Third Sunday in Lent (Year C)

Llamada misericordiosa al arrepentimiento

Luke 13:9
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March 24, 2019

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Comentario del San Lucas 13:1-9



Llamada misericordiosa al arrepentimiento

Hoy en día, al igual que en los tiempos de Jesús, no suele ser extraño escuchar comentarios que relacionan alguna tragedia humana con el juicio divino de Dios (Jn 9:1-2). ¿Quién no se acuerda de los comentarios que afirmaban que la caída de las torres gemelas en Nueva York el 9/11 expresaba el juicio de Dios sobre una nación?

Más recientemente, se transmite propaganda de políticos que atribuyen la aterradora experiencia que sufren los niños forzadamente separados de sus padres a claras infracciones de leyes inmigratorias. Con la Biblia abierta en Romanos 13:1-17, fácilmente encuentran en sus páginas la legitimización religiosa para castigar con fuerza cualquier infracción de la ley, sin importar las consecuencias.

Curiosamente, no se oye hablar mucho sobre el contexto político en Corinto, que era el lugar desde donde el apóstol escribió su carta a los Romanos. Keener concluye que, a pesar de que Nerón era emperador romano, aún no había empezado a perseguir a los cristianos. Durante este período, Nerón aún estaba bajo la influencia benevolente de Séneca y Sexto Burro y no del malvado Tigelino. Además, Nerón fue bien recibido en Grecia y especialmente en Corinto, donde mejoró las obras públicas.1

Dadas estas condiciones, valdría la pena preguntar si el apóstol Pablo tenía en mente el derecho divino de la implementación de cualquier ley aun cuando resultara en la deshumanización de una persona. Probablemente no. El mismo contexto de los textos bíblicos que defienden el derecho de un gobierno para implementar sus leyes da a entender que no siempre se identifican las acciones de un gobierno con el juicio divino de Dios. El significado y la actualización de un texto bíblico dependen del contexto en que se escribió.

En la lectura del evangelio de Lucas 13:1-9, Jesús frena las conversaciones de quienes buscaban en el sufrimiento humano alguna señal de la ira divina. El relato, como veremos, nos da otra manera de contemplar el sufrimiento.

El sufrimiento humano: Punto de partida para la introspección (vv. 1-5)

En la lectura del evangelio que nos ocupa, Jesús pide que dejemos de lado nuestras conclusiones imprudentes sobre el grado espiritual de personas como los galileos asesinados por Pilato o las dieciocho personas sobre quienes cayó la torre en Siloé (vv. 1-5).  A su vez, frente a la tragedia humana, ya sea física (vv. 1-5) o espiritual (vv. 6-9), el Señor nos llama a identificarnos con quienes sufren.  Sin embargo, la manera en que hemos de identificarnos con quienes sufren no deja de sorprender: “¿Pensáis que estos…, porque padecieron tales cosas, eran más pecadores que los demás…?” (vv.  2, 4). En efecto, hemos de ver en el rostro del pueblo que sufre el reflejo de nuestra propia pecaminosidad.

El asesinato terrible de los galileos por Pilato fue un acto grotesco hecho durante un acto solemne de adoración: después de matarles, mezcló su sangre con la sangre de sus sacrificios (v. 1). No se sabe el motivo detrás del macabro plan de Pilato, aunque el historiador Josefo comenta que los galileos eran proclives a rebelarse contra el estado. Pilato, siendo gobernador de una provincia alejada de Roma, habría llegado a Jerusalén para imponer el orden.2

Aunque el texto guarda silencio sobre el evento que desencadenó la furia de Pilato, aún nos tiene mucho que decir. Puede que este silencio nos sirva para evitar la distancia entre el pecado u acto de rebelión de aquellos galileos del primer siglo y nuestro “pecado” hoy. El pecado es lo que nos une; no hace falta identificarlo en este contexto en particular (v. 5; 1R 8:46; Ro 6:23). 

La viña de Dios: Un retrato de la gracia (vv. 6-9)

La parábola de la higuera en una viña sin fruto nos provee una metáfora de otro tipo de tragedia humana, a saber, la resistencia a Jesucristo y a la justicia que Dios quiere que hagamos florecer en su nombre. La imagen de una viña o árbol sin fruto se aplica con frecuencia al pueblo de Dios (Mi 7:1; Is 5.1-7; Os 9:10; Jl 1:7; Jn 15). Normalmente, había que esperar tres años para la maduración de un árbol de higos. En el relato de Lucas, el viñador pide al dueño de la viña esperar un año más antes de cortarlo (v. 8). Curiosamente, sugiere Gledenhuys, los tres o cuatro años corresponden al período en que Jesús ejerció su ministerio.3 Con esto, el evangelista Lucas enfatiza la paciencia –aunque limitada– de un Dios que hace todo lo posible para cultivar el fruto del arrepentimiento. 

Tanto el relato sobre la muerte de los galileos y los dieciocho como la parábola de la higuera nos enseñan dos perspectivas similares. En primer lugar, que no seamos imprudentes en nuestras proclamaciones sobre el grado de espiritualidad de quienes sufren. La Biblia nos presenta varias perspectivas sobre el sufrimiento. Por un lado, relaciona el sufrimiento del ser humano y la creación con el pecado individual (Gn 3; Ro 5). Pero, en otras ocasiones, como en el libro de Job, resiste vincular el sufrimiento con el pecado. En otros textos, Dios usa el sufrimiento para examinar el corazón (Dt 8:3; Pr 3:11-12), para redimir al ser humano (Is 52:13–53:12; 1 P 2:24) o como instrumento de nuestra identificación con Cristo (Col 1:24). En otros casos, el sufrimiento es simplemente, como alguna vez dijo Edgar Moffatt, parte integral de la parálisis escatológica en que vivimos (Ec 9:11-12). La segunda enseñanza de los relatos es que la realidad indefectible de la muerte, ya sea física o espiritual, debe ser un llamado al arrepentimiento.

En este tiempo, no predominan estas posturas en los discursos políticos referidos a las tragedias humanas. Es más fácil apoyarse en los textos que pretenden explicar el sufrimiento que en aquellos textos que nos llaman al arrepentimiento. Debería ser al revés.


Notas:

1. Comentario sobre Romanos en Craig S. Keener, The IVP Bible Background Commentary: New Testament (InterVarsity: Downers Grove, 1993), 441.

2. Norval Gledenhuys, The New International Commentary on the New Testament: The Gospel of Luke (Eerdmans: Grand Rapids, 1977), 370; W. Leifeld, “Luke,” en Matthew, Mark, Luke, Vol. 8 de The Expositors Bible Commentary, ed. Frank E. Gaebelein (Zondervan: Grand Rapids, 1984), 970-971.

3. N. Gledenhuys. The New International Commentary on the New Testament: The Gospel of Luke, 373-375.