la comunidad cristiana cuando surge la persecución (Hch 4:24-31; 12:5).


Nota

  1. “Presencia de Dios,” en L. Dufour, Vocabulario de teología bíblica (Barcelona: Herder, 1965), 633.

Fuentes Consultadas

  • Fitzmyer, El evangelio según Lucas, III (Madrid: Cristiandad, 1987), 840-853.
  • García R., Evangelio de Lucas (Bilbao: Desclée De Brouwer, 2013). Versión digital. Digitalia