Decimonoveno Domingo después de Pentecostés

Relaciones fracturadas en nuestras vidas

Two boys grasping each other and smiling
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October 3, 2021

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Comentario del San Marcos 10:2-16



Para empezar este comentario, un consejo: ¡cuidado! Esta escritura empieza con una enseñanza de Jesús sobre el matrimonio y el divorcio. El tema del divorcio es algo muy complicado y trae consigo experiencias difíciles que pueden contener trauma para algunos miembros de la congregación. Si uno piensa discutir el tema del divorcio en el sermón, debe hacerlo con mucho cuidado y cariño, y con respeto tanto al texto como al contexto de la comunidad. En relación al texto, es importante repasar lo que pasó en el escenario que llevó Jesus a dar esta enseñanza sobre el matrimonio. En el v. 2, habla de unos fariseos que se acercaron a Jesús para meterlo en una trampa. Esta es la segunda vez en el evangelio de Marcos (la primera vez es en Mc 7:1) que los fariseos entran a la historia con la meta de poner Jesús en una prueba.

En el arco narrativo de Marcos, el propósito es enfatizar que Jesús está en una lucha religiosa, social y económica para proclamar la buena nueva de Dios, que lo pondrá en conflictos más y más escalados con varias autoridades de su propia comunidad judía y con las fuerzas del imperio romano. El camino de Jesús no es un rechazo de su tradición religiosa o cultural, sino una crítica de ciertas interpretaciones y prácticas que resultaban en la marginación y opresión de miembros vulnerables de la comunidad. En este pasaje sobre el matrimonio, la enseñanza no es una prohibición total del divorcio, pero sí una condena de la manera en que los maridos usaban la ley de Moisés para aprovecharse de sus esposas.

Recordemos que esta escritura viene después de una serie de enseñanzas en las que Jesús presenta su ética y su visión del reino de Dios, que se enfoca en el servicio, la solidaridad y la atención a las personas con menos poder en la sociedad. En el contexto antiguo de un matrimonio judío, la ley no reconocía ningún derecho a la mujer—el hecho y derecho de divorciarse pertenecía solamente a los hombres. Esto se puede ver claramente en los vv. 2 y 4, que sólo hablan del derecho de marido a repudiar a “su mujer.”

La teóloga y biblista Elizabeth Schüssler Fiorenza dice que “la existencia masculina es el estándar de la existencia humana.”1 Debido a esto, las estructuras sociales y religiosas mantienen a las mujeres en una posición marginada. En el contexto antiguo, el divorcio tenía el efecto de crear una situación de miseria para la mujer y para los niños también. Quien predique sobre la primera parte de esta escritura puede enfocarse en el conflicto que Jesús tiene con las personas, especialmente con aquellas que están en una posición de autoridad y que usan las leyes y costumbres para justificar sus comportamientos egoístas y opresivos en lugar de acercarse a Dios y honrar sus compromisos y relaciones a nivel familiar o comunitario. Si lo vemos de esta manera, puede cambiar la conversación completamente.

A riesgo de enojar a algunos/as lectores/as, yo diría que el tema de divorcio es secundario en relación con el punto clave de esta escritura: la importancia de todas las relaciones fracturadas en nuestras vidas, especialmente cuando estas fracturas causan trauma y violencia. Hoy en día existen situaciones donde mantenerse en un matrimonio es una amenaza vital, especialmente en situaciones de abuso mental o físico, y otras instancias en las que el mejor camino es preservar el matrimonio. La reconciliación es una meta y valor del reino de Dios, pero no puede lograrse sin la presencia de la justicia. Además del matrimonio, existen muchas otras relaciones que son impactadas de manera negativa o positiva por nuestros hechos y palabras, en nuestras familias y con nuestras amistades, o en nuestros lugares de trabajo, nuestras comunidades de fe, y con extranjeros por la calle. En cualquier situación, se trata de entrar a cada relación que tenemos en este mundo, incluyendo el matrimonio, con un cierto nivel de respeto mutuo, compasión, e igualdad, intentando aplicar la regla de oro en cada situación.

En situaciones drásticas como la guerra, los soldados están entrenados para deshumanizar y hasta demonizar a sus adversarios, y así se les hace más fácil si eventualmente tienen que quitarles la vida. El educador brasileño Paulo Freire dijo que la deshumanización afecta tanto a los agresores como a las víctimas, y que distorsiona la vocación que tenemos de hacernos totalmente humanos.2 Aunque la mayoría de nosotros/as no estamos en situaciones activas de guerra, existen muchos ejemplos en nuestra sociedad de casos en que deshumanizamos a otras personas, como los migrantes, las personas sin techo, las personas LGBT y otras más. Tenemos un llamado claro en el evangelio para reparar estas relaciones fracturadas.

En la segunda parte de este evangelio, los vv. 13-16, ocurre un escenario semejante al de Mc 9:36-37, en el que Jesús toma a un/a niño/a y dice “el que reciba en mi nombre a un niño como este, me recibe a mí.” En el escenario presente del capítulo 10, Jesús cambia su formulación un poquito, diciendo que para entrar al reino de Dios, hay que recibirlo como un niño o una niña. Si juntamos las varias enseñanzas sobre la importancia de recibir a los/as niños/as con el amor de Dios y de recibir al reino como niños/as, podemos reconocer la gran prioridad que Jesús asigna y la preocupación que le generan los “más pequeños” (Mc 9:42; Mt 25:45) como parte esencial de la fe. Relacionándolo con el tema de divorcio en la primera parte de esta escritura, nos podemos preguntar: ¿Como estamos en nuestras relaciones con “los más pequeños” en nuestra vida familiar y comunitaria? ¿Cómo podemos ofrecer el amor agape y reparar las relaciones fracturadas por la injusticia en nuestro contexto?


Notas:

  1. Elizabeth Schüssler Fiorenza, Discipleship of Equals: A Critical Feminist Ekklesia-logy of Liberation (New York: The Crossroad Publishing Company, 1998), 155. Mi traducción.
  2. Así lo expresa Paulo Freire en la traducción al español de su famosa Pedagogía del oprimido: “La deshumanización, que no se verifica sólo en aquellos que fueron despojados de su humanidad, sino también, aunque de manera diferente, en los que a ellos despojan, es distorsión de la vocación de SER MÁS.” Véase Paulo Freire, Pedagogía del oprimido. Traducción de Jorge Mellado (México: Siglo XXI Editores, 2005), 40.