Comentario del San Juan 1:29-42
Reconociendo al Cordero
“¡Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!” (v. 29). Estas son las palabras de Juan al observar que Jesús venía hacia él. No resistió la idea de quedarse callado, sino que inmediatamente reconoció y visibilizó a Jesús como el Cordero.
¿Qué significaba esta declaración en el ambiente en el que se movía Juan?
El cordero era un animalito que se sacrificaba para pedir perdón por los pecados; para realizar un acto de expiación a favor del pueblo.
En cambio este Cordero que presentaba Juan estaba vivo y se movía entre el pueblo. En boca de Juan, el autor del evangelio nos anticipa el sacrificio de Jesús, pero en aquel momento Jesús estaba ahí. Había sido bautizado por Juan, y ahora Juan testifica diciendo que el Espíritu había descendido sobre su persona.
Para Juan es muy importante reconocer y testificar de Jesús; lo había visto, lo había vivido y consideraba importante compartirlo.
La narración nos invita a considerar a Jesús como alguien importante para nuestras vidas, pero también como Aquel que nos busca y nos invita a participar de su proyecto de vida.
Se hace necesario continuar en la línea de la testificación. No podemos quedarnos callados/as. Tenemos que asumir una responsabilidad con las demás personas de presentarles al Maestro de amor.
Venid y Ved
“Volviéndose Jesús y viendo que lo seguían, les dijo: –¿Qué buscáis? Ellos le dijeron: –Rabí –que significa ‘Maestro’–, ¿dónde vives? Les dijo: –Venid y ved” (vv. 38-39).
El diálogo es muy importante en este escrito. Jesús hace una pregunta y espera que le contesten. Seguir a Jesús implica reflexionar, pensar, cuestionar, preguntar, responder y decidir. ¡Qué impactante historia la de los dos discípulos que aquí platican con Jesús! Lo reconocen como Maestro y por eso le preguntan; reconocen en él sabiduría, una sabiduría sencilla y simple capaz de ser comunicada a otras personas.
“Venid y ved” son las palabras de Jesús. ¿A dónde había que ir? ¿Por qué fueron con tanta confianza?
Por lo visto llegaron a donde moraba el Maestro. ¿Qué habrá sido lo que les mostró? ¿Cómo habrá sido ese espacio? ¿Era una casa? ¿Estaba junto al mar o en el camino? Los discípulos vieron y les gustó lo que observaron, de tal manera que decidieron seguir a Jesús.
¿Qué necesitaríamos ver nosotros y nosotras para seguir a Jesús? ¿A dónde tendríamos que ir para aceptar el camino del Maestro?
Podemos sugerir que Jesús les mostró la vida cotidiana, el camino dificil, las personas necesitadas; lo mismo que nosotras/os podemos observar a diario en nuestros respectivos contextos.
¿Se necesita ver algo especial y fuera de lo común para tomar la decisión de seguir a Jesús? Creemos que no; las necesidades y los problemas de las personas más necesitadas son suficientes para animarnos a caminar junto a Él.
El Mesías, el Cristo
“Hemos encontrado al Mesías –que significa ‘Cristo’–” (v. 41), le dice Andrés a su hermano. Con esta afirmación que el evangelista pone en boca de Andrés se reconoce a Jesús como Aquel que vendría a establecerse en el mundo para cambiar la situación, en consonancia con la tradición judía que apelaba a la espera de alguien mejor. Resulta que el Mesías estaba ante sus ojos, frente a ellos, tan humano y tan cercano como lo eran cada una de las personas que se encontraban en ese lugar.
¿Podríamos pensar en otros “mesías” que han estado cerca de nosotras/os? ¿Líderes que han constituido espacios favorables para las personas y los seres más necesitados? ¿Quiénes son los/as guías espirituales que se erigido como ejemplos a seguir? ¿Nos acordamos de reconocer, nombrar y visibilizar a todas esas personas?
El Mesías a seguir por cierto que es Jesús, pero todos/as podemos realizar acciones mesiánicas en la medida en que valoremos las enseñanzas de Jesús y las continuemos para el bienestar de nuestras comunidades.
Es lo que sucede cuando una iglesia auspicia el diálogo para la paz en su contexto social; cuando una familia ofrece su sabiduría para guiar a personas jóvenes en una situación difícil; o cuando una organización social ofrece estudios y asesoramiento para que determinados caminos legales puedan ser recorridos.
Es decir, Jesús nos incita a escuchar su voz profética y a seguir sus pasos mesiánicos.
“Venid y ved.” ¿Qué ofrecemos como comunidades cristianas? ¿Qué deseamos que vean en nosotros/as? ¿Cuál es la alternativa que estamos proponiendo?
Invitación y propuesta; invitación y acción: “Vengan y vean la mesa compartida que es para ustedes;” “ven y ve las medicinas que te regalo para que te sanes;” “ven y ve la ropa que tengo para tus hijitos;” “ven y ve mis brazos que se abren hacia ti para que llores conmigo;”, “ven y ve mis oídos que están prestos para escucharte”. “Venid y ved;” sí, lo podemos hacer porque hemos conocido al Cordero, porque hemos aceptado su palabra y porque hemos testificado de Él.
Y Serás Llamada, y Serás Llamado…
“Y lo trajo a Jesús. Mirándolo Jesús, dijo: –Tú eres Simón hijo de Jonás; tú serás llamado Cefas –es decir, Pedro–” (v. 42).
Nombrar a alguien o a algo significa apropiarnos de la persona o de la cosa que nombramos. Cuando nacen nuestras hijas o nuestros hijos, nos sentimos con el derecho de ponerles un nombre para que se identifiquen con la familia. Está bien; son las reglas de la sociedad. Y nos comprometemos también a educar y a ayudar a nuestros hijos e hijas para que su vida sea lo mejor posible.
Al ser llamados/as por Jesús, somos invitados/as a cambiar y a observar la vida de manera diferente. Hoy somos invitados/as a caminar con la fe y la esperanza de que no vamos sin compañía. Es lindo observar las acciones de Jesús para con su pueblo. Jesús está presente; no se esconde y nos muestra su amor con su palabra y con su intención de caminar siempre a nuestro lado.
Este texto comunitario es una muestra de humildad de parte de Juan, de sencillez de corazón y de amor para con el pueblo que buscaba y necesitaba un líder con voz profética. Seamos también como Juan anunciadores/as del evangelio de justicia y de paz.
January 15, 2017