Tercer Domingo de Cuaresma

Determinados/as por el poder de la palabra de Jesús

windswept tree in foggy landscape
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March 20, 2022

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Comentario del San Lucas 13:1-9



Más allá del Sitz im Leben1 de esta perícopa, lo central de este discurso de Jesús se hace evidente para quien lee en cualquier época y lugar. Pues se trata de principio a fin de la tensa disyuntiva entre la justicia e injusticia del destino humano. Reflexionando sobre esto pensaba en algunos feligreses, amigos/as y seres queridos que pasan o han pasado por situaciones de aflicción, tanto físicas como emocionales. Luego pensaba en mí mismo a la luz de situaciones de tensión, desasosiego y/o falta de sentido.

Creo que de una forma u otra todos/as nos hemos preguntado en alguna oportunidad por la voluntad de Dios en situaciones de crisis, injusticias de diverso tipo, violencia o enfermedad. Y a esto se suma la pregunta sobre la concreción de dicha voluntad, siempre y cuando esta exista como tal. Digo esto con una visión crítica sobre el otorgamiento de intenciones a Dios, lo cual en repetidas ocasiones no es más que la proyección de nuestros propios deseos e ideales. De estas preguntas nace incluso una pregunta aún más acuciante: ¿la voluntad de Dios se impone por sí misma o debemos llevarla adelante quienes creemos en Dios? Yo sé que esta pregunta no puede ser respondida por ningún/a predicador/a de manera taxativa o definitiva, pero esto no implica ignorarla, ya que en la incomodidad que provoca radica tal vez la posibilidad de encontrar nuevos caminos para vivir nuestra fe junto a otras personas en medio de las tensiones anteriormente mencionadas.

Si volvemos al texto bíblico, vemos claramente que a Jesús le preguntan por el destino de algunos hombres y que quienes preguntan dan a entender que quizás los malogrados merecían su destino. Nada nuevo bajo el sol, ya que también en oriente y desde tiempos lejanos se ha intentado explicar las situaciones infelices a la luz de una idea arbitraria de la perfección de Dios, lo que ha tenido cierta recepción en el Antiguo Testamento, con una marcada tendencia cultual. De esta manera, una situación indeseable sólo puede ser causa de la voluntad de Dios o la ausencia de esta. En la perícopa se muestra entonces a personas que ignoran el azar, el sin sentido y el misterio en favor de una idea de causa y efecto, queriendo remontarse seguramente a la perspectiva veterotestamentarea de la perfección de Dios, en el sentido de que Dios sólo hace lo bueno.2 Enormemente relevante en este sentido es la riqueza de la tradición veterotestamentarea, que nos entrega una serie de visiones diferentes de la fe en Dios, que coexisten en el marco de un maravilloso antagonismo. Por eso no sorprende que nos encontremos con unos textos que afirman que Dios permite el mal (todo el libro del Job) y otros que afirman que Dios lo genera (por ejemplo, Isaías 45:7).

¿Pero qué nos dice Jesús en la narración de Lucas para este domingo? Que la muerte en su especificidad está fuera del entendimiento humano, ya que no puede ser experimentada para luego ser explicada. De esta forma queda también fuera del alcance de las ciencias naturales o de la matemática. Lo único claro parece ser su poder y por eso el filósofo Martin Heidegger afirma que la muerte nos determina para la vida.3 A eso su amigo teólogo, Rudolf Bultmann, replica que lo que realmente determina la vida y su autenticidad es la fe en Cristo.4 En este sentido, el evangelio nos muestra hoy que lo único que nos resta es abrirnos a la palabra de Dios para vivir una vida verdadera (vv. 3-4).  La culpa de un ser humano no se reconoce entonces por la forma en la que muere (v. 5). De esto nos da testimonio toda la escritura, desde Moisés a Jesús, pasando por varios profetas. Al mismo tiempo, Jesús cuestiona la intencionalidad de la pregunta con varias nuevas preguntas, las cuales apuntan al centro de la temática que se quiere abordar: la relación entre la vida, la muerte y Dios, siendo la relación con Dios lo esencial de la existencia humana, ya que en esta relación se determina la facticidad de la vida y la muerte.

En los funerales, suelo decir que la vida no radica sólo en lo biológico, sino también en la experiencia de lo esencial, esto es, el amor y la percepción de los detalles diarios a la luz de la palabra de Dios. En este sentido, la cruz y la resurrección de Jesucristo son el antídoto para la muerte y con ello para cada dolor y cada injusticia que no puede ser resuelta por los seres humanos. He aquí una faceta revolucionaria del evangelio, ya que la inconformidad frente a las injusticias se torna en el motor para enfrentarlas y la esperanza está puesta en el significado de lo que vivimos y hacemos, que no está definido por medidas humanas, sino primeramente por el evangelio.

Jesús acentúa su conocido mensaje profético con un marcado carácter apocalíptico, con el objetivo de llamar a un cambio de vida y con ello a una metamorfosis (vv. 3-5). Jesús aglutina con ello la tradición veterotestamentarea en su mensaje, la cual se encarna también en su persona, para llamar encarecidamente al arrepentimiento, que es un llamado a renunciar a nuestras propias seguridades y falsos ideales, para dejarnos determinar en vez por el poder de su palabra, que resuena en la cruz y la resurrección de Cristo nuestro salvador.


Notas:

  1. Término usado y establecido desde comienzos del siglo XX en la teología de habla alemana, especialmente en el desarrollo de la así llamada crítica de las formas (Formgeschichte), que busca profundizar en la situación en la cual un texto nace y en el cual el contenido de dicho texto se enmarca y define. Aunque el término como tal se atribuye a Johann Friedrich Hermann Gunkel, un experto en Antiguo Testamento nacido en el siglo XIX con labor académica en la Universidad de Halle, su uso se hizo más habitual a partir el siglo XX, especialmente con los trabajos de Martin Dibelius y Rudolf Bultmann, entre otros.
  2. Véase el primer relato de la creación en Génesis 1, donde si bien se presenta esta visión, lo más importante es que se nos ofrece una composición sacerdotal y cúltica que pone de relieve la santificación del sábado en tiempos del exilio babilónico de Israel.
  3. M. Heidegger, Sein und Zeit (Niemeyer, Tübingen:1993), 250.
  4. R. Bultmann, Die christliche Hoffnung und das Problem der Entmythologisierung, 1954, 32.