Vigésimo cuarto domingo después de Pentecostés

El valor de un talento equivalía al salario promedio de quince años de trabajo.

Parable of the Three Servants
JESUS MAFA. Parable of the Three Servants, from Art in the Christian Tradition, a project of the Vanderbilt Divinity Library, Nashville, Tenn.

November 19, 2017

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Comentario del San Mateo 25:14-30



El valor de un talento equivalía al salario promedio de quince años de trabajo.

Así lo señala Eugene Boring en su comentario bíblico.1 Los tres siervos (“esclavos” en griego) reciben, pues, sumas considerables de parte del dueño de los bienes.

Mateo utiliza esta parábola, cuya fuente principal es Q, como un mensaje pastoral para una iglesia en tiempo de crisis, de persecución y de espera por la segunda venida de Cristo. Quien se queda temiendo a Dios y ocioso en el “mientras tanto,” en vez de poner a producir los dones que ha recibido, tendrá un resultado fútil y lamentable. No hay tiempo que perder, porque el dueño regresará y pedirá cuentas a todos/as.

Mateo, a diferencia de los demás evangelistas, estaba seguro de que Cristo regresaría pronto. La fe en el regreso de Cristo debía dar ánimo y producir esperanza en la iglesia, pero también un gran sentido de responsabilidad ante el presente.2 Jesús había dejado a sus seguidores/as con las manos llenas. La espera debía ser activa. Cada siervo, cada sierva, consciente del valor de sus dones, debía ponerlos a trabajar para su bien y para el bien del dueño.

Para Nuestro “Mientras Tanto”

Aun cuando Mateo nos invita a dejar a Dios la preocupación acerca del día o la hora del regreso de Cristo (24:36), su llamado a vivir nuestras vidas con responsabilidad y con conciencia de nuestra vocación y dones sigue llegando a buen tiempo. Y con el mismo sentido de urgencia. Hoy tampoco hay tiempo que perder.

En discusiones sobre nuestro llamado a cuidar (“servir” en hebreo) la tierra (Gn 2:15), he escuchado a muchas personas decir que la tierra puede existir sin nosotros/as, pero que nosotros/as no podemos existir sin ella. Cuando miramos el impacto negativo de nuestras vidas en el ambiente, parecería ser verdad lo que dicen; pero al mirar cómo ella responde con generosidad cuando la abonamos, la sembramos y la cuidamos, nos damos cuenta de que fue creada para dar frutos en abundancia. En un manojo de suelo fértil existen billones de micro-organismos; más que seres humanos en toda la faz de la tierra. Un suelo bien cuidado es más fértil que cuando se le ha dejado solo. La sabiduría nos dice con claridad que nuestras manos fueron hechas para ayudar a que la tierra florezca.

Desde los inicios de la industrialización, cuando pusimos a producir de manera extraordinaria los bienes de la tierra, hemos considerado que la abundancia de riquezas y bienes es símbolo de bendición. Pero no hemos hecho un análisis profundo de cómo lo hemos logrado. Por ejemplo, en los Estados Unidos, aunque representamos el 5% de la población mundial, consumimos el 30% de los recursos naturales del mundo, y provocamos una cantidad equivalente de basura.3

¿Nos hemos sentado a reflexionar sobre cuánto ganaron los trabajadores y las trabajadoras? ¿Si la calidad de vida de las comunidades locales ha mejorado tanto como la nuestra? ¿Cómo quedaron el agua, el suelo, el aire, los bosques, luego de la cosecha o la extracción? ¿Qué pasaría si todo el mundo decidiera hoy que quiere vivir como lo hacemos en los Estados Unidos?

La multiplicación de talentos, cuando se los ve exclusivamente como bienes materiales o de capital, y no como “vocación” (este es el sentido correcto de nuestro texto), no siempre es señal de bendición. También puede ser producto de la injusticia. 

Al igual que en tiempos de Mateo, el dueño volverá y nos pedirá cuentas. Quien puso a multiplicar los talentos, no lo hará para sí mismo. Es un esclavo o una esclava del dueño. Al igual que las bondades de la tierra, los talentos pertenecen a Dios. Como dice el apóstol Pablo en su Carta a los Efesios: Dios nos creó para buenas obras (Ef 2:10), para que estas se conviertan en nuestro modo de vida.

El Valor de los Talentos

Hace unos años soñaba que estaba en búsqueda de algo y que lo encontraba en un lugar que parecía un taller mecánico. Un hombre de mediana edad me lleva al lugar donde está lo que busco y al mirar veo una montaña de tortugas grandes, tiernas y hermosas, paradas una encima de la otra. En ese momento, el hombre extrae una de las tortugas con una pala y la ubica frente a mis pies. Entonces veo que tiene un precio, pero antes de que yo pudiera decir algo, él dice: “Dame lo que quieras dar por ella.”

En cierta forma, con nuestros talentos, Cristo también nos dice: “Dame lo que quieras por lo que yo te he dado primero. Yo sé que no puedes pagar su verdadero precio. Disfrútalo, ponlo a trabajar, siémbralo y dame de la cosecha.”

La realidad es que cuando miramos los dones que vienen de Dios para bien de su iglesia, nos damos cuenta de que los hemos recibido de manera gratuita. La sangre del Cordero ya pagó por todos ellos, para que vivamos en libertad plena. Ya no somos esclavos del pecado ni de la muerte. Ahora podemos vivir y amar con libertad.

Mateo nos llama en el tiempo presente a una vida de conciencia ante los dones recibidos. El llamado a los hijos y las hijas de Dios para liberar la tierra oprimida es hoy más urgente que nunca. Dios está proveyendo los dones necesarios para hacerlo, mientras esperamos activos/as la segunda venida de Cristo. 

Bienaventurados Quienes Perciben la Urgencia y Actúan sin Perder Tiempo

Reconocer qué visión de Dios tenemos sostendrá o transformará cómo utilizamos nuestros talentos. Si confesamos a Dios como creador y analizamos qué consecuencias tiene para nuestra fe, podemos con mayor ahínco esforzarnos para cuidar su creación. Si confesamos a Dios como redentor y entendemos las implicaciones, buscaremos liberar a quienes sufren diversos tipos de opresión.

Nuestra visión de Dios, así como nuestra visión del mundo y del otro/la otra, pueden llevarnos a un camino de justicia y amor o de injusticia y opresión. La crisis socio-ambiental de nuestros días requiere que armonicemos nuestras acciones con el Dios que confesamos. Si nuestra fe carece de frutos y destruye aquello que nos ha sido dado para cuidar, es hora de reevaluar nuestras confesiones.

Dios ha decidido confiar en nosotros/as aunque seamos esclavos/as del pecado. Sus talentos, como si fueran semillas, traen consigo el poder y la capacidad de crecer y dar fruto. Es tiempo de hacernos dueños de cada talento recibido, aunque sintamos miedo de usarlos. Capaz que, como bien dice Marianne Williamson, nos sorprendamos con que:

“Nuestro miedo más profundo no es el de ser inapropiados.

Nuestro miedo más profundo es el de ser poderosos sin límite.

Es nuestra luz, no nuestra oscuridad, lo que nos asusta.

Nos preguntamos: ¿Quién soy yo para ser brillante, precioso, talentoso y fabuloso? Más bien, la pregunta es: ¿Quién eres tú para no serlo? Eres hijo Dios.

No hay nada iluminador en enconderte para que otras personas cerca de ti no se sientan inseguras.

Nacemos para poner de manifiesto la gloria de Dios que está dentro de nosotros, como lo hacen los niños. Has nacido para manifestar la gloria divina que existe en nuestro interior.

No está solamente en algunos de nosotros: Está dentro de todos y cada uno.

Y mientras dejamos lucir nuestra propia luz, inconscientemente damos permiso a otras personas para hacer lo mismo. Y al liberarnos de nuestro miedo, nuestra presencia automáticamente libera a los demás.”4


Notas:

1. Boring, M. Eugene, y Pheme Perkins, The New Interpreter’s Bible: General Articles on the New Testament, the Gospel of Matthew, the Gospel of Mark. Vol. Eight (Nashville, Tenn: Abingdon, 1995), 453.

2. Ibid, 458.

3. https://www.scientificamerican.com/article/american-consumption-habits/  (consultado: 8 de noviembre, 2017).

4. https://leseg.wordpress.com/2015/03/11/nuestro-miedo-mas-profundo-marianne-williamson/ (consultado: 8 de noviembre, 2017).