Comentario del San Juan 2:13-22
Luego de la narrativa de las bodas de Caná en Galilea (Juan 2:1-12), la acción del evangelio de Juan se mueve a Jerusalén. La ciudad de Jerusalén era el centro político y religioso de la comunidad judía. No solamente se encontraba allí el templo, conocido como el templo de Herodes (ya que los babilonios habían destruido el templo original en el año 587 BCE), sino también el palacio del rey construido por Herodes el Grande entre el año 37 BCE y el 4 CE. Respecto del templo, hay que recordar que el primer templo había sido finalizado por el rey Salomón alrededor del año 957 BCE. El templo que ahora estaba en Jerusalén era el segundo templo, que Herodes el Grande había renovado en el año 20 BCE. Y este es el escenario del texto del Evangelio de Juan asignado para el Tercer Domingo en Cuaresma. La larga y tortuosa historia del templo y la ciudad de Jerusalén sirve como trasfondo para entender la importancia del templo en el conflicto que tuvo Jesús con las autoridades de su tiempo.
Al colocar la narrativa de la purificación del templo de Jerusalén al principio de su obra, el autor del Evangelio de Juan quiere de entrada, así como hizo en los primeros versos del primer capítulo (Juan 1:1-5) de su escrito, dejar en claro que la persona de Jesús es el nuevo templo que mediatiza la presencia de Dios en el mundo. Esta es la fe de la comunidad de Juan. La mayoría de los eruditos del Nuevo Testamento ubican el escrito de Juan a finales del siglo primero de nuestra era, o en las primeras décadas del segundo siglo de nuestra era. Para el tiempo de la redacción del Evangelio de Juan, el templo de Jerusalén que había sido destruido por el ejército del Imperio Romano en el año 70 CE, ya no estaba en su lugar. Dada esta realidad histórica, puede entenderse que el énfasis del autor de Juan sobre Jesús recaiga en su carácter de portador de la presencia divina para la comunidad judeocristiana a la que le escribe. Dicho esto, debemos tener cuidado de no olvidar que los primeros creyentes eran judíos y que el conflicto de estos con sus compatriotas no debe utilizarse para promover ideas antisemitas ni xenofobias contra la comunidad judía de nuestro tiempo. Al fin de cuentas, el conflicto de la comunidad de Juan con el judaísmo de su tiempo era un debate teológico religioso interno entre miembros del mismo grupo étnico. En otras palabras, el Nuevo Testamento es en gran medida literatura judía del primero y segundo siglo.1 No debemos utilizar ese conflicto de un pasado lejano como pretexto para odiar o difamar a la comunidad judía contemporánea. Lamentablemente, las Sagradas Escrituras se han utilizado a través de la historia para este fin. Debemos enfatizar que, de acuerdo con Juan 3:16, Dios ama a toda la creación; no solamente a quienes creen en Jesús como Hijo de Dios.
Ya que, según Juan, Jesús es encarnación de la presencia de Dios en el mundo, la narrativa del texto de Juan 2:13-22 nos presenta a un Jesús que defiende el honor de Dios al remover a los comerciantes del entorno del templo. La palabra en griego que utiliza Juan en su Evangelio para describir el mercado es emporion (v. 16). Esta es una palabra que describe el lugar donde mercaderes llevan a cargo su negocio e intercambio de mercancía. Según algunos comentaristas, muchos del campesinado de la época de Jesús, particularmente de Galilea y de otras regiones fuera de la ciudad de Jerusalén e inclusive contemporáneos del autor de Juan, no tenían en alta estima a los comerciantes, ya que los tildaban de ladrones.2 El uso de la casa de Dios para el enriquecimiento del sector comercial es criticado por las acciones de Jesús al remover la mercancía y a todas las personas involucradas con la venta de animales y cambio de monedas. Jesús explica lo que él quiere cuando habla de la adoración en Juan 4:23-24, durante su encuentro y conversación con la mujer de Samaria. En este diálogo altamente teológico, Jesús declara que la adoración a Dios es “en espíritu y en verdad.” Dada la asociación de la actividad económica con la falsedad, debido a la estafa y posible aprovechamiento de algunos mercaderes con los peregrinos que venían a celebrar las fiestas sacras en Jerusalén (ver también San Marcos 11:15-19), podemos entender cómo este reto al sistema económico de su tiempo hizo de Jesús una “persona non grata” para los poderosos de su tiempo.
Ya que este relato aparece en los cuatro evangelios, debemos darle gran importancia, teniendo el cuidado, lo digo una vez más, de no caer en algún antisemitismo o una teología que invalide la relación de Dios con el pueblo judío, o describir a los miembros de esta comunidad como los malvados de la historia. Si hacemos esto, promovemos un Evangelio distorsionado que no libera, sino que esclaviza. Ya que, según el autor de Juan, Jesús enfrentó a las personas e instituciones que abusaban de su poder para lucrar usando a Dios de excusa, nuestro llamado es a hacer lo mismo en nuestro contexto. La corrupción en la iglesia y el Estado no es nada nuevo. La nacionalidad o la fe de las personas que abusan de su poder no son el asunto más importante, sino sus actos de usurpar la fe en Dios para convertirla en un mercado para el lucro personal. No olvidemos que, en la narrativa de Juan, Jesús viene de Galilea a la ciudad de Jerusalén, donde los galileos no eran bien vistos por los líderes y la elite de la sociedad debido a que eran parte del campesinado y la clase obrera de la que dependía la ciudad de Jerusalén para su funcionamiento. Finalmente, para el autor de Juan, quien ve en Jesús la plenitud de la presencia divina, esta narrativa sobre la purificación del templo de Jerusalén es una invitación a la comunidad cristiana a ver en la adoración una experiencia de comunión con la divinidad y con la humanidad; no una oportunidad para explotar económicamente a quienes en espíritu y en verdad rinden culto a Dios. En esta Cuaresma, el emporion de toda la creación debería ayunar, no de un determinado tipo de comida, sino de la explotación de los recursos naturales, la explotación a los trabajadores y la promoción de ideas políticas que son para el detrimento de la humanidad, sobre todo la de los sectores más vulnerables tales como las mujeres, la comunidad LGBTQIA+, los pobres, los inmigrantes y las personas con retos físicos o mentales. El Jesús de Juan nos invita a confiar en Dios a través de su persona, que nos libera para que construyamos una comunidad solidaria donde la explotación y la marginación no sean aceptadas como virtudes religiosas.
Notas:
- Marylyn Salmon. Preaching with Contempt; Overcoming Unintended Anti-Judaism. Fortress Press, Minneapolis. P. 29.
- Bruce J Malina and Richard L Rohrbaugh. Social Science Commentary on the Gospel of John. Fortress Press, Minneapolis, 1998. P. 74.
March 3, 2024