Second Sunday in Lent (Year B)

En Marcos 1:1-8:26, el evangelista presenta el poderoso ministerio de Jesús en Galilea, levantando en los testigos la interrogativa en cuanto la identidad y autoridad de este hacedor de milagros.

March 4, 2012

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Comentario del San Marcos 8:31-38



En Marcos 1:1-8:26, el evangelista presenta el poderoso ministerio de Jesús en Galilea, levantando en los testigos la interrogativa en cuanto la identidad y autoridad de este hacedor de milagros.

Entre los maravillados por los milagros Marcos incluye aquellos que eventualmente se opondrán al mesianismo de Jesús, los expertos en la religión de su día.
 
Mc 8:27-10:52 clarifica el tema del mesianismo de Jesús. En esta sección, confinada por dos historias de ciegos que reciben la vista (8.22-26 y 10.46-52), la identidad de Jesús y la del verdadero discípulo se despliegan a través de tres pronunciaciones (predicciones) de la pasión y muerte del Mesías Jesús (8.31; 9.30-31; 10.32-34). El Mesianismo de Jesús no es anticipado por la expectativa mesiánica de los judíos del primer siglo. Por tanto, después de cada una de las tres pronunciaciones, los discípulos responden con incomprensión–para ellos es difícil aceptar la idea que el Mesías sufriría de la manera que Jesús describe. Consecuentemente, las historias de los ciegos que confinan la sección sirven como metáforas para lo seguidores de Jesús a través de todos los tiempos–su vista es parcial y ahora no ven claramente (8.22-26), pero después responden con fe y ven (10.46-52). 

La lección de esta semana ilumina el llamado al discipulado a luz del mesianismo de Jesús. La referencia al “Hijo del Hombre” trae a la mente de los presentes el majestuoso ser que con gran poder y autoridad conquista (Daniel 7.13-14) los enemigos del pueblo de Dios. Mas Jesús añade que es necesario que el Hijo del Hombre “padeciese mucho…fuese desechado…y que fuese muerto. La necesidad aquí declarada no significa que por la política del día y la oposición de los líderes religiosos el fin de Jesús es inevitable, sino que el propósito de las Escrituras y de la voluntad Divina inevitablemente conduce a la pasión del Mesías. Pedro habló por el grupo de discípulos cuando reprende a su maestro. Por su parte Jesús reprende a Pedro por ser agente de tentación ya que él (Pedro) tiene en mente un Mesías meramente político. 

La respuesta de Jesús reduce el llamado a tres imperativos (mandamientos) que todo discípulo de Jesús, desde aquellos primeros en la Palestina antigua hasta nosotros en el siglo 21, ha de tener siempre en mente, aunque hacemos mas énfasis en ellos durante la cuaresma. Jesús invita a todo aquel que quiera identificarse con Él a (1) negarse a sí mismo, (2) tomar su propia cruz, y (3) seguir al Maestro. Estos tres imperativos deben de ser comprendidos en su contexto histórico antes de ser aplicados a nuestro presente contexto. Ambos son necesarios para que podamos obedecer el llamado a ser discípulos. Cuando Jesús declara que el que quiera ser discípulo debe negarse a sí mismo el Señor demanda que sus seguidores han de reorientar radicalmente sus vidas de tal manera que no buscan sus propias prioridades sino las prioridades del Reino de Dios y de Cristo.

La cruz en los tiempos de Jesús era un emblema de cruel ejecución cuyo propósito era humillar y torturar aquellos desafortunados que sufrían crucifixión. Hoy día la cruz es una insignia de gloria y del poder de Dios para salvarnos, y con orgullo usamos cruces para adornar nuestra apariencia. Con este mandamiento Jesús demanda que sus seguidores se identifican tanto con el Reino de Dios de tal manera que estén dispuestos a sufrir en cruel cruz pues se han hecho enemigos de lo que este mundo valoriza.  Ser discípulo insinúa enemista con el sistema de este mundo. 

Finalmente el tercer mandamiento invita al que quiera ser discípulo a seguir a Jesús. Ahora Jesús da las espaldas a Galilea y dirige sus pasos hacia Jerusalén y el fin que allí le espera.  El discípulo ha de seguir esos mismos pasos, aun cuando estima que el camino esta repleto de trampas, obstáculos, enemigos y hasta la muerte. 

Ideas Homiléticas
Este pasaje presenta la vida discipular a luz del mesianismo de Jesús, y por tanto el pasaje se divide claramente en dos partes principales que deben forjar el esqueleto de la presentación homilética. Primero, en 8.31-33 encontramos una aclaración del mesianismo de Jesús. Contrario a la expectativa triunfante de aquellos días (según este mundo define el triunfo ya que nosotros consideramos la muerte de Jesús como el triunfo de Dios) Jesús presenta un mesías sufriente, algo absurdo para los religiosos del judaísmo del primer siglo. En esta sección el predicador ha de visualizar lo que la mayoría de los judíos del primer siglo esperaban de su Mesías y como la presentación de Jesús choca con esa expectativa. La reacción de Pedro seria típica de su día. Pedro confiesa que Jesús es el Mesías esperado, pero no puede captar que es necesario que el Mesías sufra y muera.

En la segunda parte, Jesús define el discipulado de sus seguidores en términos de la experiencia que Él tiene por delante. Jesús va a Jerusalén para entregar su vida en rescate (vea Mc 10.45ss), aparentemente pierde su vida. Pero en la resurrección (que forma parte de las predicciones ya mencionas) Jesús toma su vida de nuevo. El ganar al mundo es una referencia a lo que el mundo valoriza sobre todo–lo presente y pasajero, placeres instantáneos y el énfasis egocentrista–pero al fin pierde el alma. El rescate del alma esta en confiar en Jesús. En esta pasaje esa confianza se expresa en la decisión de negarse a si mismo, tomar la cruz y comenzar la jornada del discípulo.

Por tanto, la exposición de esta lección salta de la estructura literaria del pasaje:
A. La Cruz de Jesús: Mesías Crucificado (8.31-33)
B. La Cruz y la Vida cristiana: Discipulado a luz de la Crucifixión (8.32-33)
C. La Cruz y su Recompensa: Vida eterna (8.34-38)

La idea central que este esquema comunica es la centralidad de la cruz en la experiencia del discipulado.  Hoy día hemos trivializado la cruz en la experiencia cristiana, reduciendo el llamado a leves privaciones durante la cuaresma (no consumir bebidas alcohólicas, no comer carne) o positivamente a dedicarnos mas a la lectura bíblica y a la oración. La realidad de la vida cristiana es que el llamado al discipulado es un llamado que demanda muerte a todo lo que el mundo ofrece (comodidades físicas y materiales, fama, poder, placeres, etc.) y una decisión de peregrinar en este mundo como extranjeros, en busca de la ciudad celestial. Muchos cristianos de nuestra era piensan que el llamado a tomar la cruz es solamente para aquellas personas que son invitados a una relación mas intima con el Maestro. En verdad que según Jesús, nuestras opciones son muy limitadas en cuando a esa invitación: o seguimos el ritmo de este mundo ó negamos lo que el mundo ofrece, tomamos nuestra cruz y seguimos a Jesús quien es el único guía que ofrece vida eterna.