Comentario del San Lucas 13:10-17
La lección de esta semana es un relato sin paralelos en los otros evangelios y cual parece estar fuera de lugar.
Notas Exegéticas
Esta localizado entre dos parábolas agriculturales (la higuera en los versículos 6-9 y el grano de mostaza en 18-19). La primera enfatiza la necesidad de producir frutos dignos de nuestra naturaleza discipular. La segunda enfatiza la visibilidad de estos frutos de tal manera que toda la creación nota su presencia. Entremetida entre estas dos enseñanzas nuestra lección enfatiza la característica compasiva del discípulo.
En esta perícopa Jesús usa su autoridad y su poder para sanar a una mujer lisiada por dieciocho años, aunque el énfasis central del episodio es que éste milagro ocurrió en sábado. Cuándo y dónde ocurre este relato es imposible de determinar ya que Lucas no nos da información alguna. Lucas nos ofrece detalles mínimos para comprender la enseñanza y nada más (un sábado en una sinagoga Jesús enseña). El plural “los días de sábado” sugiere que Jesús ha estado enseñando, esto es explicando la Ley de Dios, por varias semanas. En la asamblea se encuentra una mujer que ha sido atormentada1 por un espíritu maligno por dieciocho años. La expresión «que tenía un espíritu de enfermedad» literalmente lee «un espíritu de debilidad». La frase es única en Lucas2 y tiene el sentido de que el espíritu se había difundido por todo el cuerpo de la mujer para encorvarla. Aparentemente ella padecía de una deformación en la parte inferior de la columna vertebral resultando en una posición curvada permanente, es decir, era incapaz de enderezarse.
Es una escena que da lástima y debe conmover a toda persona que se encuentre en su presencia, incluyendo y en particular todos los congregados en la sinagoga. Viéndola Jesús, tiene compasión de ella y la llama, diciéndole «Mujer, eres libre de tu enfermedad». Jesús pone sus manos sobre ella y al instante se endereza. La mujer es meramente recipiente de la gracia de Dios. Ella no pide por sí misma y Lucas no añade detalles de su fe; simple y significantemente es la mirada de Jesús que provoca el acontecimiento.3 Esta falta de detalles sirve para enfatizar la autoridad y el poder de Jesús para sanar en sábado. Resignada a su condición física de tantos años, ella no pide por su liberación. Aparentemente acostumbraba la celebración y enseñanza sabatina y esperaba regresar a su casa como llego a la sinagoga–en una condición digna de lástima y compasión. Nadie esperaba ni solicitó un milagro. La curación es instantánea (literalmente “de pronto”), manera narrativa de decir que procede de Dios. El enderezamiento de la mujer es tan repentino como fue duradera su debilidad, tan completo como esta había sido total. Usando la voz pasiva (fue enderezada de pronto) Lucas subraya discretamente el origen divino de la curación y al mismo tiempo indica el sentido espiritual y moral que Dios quiere ofrecer a su pueblo.
Por su parte, la mujer, hasta ahora inactiva en el relato, reconoce la intervención de Dios y atribuye su curación al Dios de Israel. Por tanto, responde glorificando a Dios por su curación, realizando así los deberes sabatinos, glorificando a Dios por su magnificencia y su poder. En palabras más simples y directas, la comunidad de fe se congrega en la sinagoga para alabar y glorificar a Dios. Sin estas actividades la estadía en la sinagoga es sencillamente un pasatiempo; una práctica sin beneficio espiritual. La reacción del principal de la sinagoga (archisunagogos)4 es muy diferente al de la mujer. Este se enoja porque Jesús sanó en sábado y en vez de reprender a Jesús por su obra, dice a la gente congregada (quizás la asamblea está glorificando a Dios por el milagro a favor de la mujer) «seis días hay en que se debe trabajar; en estos, pues, venid y sed sanados, y no en sábado». Las palabras son dirigidas al pueblo con la intención de advertirles sobre Jesús. Como si dijera, «Si este fuera verdaderamente hombre de Dios, sanaría cuando es lícito trabajar y no en sábado». De acuerdo a la Ley no se hace trabajo en sábado.5 Los reglamentos rabínicos prohibían 39 diferentes tipos de trabajos en sábado, entre ellos la curación.6 Podemos imaginarnos que las palabras del principal de la sinagoga sugieren que sus oyentes cesen de glorificar a Dios–precisamente la razón de reunión. Esta es una de las ironías que encontramos aquí y allá en el evangelio lucano. Para el dignatario de la sinagoga Jesús había trabajado. Pero consideremos lo que hizo Jesús en este episodio: habló a la mujer y la tocó. Eso es todo.
Cuando es el turno de Jesús, Jesús acusa al principal de la sinagoga y a los congregados (noten el plural) de hipocresía. Jesús ofrece un contraste entre las necesidades básicas de animales domésticos y la atadura satánica de una hija de Abraham. Aunque la Ley (Éxodo 20.8-11 y Deut 5.12-15) prohibía trabajar en el sábado, las necesidades básicas de la vida demandan la realización de algunas obras. La Misna, por tanto, hace referencia a muchas de estas incluso la necesidad de desatar a los animales domésticos para que estos puedan alimentarse. Estos son los ejemplos empleados por Jesús. Ambos casos mencionados usan la imagen de unas ataduras que es lícito deshacer para favorecer el desarrollo de la vida. Las necesidades de estos animales exigen que sus dueños trabajen aun en sábado. Jesús define el sábado como día de liberación mientras el dignatario lo define a través de sus prohibiciones–hay seis días para trabajar, entonces no esperen curación en sábado. ¿Cuántas veces se había encontrado la enferma con los oficiales de la sinagoga y ellos, careciendo la autoridad y del poder para sanarla, no le ofrecieron socorro? Aparentemente ninguno de los otros días era lícito para sanar a la mujer. Jesús al verla discierne su necesidad, se conmueve a compasión, e inmediatamente obra la curación.
El resultado del glorioso evento es la división en el pueblo. El principal de la sinagoga y otros, habiéndose enojado, ahora se avergüenzan mientras que el gentío se regocija.
Ideas Homiléticas
El tema central de este relato no es el debate sobre las actividades sabatinas sino la característica compasiva del discípulo. El texto enfatiza la necesidad de ser compasivos en todo momento y es la compasión de Jesús por esta mujer cual resulta en la glorificación de Dios y el regocijo del pueblo congregado. El versículo clave del relato, 16, claramente declara esta verdad. La pregunta retórica de Jesús sugiere que la curación de la mujer atormentada era la responsabilidad de aquellos congregados como comunidad de fe. Hoy día glorificamos a Dios en la manera en que nos enfuscamos en la curación de aquellos necesitados en medio nuestro.
En segundo lugar encontramos en este relato una advertencia sobre la dureza de los corazones humanos. El líder de la sinagoga está tan enfocado en cumplir su misión–el orden en el servicio sabatino y la observancia de la Ley–y esto resulta en una ceguera que le impide ver la mano de Dios obrando en Jesús. En vez de glorificar a Dios por Su intervención a favor de una sumamente necesitada, el líder de la sinagoga critica al pueblo por la falta de discreción que este demuestra al no identificar la acción de Jesús como una violación de la Ley. Hoy día nos encontramos con personas que actúan en manera análoga. Están tan preocupados por honrar a Dios en todo, pero con decencia y en orden, que no pueden admitir que el Señor mismo intervenga o interrumpa sus actividades religiosas. Aquellos entre nosotros que sirven en iglesias tradicionales (“mainline”) corremos ese peligro ya que esperamos que el Señor arregle sus asuntos de acuerdo a nuestras costumbres.
1 La mujer no es poseída por un espíritu inmundo ya que su conducta no es afectada. Está bajo las ataduras de un espíritu que resulta en una condición física pobre.
24.37; Hch 8.7 y 19.13.
3El participio de aoristo (idon de auten) y el verbo prosophonesen sugiere la traducción “habiéndola visto, Jesús la llama”.
4 Un oficial a cargo del orden en el servicio en la sinagoga cuya responsabilidad era estimular la alabanza y la glorificación del Dios de Israel.
5 Ex 20.8-11 y Dt 5.12-15.
6 m. Sáb 7.2.
August 22, 2010