Comentario del San Mateo 28:1-10
El miedo: un tema descuidado
[¿Buscas un comentario sobre San Juan 20:1-18? Fíjate en este comentario del Domingo de la Resurrección de Nuestro Señor de Heydi Tatiana Galarza Mendoza.]
El teólogo Reinhold Niebuhr escribió: “Sólo los poetas pueden hacer justicia a las historias de Navidad y Pascua y no hay muchos poetas en el púlpito.”1 En su contexto histórico—los Estados Unidos de los años cincuenta del siglo XX—Niebuhr critica a la tendencia de enfocarse en una defensa de la historicidad de la resurrección o la encarnación de una manera que no aprecie el poder del misterio. Actualmente hay muchos que se enfocan en la victoria de la cruz sin considerar adecuadamente la profundidad del trauma en el evento. En muchos leccionarios, en el domingo anterior hay una opción de leer la Entrada Triunfal o la Pasión porque no en todas las iglesias se realiza un culto especial en el Viernes Santo. Muchos cristianos y cristianas escogerán la Entrada Triunfal porque prefieren observar un desfile en vez de una ejecución. La verdad es que no hay resurrección sin muerte y no hay Pascua sin Viernes Santo. Son dos lados de la misma moneda.
Existe una tendencia de enfocarnos demasiado en la “victoria” de la cruz. Sí, es una victoria, pero en medio de las celebraciones y exclamaciones de “¡Cristo vive!” nos olvidamos del temor que dominaba aquella primera madrugada pascual y los días posteriores. No es sin razón que los ángeles—mensajeros de Dios—casi siempre empiezan sus declaraciones oraculares con “no temáis.” Es tal vez el mandamiento divino más común de toda la Biblia. Pues, ¿qué se aprende del tema de miedo en la Pascua? En los comentarios sobre esta perícopa y sobre las lecturas para los próximos tres domingos (Juan 20:19-31; Lucas 24:13-35; y Juan 10:1-10), el miedo es un tema descuidado. Sin embargo, el tema une los textos evangélicos y presenta a quienes predican la oportunidad de elaborar una serie de cuatro sermones. El primero sería “Resurrección en medio del miedo.”
“Resurrección en medio del miedo”
Los líderes religiosos y los guardias temen
Respecto al tema de miedo, el diseño del texto mismo no es casual. En la versión de San Mateo, el relato se encuadra en los intentos de negar la resurrección. En los versículos anteriores, los sacerdotes se acuerdan de la promesa de Jesús—que estando en vida había dicho que resucitaría después de tres días—y piden a Pilato que ponga una guardia en el sepulcro y Pilato consiente en hacerlo (27:62-66). En los versículos que siguen nuestra perícopa, los mismos líderes religiosos sobornan a los guardias y les piden que digan que los discípulos habían hurtado el cuerpo de Jesús (28:11-15). La mera posibilidad de la resurrección causa miedo a los líderes religiosos y políticos.
También vale mencionar, brevemente, que los guardias se asustan tanto que “temblaron y se quedaron como muertos” (v. 4). Aparentemente pueden ver y oír todo lo que el texto menciona ya que después avisan a los sacerdotes principales (28:11). Presenciar el terremoto, el aspecto resplandeciente del ángel, y la aparición de Jesús mismo es tan abrumador que ellos quedan paralizados de miedo.
Después de una tragedia, la negación es a menudo la primera etapa del duelo. Se debe notar que la negación, aquí visible en la actitud los sacerdotes, empezó con los discípulos. La negación más conocida—que provocó la ira de Jesús mismo—fue la de Pedro (Mt 16:21-22) y es la negación de la Pasión. Allí Jesús pronosticó su sufrimiento y muerte en la cruz y el apóstol no lo quiso aceptar. Luego grupos gnósticos construyeron argumentos elaborados para explicar que Cristo no murió realmente, sino que fue crucificada otra persona (véase, por ejemplo, el libro apócrifo Los Hechos de Juan). Otros sugirieron que Jesús no sufrió nada, sino que se levantó de la cruz, y no murió (véase, por ejemplo, el apócrifo Evangelio de Pedro).
¿Por qué había tanta aversión a la idea que el Mesías hubiera muerto en la cruz? Por un lado, la idea de la muerte no concordaba con ciertas ideas imperantes sobre la identidad y el carácter del Mesías tan esperado por los judíos. Era inimaginable que un Rey Davídico o Libertador Divino llegara a tal fin. Por otro lado, la realidad de la crucifixión era problemática. Era un castigo de tortura agudísima, reservado por los romanos para los “enemigos del estado,” y utilizado como forma de aterrorizar a la gente. Es por eso que San Pablo escribió: “nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura” (1 Co 1:23).
Las mujeres temen y gozan
En el centro del texto está el miedo de las mujeres. Aunque el ángel les dice “no temáis” (v. 5), ellas huyen del lugar “con temor y gran gozo” (v. 8). Mateo nos dice que ellas habían estado presentes en la crucifixión (27:56) y que permanecieron junto a Jesús hasta el entierro (27:61). Ellas ya sienten temor, o sea horror, antes de llegar al sepulcro. Llevan el trauma de haber presenciado la ejecución de su querido Jesús. Viven en un estado de miedo, y su temor crece con la conmoción de encontrarse con el ángel de Dios. No debe sorprendernos que huyan. Con razón, Paul Tillich escribió: “Se puede decir con seguridad que un hombre que nunca ha intentado huir de Dios nunca ha experimentado tampoco al Dios que es realmente Dios.”2
Mateo nos dice que, en medio de su temor, las mujeres también tienen “gran gozo” (v. 8). ¡Qué raro sentir “gran gozo” y temor a un mismo tiempo! El trauma de la crucifixión y el miedo no desaparecen instantáneamente con la buena noticia de que Cristo “ha resucitado” (v. 6). Cuando ellas se encuentran delante del Cristo Resucitado, él les repite las palabras de consuelo “no temáis” (v. 10). Ellas reaccionan con alabanza. Luego aceptan la comisión de regresar a Galilea con gozo en medio—y a pesar—del miedo. A pesar de su propio temor, su experiencia con el Cristo Resucitado exige que vayan y compartan las nuevas con otras personas que viven en temor. Llevan a los discípulos también una promesa: “allí me verán” (v. 10). Es decir, la resurrección ocurre en medio—y a pesar—del miedo; y así debe ser aceptada por las personas creyentes.
El trauma y el miedo están muy presentes en las comunidades actuales. ¿Cómo se sienten las nuevas de la resurrección en medio de estas inquietudes? ¿Tenemos razón y fuerza para alabar en tiempos de incertidumbre? ¿A quiénes nos manda Cristo que llevemos las buenas nuevas?
Notas:
1. R. Niebuhr, Essays in Applied Christianity (New York: Meridian, 1959), 29.
2. P. Tillich, “Escape from God,” The Shaking of the Foundations (New York: Scribners, 1955).
April 15, 2017