Tercer Domingo de Cuaresma

Jesús es el nuevo templo

Pigeon looking left
"In the temple he found people selling cattle, sheep, and doves" (John 2:14). Photo by Max Berger on Unsplash; licensed under CC0.

March 7, 2021

View Bible Text

Comentario del San Juan 2:13-22



El texto de este domingo se encuentra en el comienzo del llamado libro de los signos (cc. 1-12), que es la primera de las dos partes en que Juan desarrolla su relato evangélico. En ella, se presentan siete signos realizados por Jesús, cuyo significado se profundiza en los discursos o diálogos que les siguen. El primero en Caná; el último, la cruz. Signos y significados que van presentando la verdadera identidad de Jesús en relación con las instituciones judías, su esperanza y el mismo Yahvé.

El gesto en el templo es el segundo de los siete signos, narrado inmediatamente después del que fue realizado en Caná de Galilea, donde Jesús cambió el agua de las purificaciones judías en buen vino que repartió generosamente como novio mesiánico, figura con la que Juan le presentaba allí.

En el texto de hoy, Juan sitúa a Jesús en el templo de Jerusalén durante la fiesta de la Pascua, que era un tiempo de especial expectación escatológica y mesiánica. En su atrio, Jesús realiza una acción simbólica: expulsa a los mercaderes del templo. Mientras Juan sitúa este episodio, convertido en signo, al comienzo de su evangelio, los sinópticos lo sitúan en la última semana de vida de Jesús y como acontecimiento decisivo para su ejecución. La inmensa mayoría de los exégetas opina que la situación en los sinópticos es más fiel a la noticia histórica. Al preguntarse por la razón por la que Juan sitúa la escena al comienzo de la vida pública de Jesús, la mayoría de los exégetas piensa que se debe a que va a guiar la teología que desarrollará en su relato, centrado en mostrar la verdadera identidad de Jesús en relación con Yahvé. El cuerpo, la persona de Jesús, va a ser considerada como el lugar donde se hace presente Dios, así como en el Antiguo Testamento se habla de la gloria de Yahvé como la presencia visible del Dios invisible en realidades y objetos.

Llegar a captar el auténtico significado de los signos que apuntan a la verdadera identidad de Jesús implica saber “ver,” mirar de forma que se llegue a desentrañar y percibir la verdad última que se manifiesta en el signo. Por eso, en Juan es tan importante la alusión al “ver,” cuyos niveles diversos se expresan con diferentes verbos griegos: desde el ver más superficial (theôrein) a aquellos que desentrañan el significado profundo de lo que se ve (idein) y la visión más perfecta (horaô).

La acción de Jesús en el templo ha sido interpretada de maneras diversas a lo largo del tiempo: como una acción violenta de toma del templo o como purificación del culto sangriento de animales o de los negocios económicos. Hoy en día, la mayoría de los exégetas interpretan la acción como un gesto simbólico de los que Jesús, al estilo de los profetas (cfr. Jer 19:10-14), hizo durante su vida. Esos gestos solían ir acompañados de algunas palabras, más o menos claras, sobre su significado. La tradición judía hablaba de que Dios, en el tiempo escatológico construiría un nuevo templo. Juan recoge esta idea de la construcción de un nuevo templo y la centra en la persona de Jesús (v. 19).

Lo que Jesús derribó era esencial para el sistema cultual. No era la primera vez que un profeta criticaba el culto en el templo. La crítica del Jesús histórico parece haber ido dirigida a un sistema cultual que, en lugar de favorecer el acceso a la presencia de Yahvé y el encuentro con él, lo encerraba en un sistema ritual regido por unas normas de pureza que excluían e impedían a ciertos tipos de personas el acceso a su presencia. Jesús de Nazaret hacía presente a un Dios que salía a buscar lo caído e impuro a los ojos de sacerdotes, escribas y fariseos.

En el texto de hoy, Jesús derriba lo que era sustancial para el culto sacrificial y, con la cita de Zac 14:21, reprocha que el culto se haya convertido en un mercado donde se compra y se vende el acceso a la presencia de Dios (v. 16). El evangelio de Juan parte de esta tradición primera, más parecida a los sinópticos, pero, en un momento posterior de su larga historia de composición, la profundiza y la centra en la persona de Jesús y su identidad como lugar de presencia de Yahvé. Cuando el evangelio de Juan recibió su forma definitiva, el templo de Jerusalén como lugar de la presencia de Yahvé entre su pueblo ya había sido destruido y existía una división sobre cómo afrontar esa situación. Juan relee la tradición, hace memoria de la vida de Jesús, relee sus gestos, “ve” en profundidad, y lo expresa de forma novedosa: el nuevo templo será el “cuerpo,” la persona de Jesús glorificado.

Pero este “saber” tan revolucionario sólo puede alcanzarse haciendo memoria con la ayuda del Paráclito (16:13), es decir, al recordar en un momento nuevo la vida de Jesús y comprender su significado en una totalidad más profunda. Por eso dice Juan: “cuando resucitó de entre los muertos, sus discípulos recordaron que había dicho esto, y creyeron en la Escritura y en la palabra que Jesús había dicho” (v. 22). Desde esa comprensión más total pueden llegar a “conocer” quien es Jesús. La “memoria,” ayudada por el Paráclito, tiene una importancia grande en el evangelio de Juan. Por eso aquí, con un típico recurso joánico al malentendido, el evangelista centra el nuevo templo en la persona de Jesús: “Pero él hablaba del templo (vaos en el original griego) de su cuerpo” (v. 19). Esta declaración es el fruto de una mirada creyente que hace memoria y “ve,” que penetra los signos y confiesa quién es Jesús en relación con Yahvé: es el nuevo lugar de su presencia. Esta confesión se va a ir profundizando a lo largo del evangelio, mostrando siempre la necesidad de ese “ver” para permanecer en Jesús y en el Padre y ser así trasformados/as.

A lo largo del evangelio se irá repitiendo esa necesidad de recordar y de “ver” en profundidad, más allá de las apariencias, quién es en realidad Jesús. Saber mirar los signos y ver y desentrañar en ellos la identidad de Jesús, la presencia de Yahvé en él, como señalan los signos y tratarán de explicitar los discursos.

El templo vuelve a aparecer a lo largo del Evangelio de Juan para dejar ver su insuficiencia. Por ejemplo, en el relato de la Samaritana (Jn 4) donde se habla de una adoración al Padre en espíritu y en verdad. También en Jn 7-8, donde Juan sitúa en el templo la auto-revelación de Jesús como esa presencia de Dios que abandona el templo, al salir Jesús de él (8:59). El cuerpo de Jesús, cuyo costado manará agua de vida en el momento de la lanzada, recordando la promesa de Ez 47 y Zac 14:8 y atrayendo hacia Yahvé a todas las gentes. Este episodio y el signo que narra son fundamentales en el desarrollo del relato y la teología joánica. Por eso está al comienzo. Marca la dirección de la mirada.