Vigésimo primer domingo después de Pentecostés

El proyecto del evangelista Mateo no era simplemente escribir su apreciación de la vida y enseñanzas de Jesús.

November 6, 2011

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Comentario del San Mateo 25:1-13



El proyecto del evangelista Mateo no era simplemente escribir su apreciación de la vida y enseñanzas de Jesús.

Mateo, al igual que el predicador y la predicadora contemporáneos, tenía en mente una comunidad en particular. Esta particularidad revelaba, indudablemente, expectativas y conceptos teológicos propios de la comunidad. Esas particularidades teológicas respondían e informaban sus acciones y testimonios individuales y colectivos. Al igual que los predicadores de hoy día, le era necesario a Mateo presentar un evangelio y una predicación que afirmara y animara aquellos conceptos que mostraban fielmente a Jesús, y de la misma forma que denunciara y proveyera alternativas a aquellos conceptos que simplemente no respondían a la vida, ejemplo y enseñanza del Maestro. Este énfasis a la contextualización lo vemos en el evangelio de Mateo en los capítulos 24 y 25.

Estos capítulos no son la primera vez en el evangelio donde vemos el tema de la venida del Hijo del Hombre, ni sobre las características del reino de los cielos. De manera particular, parecería que el reino de los cielos, acercado a la realidad humana en la persona del Cristo, es tema fundamental del evangelio. De acuerdo al testimonio de Mateo, Jesús desarrollará varios discursos (o serie de discursos) en los cuales desarrollará su visión de justicia, solidaridad, misericordia y disciplina del reino. La visión pretendía el desarrollo de un reino cuyo propósito sería la transformación de vidas individuales y de comunidades enteras. El asunto del propósito y vida en comunidad es fundamental para Mateo. Según el evangelista, la vida en el reino de los cielos será en comunidad, y el esfuerzo hacia la realización del reino es de comunidad. Dios, en Jesucristo, llama a comunidades a las acciones del reino. El ministerio de Jesús, como se desprende del testimonio de este evangelio, se desarrolla siempre en comunidad — enseñanza a multitudes, comunidad de discípulos (y discípulas), discusiones con fariseos y otros expertos, conversaciones en grupos.

Pero también vemos un pronunciado sentido de intimidad en el ministerio de Jesús. La vida de comunidad no es sólo el hacer juntos, sino el aprender uno de los otros, y el relacionarnos intencionalmente unos con otros. El asunto de la venida del Hijo del Hombre (al igual que el de los falsos profetas y la persecución, temas también desarrollados en Mateo 24 y 25) eran y continúan siendo temas medulares para la ortodoxia cristiana, pero también habla de los temores y expectativas de los individuos en la comunidad. Es evidente que la comunidad de Mateo estaba al anticipo del sufrimiento de la persecución. Y en vez de desarrollar una serie de lecciones magistrales respecto a las señales del fin — como las habría desarrollado, por ejemplo, en el capítulo 5 al 7 — Mateo recrea en su evangelio un encuentro íntimo de Jesús con sus seguidores más cercanos en los cuales Jesús hace dos cosas de meridiana importancia en su ministerio y testimonio: 1. Afirma el valor de la relación en la comunidad, y 2. discute con valentía, a través de ejemplos prácticos y reconocibles, los temores de sus más allegados.

Al adentrarnos en las postrimerías del Tiempo Ordinario/Tiempo después de Pentecostés, el/la predicador/a tiene la oportunidad de comenzar a cerrar esta época con más que una celebración y expectación de lo porvenir en Adviento — la celebración del encarnación divina en Jesús, y la esperanza de su retorno en gloria. La/el predicador/a tiene la oportunidad de alentar una consideración íntima, cercana e intencional de los temores y expectativas de las comunidades que Dios nos ha permitido impactar a través de nuestra pastoral y predicación.

La parábola de las diez vírgenes, o de las diez damas de la boda, es ciertamente una alegoría. Pero, distinto a otras parábolas en los evangelios, esta no tenía el propósito ser vistas como acertijos o como de difícil definición. Al contrario, buscaba evocar una imagen conocida por la cultural palestina del siglo I, y una fácil aplicación a los conceptos del reino. Por lo cual el reto al/la predicadora del evangelio no será tanto la interpretación de un complicado acertijo, ni aún el de la contextualización cultural de la imagen de boda. Un sermón sobre esta parábola, cuyo propósito sea intimar sobre las preocupaciones respecto a la vida presente y futura del creyente y de la comunidad, deberán partir de dos premisas que enmarcan, casi literalmente, la lección bíblica: “Entonces el reino de los cielos será semejante a…” (25:1a) y, “estén atentos, porque ustedes no saben el día ni la hora en que el Hijo del Hombre vendrá”. (25:13).

Más que una gesta interpretativa, permítanme sugerirles un acercamiento al reto del texto en preguntas cuyas respuestas puedan desarrollarse a partir de la experiencia y expectativa de las comunidades con las cuales compartiremos el texto:

– ¿Cómo vemos el tiempo presente y como vemos el tiempo porvenir?
– ¿Qué significa ser prudente e insensato? ¿Muestra nuestra doctrina y nuestro testimonio prudencia en nuestras acciones presentes, o muestran insensatez?
– ¿Estamos tan ofuscados con la “llegada”, qué no estamos preparados para la “espera”?
– ¿Estamos listos para que nuestra luz alumbre en la oscuridad, o somos luces decorativas que sólo sabemos alumbrar cuando todo está iluminado?

Mejor lo dijo Thomas Long en su comentario sobre Mateo (Thomas Long, Matthew. Louisville, KY: Westminster Bible Companion, 1989, 281.)

Si el novio hubiese llegado a tiempo, si hubiese llegado cuando fue predicho que iba a llegar, entonces todas las damas de la boda — insensatas y prudentes — le hubiesen recibido con alegría y le hubiesen escoltado con gozo al banquete. Pero el novio, al igual que el reino de los cielos, no llegó pronto; se ha retrasado, y aún 2000 años más tarde, el reino sigue retrasado. Las/os sabias/os en la iglesia están preparadas/os para el retraso; y se sujetan a la fe aún en la noche; y aunque no ven venir al novio, aún sirven, y esperan, y oran, y esperan por la prometida victoria de Dios.