Vigésimo quinto Domingo después de Pentecostés

 De la sustentabilidad a la regeneración

November 19, 2023

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Comentario del San Mateo 25:14-30



Mientras desenredamos las capas de la “parábola de los talentos,” no sólo contemplemos la mayordomía responsable y la asunción de riesgos dentro de nuestras congregaciones, sino que profundicemos también en el concepto de trabajo regenerativo. Hace poco estaba en un avión regresando de una maravillosa reunión de líderes de iglesias desde Canadá a Chile. Estábamos trabajando en nuestras relaciones de compañerismo en todo el continente americano. Sorprendentemente, tuve una conversación increíble con la persona sentada a mi lado, que pasó por charla placentera y llegó directamente al fondo de la vida, la fe, la economía y la iglesia. Terminé compartiendo un poco de la discusión de mi evento que incluyó los cinco valores de una misiología de acompañamiento: mutualidad, inclusividad, vulnerabilidad, empoderamiento y sustentabilidad.

Tan pronto como mencioné la sustentabilidad, me respondieron de inmediato: “Eso no es suficiente. La sustentabilidad es simplemente mantener el statu quo. Lo que necesitamos es regeneración.” Mi interlocutora estaba involucrada en el movimiento de agricultura regenerativa y continuó enseñándome un poco sobre lo que eso significa. Durante el resto del vuelo, e incluso hasta este momento, no puedo olvidar ese comentario: “¡La sustentabilidad no es suficiente!” Les invito a considerar que Dios nos llama no solo a sostener lo que Dios nos ha encomendado, sino a participar en un ministerio lleno de vida que fomente el crecimiento, la diversidad y un ecosistema espiritual próspero dentro de nuestras comunidades.

Primero, comencemos con lo básico. Un talento es mucho dinero. Con varias formas de calcular lo que realmente significa un talento, y sin saber si fue en oro o en plata, podemos decir que hoy sería entre 20.000 y 2 millones de dólares estadounidenses. En otras palabras, un regalo muy generoso y abundante para ser administrado por cualquiera de los tres sirvientes. Sabiendo quién es nuestro maestro, como administradores de los dones de Dios, nuestra responsabilidad se extiende más allá de la sustentabilidad… más allá de simplemente ponerlo en la tierra y asegurarnos de que permanezca seguro y protegido. Sostener lo que tenemos es importante, pero también tenemos el desafío de abrazar un llamado más elevado: el llamado a participar en un trabajo regenerativo. Así como en el mundo natural, donde la agricultura regenerativa apunta a un ecosistema próspero, nuestras congregaciones están llamadas a cultivar comunidades vibrantes con crecimiento y diversidad.

Nuestra misión no es sólo mantener el statu quo, sino participar activamente en un ministerio que promueva nueva vida. Esta es una oportunidad para que usted como predicador comparta ejemplos de ministerios que tienen un efecto dominó, creando un impacto positivo que se extiende más allá del momento inmediato. Anime a sus congregaciones a visualizar sus talentos colectivos como semillas para esfuerzos que den vida. Ayúdales a invertir sus talentos en el trabajo audaz y atrevido de compartir el amor de Dios con un mundo que lo necesita.

Desde mi conversación en el avión, he estado estableciendo paralelos entre los principios de la agricultura regenerativa y nuestra vida congregacional. Me parece importante enfatizar que, para ser un ecosistema próspero, nuestras iglesias deben caracterizarse por la diversidad, la salud y el crecimiento continuo. A través de esfuerzos intencionales para construir relaciones vivificantes, fomentando la inclusión, e involucrándonos con la comunidad, podemos contribuir a un entorno floreciente profundamente enraizado en el amor de Dios. Así como la agricultura regenerativa busca la armonía dentro del ecosistema, nuestra vida congregacional debe esforzarse por tener una relación correcta con Dios, con los demás, con nuestros vecinos, con los extraños y con el mundo que nos rodea. Justicia significa que exploramos cómo se construye un ecosistema saludable sobre la base del amor, el apoyo mutuo y el compromiso con la obra transformadora de Dios.

Tenemos la gran responsabilidad de cuidar los dones que Dios nos ha dado. Cuando nuestras congregaciones participan en una obra que promueve vida nueva, el impacto se acumula, creando un impulso que continúa bendiciendo tanto a la iglesia como al pueblo en general. Anime a su congregación a adoptar esta visión de crecimiento y bendición continua.

Mientras las declaraciones de “lloro y crujir de dientes” (v. 30) siempre me molestan un poco, debo admitir que también son una dosis de realidad. Cuando simplemente enterramos nuestras iglesias en la arena, cuando simplemente mantenemos las cosas con la esperanza de volverle a Dios lo que heredamos, entonces nos dirigimos a tiempos oscuros. Sin sueños, sin esperanzas, sin probar cosas nuevas, sin escuchar al pueblo afuera de nuestras paredes, sino simplemente tratando de sostener el ministerio, (o aún peor, solo sobreviviendo) nuestras congregaciones se convierten en templos vacíos y sin vida, ni alegría, ni capacidad de participar en la resurrección. Confieso que soy testigo de mucho llanto y crujir de dientes tanto en congregaciones como en las comunidades que las rodean.

Mientras reflexionamos sobre la “parábola de los talentos,” reconozcamos el llamado divino a ir más allá de la sustentabilidad y embarquémonos en un trabajo regenerativo. Que nuestras congregaciones sean un faro de ministerio vivificante, cultivando un ecosistema espiritual diverso, saludable y próspero. Que construyendo sobre las bases que Dios nos ha confiado, nuestros talentos colectivos den frutos que nutran y promuevan una nueva vida tanto en nuestras congregaciones como en los pueblos y el mundo que nos rodea.