Undécimo domingo después de Pentecostés

Mucho más que la sanidad física

bird with extended wings feeding from open hand
Photo by Taneli Lahtinen on Unsplash; licensed under CC0.

August 21, 2022

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Comentario del San Lucas 13:10-17



El evangelio de hoy trata de la sanación de una mujer en sábado. Jesús, como rabino y fiel judío, se encontraba enseñando en el día de reposo como era de su costumbre. Enseñar en sábado era licito, pero sanar, especialmente cuando no peligraba la vida física, no lo era. Por eso sus acciones fueron fuente de gran indignación para quienes estaban presentes en la sinagoga ese sábado, porque sanar se consideraba como un acto de trabajo, y la ley le prohibía al judío realizar cualquier tipo de trabajo durante ese día.

En la historia, un hombre le hace un reclamo a la mujer enferma diciendo: “Seis días hay en que se debe trabajar; en estos, pues, venid y sed sanados, y no en sábado” (v. 14). Aunque el texto no lo dice, me imagino a la gente discutiendo quién era el transgresor mayor, si la mujer enferma que debía saber que no podía pedirle a otro judío que trabajara en sábado, o si Jesús, quien no solo era judío sino también un rabino, pero así y todo decidió que era mejor transgredir la ley que dejar que la mujer continuara con su sufrimiento por un día más. Jesús, como fue su costumbre durante todo su ministerio, volteó la tortilla de las normas y tradiciones sociales y religiosas de su época. No solo sanó a la mujer, sino que también respondió a la crítica de los presentes diciendo: “¡Hipócrita!, ¿no desatáis vosotros vuestro buey o vuestro asno del pesebre y lo lleváis a beber en sábado? Y a esta hija de Abraham, que Satanás había atado dieciocho años, ¿no se le debía desatar de esta ligadura en sábado?” (vv. 15-16). Sus adversarios no respondieron a sus interrogantes, pero el pasaje bíblico dice que quedaron avergonzados. Stephanie B. Crowder señala que aquí Jesús reinterpreta el significado del sábado como un tiempo de “soltar a los cautivos y dar libertad a los oprimidos.” Y esto es precisamente lo que hizo Jesús. A diferencia de los otros, Jesús no le dijo a la mujer que esperara a recibir su sanidad en otro día, o que esperara a llegar al cielo. Cuando tenía que ver con temas de equidad y justicia, Jesús nunca le hizo esperar a la gente, nunca dio más importancia a otros asuntos. Si hacía falta, dejaba lo que estaba haciendo y se ocupaba de lo urgente. Hay un refrán popular que dice: ¿Por qué dejas para mañana lo que puedes hacer hoy? Este era precisamente el “modus operandi” de Jesús. Jesús no resta importancia al sábado ni al descanso. Tampoco dice que es mejor romper la ley. Lo que Jesús enseña es que cuando la opción es entre la ley y el amor por el bienestar ajeno (Jesús hace hincapié en que debemos preocuparnos por los seres humanos y por toda la creación), el amor debe pesar más. En otras palabras, el amor está por encima de la ley. Por encima de la ley está también la gracia. Por encima de la ley está también la justicia. Para las personas que profesan una fe en Dios, y no solo en los dogmas y doctrinas de la institución, amar, demostrar empatía y hacer justicia están por encima de la letra de la ley.

Existen varios movimientos carismáticos hoy que ponen mucho énfasis en los milagros de sanidad. La mayoría basa su fe en los milagros en textos como este. Sin embargo, hay que preguntar con qué propósito Jesús llevó a cabo estas sanidades, si era la sanidad física solamente, o si había otro propósito más apremiante. Stephanie Crowder propone que, en el caso de la sanidad de la mujer en el evangelio para este domingo y de otros como la sanidad de la mujer con flujo de sangre, se trata de mucho más que la sanidad física. Incluso, esta mujer había vivido con esta condición por dieciocho años; obviamente que podía esperar un día más. Sin embargo, Jesús tuvo otro propósito. Según Crowder, Jesús restaura su humanidad llamándola hacia él y tocándola. De esta manera, simbólicamente llama a unas de las “intocables” a integrarse en la comunidad. Restaura la identidad racial y étnica de la mujer al referirse a ella como “hija de Abraham.” Por supuesto que la mujer gozó la liberación de su cuerpo quebrantado y su sanidad física fue un acto vital que le devolvió un cierto nivel de normalidad a su vida. Pero más allá de la sanidad física estaba la dignidad de esta mujer y su lugar en el plano social.

Tristemente, dentro de la sociedad del siglo primero, una persona con una condición de salud como la de esta mujer no eran valorada como parte integral de la misma. Por lo tanto, el milagro de Jesús fue restaurativo. Le permitió a la mujer reintegrarse en la sociedad y vivir la vida plena que la misma sociedad le había robado por tantos años de su vida. Uno de los comentarios en el New Interpreter’s Study Bible hace hincapié en que el propósito principal de esta acción de Jesús fue dejar en claro quién participa realmente en el reino de Dios. No es quien guarda toda la ley al pie de la letra por encima de las necesidades de otros, sino quien es rechazado por la sociedad y la institución religiosa, pero es restaurado por Dios en y por amor.

El evangelio para este domingo nos hace una invitación a quienes vivimos en el siglo 21. Quizás pensamos, como seguidores/as de Jesús en la modernidad, que no estamos llamados a sanar físicamente a la gente que nos rodea. Sin embargo, lo que sí estamos llamados a hacer es trabajar para la restauración total de aquellas personas marginadas por la sociedad, inclusive por el sistema religioso, a consecuencia de sus condiciones físicas, psicológicas, y un sin número de otras realidades sociales.

Quiero dejar en claro que el problema no es de quien está enfermo ni de quien vive en la marginación. El problema es de la sociedad y sus instituciones. Como seguidores/as de Jesús, estamos llamados/as a seguir sus pasos y eso incluye llevar sanidad a la vida de quienes viven en aflicción. Quizás no podamos sanar físicamente a los enfermos, pero sí estamos llamados/as a restaurar la dignidad humana a quienes viven al margen de la sociedad. Estamos llamados/as a restaurar la dignidad de quienes han sido rechazados por la institución religiosa por razones de género, sexualidad, u otro marcador social. Estamos llamados/as a restaurar la dignidad de quienes son víctimas de la supremacía blanca y el racismo. Estamos llamados/as a restaurar la dignidad de quienes son víctimas del sistema capitalista en que vivimos.

Quizás nunca hemos considerado que esta historia de Lucas no se limita a hablar de la sanidad física. Quizás la leemos admirando las obras milagrosas de Jesús. Sin embargo, es una oportunidad para reflexionar y preguntarnos si nosotros/as y nuestras iglesias estamos dispuestos/as a sanar y restaurar tal como lo hizo Jesús, o si seguimos siendo fariseos aferrados a tradiciones, doctrinas y dogmas que ya no nos sirven. Más que nunca la iglesia debe atreverse a ser agente de sanidad y restauración. Tenemos que velar por la restauración de los/as más vulnerables de nuestra sociedad. Y tenemos que estar preparados/as para hacerlo frente a los sistemas sociales, políticos, económicos, y/o religiosos que se oponen a la visión del reino que Jesús vino a la tierra a traer, y que estamos llamados/as a seguir construyendo hoy.


Referencias:

Crowder, Stephanie Buckhanon, “Luke.” True to Our Native Land: An African American New Testament Commentary (2007): 158-185.

Harrelson, Walter J. New Interpreter’s Study Bible: NRSV with Apocrypha. Abingdon P., 2003.