Comentario del San Marcos 10:2-16
En el comentario de hoy exploramos el primer segmento del capítulo 10 de Marcos. Los versículos del 2–16 narran dos de los cinco encuentros que el evangelista registra en el capítulo 10, entre Jesús y varios personajes. Cada una de estas cinco escenas cuenta con tres participantes: Jesús, la persona/grupo que busca a Jesús, y los discípulos. Debemos recordar, sin embargo, que estos eventos no siguen un orden histórico. Fue el evangelista de Marcos quien estableció la primera cronología de la vida de Jesús. Es decir, la secuencia de eventos del capítulo 10 no es casual sino intencional; es una invitación a reflexionar en cada una de esas interacciones con Jesús.
El evangelio de Marcos relata ocho encuentros entre Jesús y los fariseos, todos ellos adversativos. Los primero tres se narran en el capítulo 2; los otros cinco aparecen a lo largo del evangelio en los capítulos 3, 7, 8, 10, y 12. En Marcos 10:2–9 los fariseos acosan a Jesús por séptima vez, nuevamente con la intención de hacerlo caer, y le preguntan si le es lícito al marido repudiar a su mujer.
Una táctica común de las personas antagonistas es señalar los defectos o problemas de otros para ocultar los propios. Tal parece ser el caso de este encuentro. Los fariseos no están interesados en preservar la unión matrimonial; su pregunta sobre el divorcio es sólo un complot para probar a Jesús. Quieren ponerlo en aprietos al hacerle entrar en el debate público sobre el divorcio de Herodes. Juan el Bautista había perdido la vida precisamente por condenar ese divorcio (Mc 6:17–29). Los fariseos quieren poner también a Jesús en problemas con Herodes. Pero Jesús le da la vuelta a su pregunta, exponiendo así la dureza de corazón de los fariseos. Ellos sabían bien la respuesta a su pregunta: sí, el divorcio era legal, pero Jesús trata de enseñarles que no se debe entrar al matrimonio contemplando ya la posibilidad del divorcio. Al considerar el tema del matrimonio y el divorcio aquí, conviene explorar el tema en otros textos de las Escrituras.
Por ejemplo, en Deuteronomio 24:1–4 se exige que el marido le dé certificado de divorcio a su exmujer. Este documento reconocía la vulnerabilidad de la mujer divorciada, dándole no solo la oportunidad de mudarse a otro hogar, sino la validez legal que necesitaba para sobrevivir en esa sociedad. Es interesante que Jesús, en lugar de confirmar la validez del divorcio, decide afirmar la seriedad del matrimonio, citando como base la narración en Génesis 2:18–24. Jesús les recuerda que “hombre y mujer los hizo Dios” (v. 6), apreciando así la importancia de la creación de la humanidad y el compromiso que une a las parejas. El varón, así como todos los animales que se nombran en el relato, son creados del polvo de la tierra, pero la mujer—el otro ser humano de la creación—es creada de la carne del varón-humano, pero no como subproducto humano o para insinuar dependencia, sino para establecer simbólicamente la igualdad de la creación humana. Somos una sola carne cuando establecemos un compromiso de vida/compañerismo con otro ser humano. Por otra parte, Jesús establece que el divorcio no es una prerrogativa masculina. Hombres y mujeres son socios iguales en el matrimonio, igualmente responsables de mantener unido lo que Dios ha unido y, potencialmente, igualmente capaces de solicitar el divorcio si la dureza de la vida les lleva a tal punto. Además de la igualdad de los seres humanos en la creación y en el matrimonio, Jesús les enseña a los fariseos que la legalidad del divorcio no debe usarse como excusa para entrar y salir del matrimonio irresponsablemente.
Según sigue la historia, Jesús y los discípulos regresan a casa, y cuando han pasado del espacio público al espacio privado e íntimo de la familia, los discípulos le piden a Jesús que hable más sobre su encuentro con los fariseos. Jesús ignora la pregunta trampa de los fariseos y aborda el tema central que le preocupa, el bienestar de las personas involucradas en el divorcio. En lugar de hablar de los tecnicismos de las leyes sobre el matrimonio y el divorcio, Jesús resalta la experiencia humana de la pareja, evitando así que los interrogadores justifiquen el adulterio. Jesús se interesa por las personas involucradas en una relación y no en debates sobre los puntos legales que constituyen razones para el divorcio. Jesús invita a los oyentes a considerar lo que Dios quería para los seres humanos en la creación. Ambas partes de la pareja son igualmente reprendidas si buscan divorciarse solo para casarse con alguien más, aun cuando no haya culpa en la persona de la que se divorcian. El divorcio no debe ser impulsado por el deseo caprichoso de una de las personas de la pareja de querer estar con alguien más, sin razón ni culpa de la pareja. Quizá eso era lo que Juan Bautista constantemente recriminaba a Herodes Antipas respecto a su unión con Herodías. También es interesante señalar cómo en la siguiente historia en Marcos 10:28–31, cuando se habla de dejar la casa, madres, padres, hermanas, hermanos e hijos por causa de Jesús, las esposas y los maridos nunca se mencionan específicamente como siendo dejados atrás por el bien del ministerio.
Siguiendo el argumento de Jesús en la historia, podríamos ver el matrimonio como un llamado a la igualdad, como una situación ideal de compromiso mutuo que debe ser tal que nadie les separe, ya que Dios les ha unido. Esta frase final—“por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre” (v. 9)—se ha convertido en un cliché y una fórmula automática que se utiliza habitualmente en las ceremonias matrimoniales como si al decirla los recién casados quedaran mágicamente protegidos contra el divorcio. Un tema que podría explorarse o una pregunta que podría presentarse a la congregación podría ser: ¿Cómo podemos saber que es Dios quien está uniendo a dos personas y no es solo un deseo o un impulso pasajero?
El siguiente encuentro que Marcos presenta en este texto es el de los niños que vienen a Jesús. Cuando extendemos nuestra mirada a los pasajes circundantes y buscamos las conexiones de este texto con las historias anteriores, notamos cómo el evangelista nos ha estado guiando en una dirección particular en cuanto al cuidado de los vulnerables, especialmente cuando se trata del cuidado de los más pequeños. Se nos ha dicho que no hagamos tropezar a los pequeños y que no les causemos que pierdan la fe (Mc 9:42); se nos ha invitado a acoger a un niño y, al hacerlo, acoger a Jesús y a Dios que lo envió (Mc 9:37); hemos visto a padres y madres que, movidos por el amor a sus hijos e hijas, buscan a Jesús para pedir sanidad para ellos (Mc 5:23; 7:25; 9:17). Y ahora vemos cómo unas personas traen a sus pequeños a Jesús para que los bendiga (v. 13).
Y justo cuando parece que los discípulos han aprendido la lección, los vemos fallar una vez más al rechazar a los niños y a quienes los traen, pensando que están protegiendo a Jesús de ser perturbado. Pero Jesús se indigna y les ordena que traigan a los niños, para poder enseñarles de una vez por todas la verdad central sobre el reino de Dios que pertenece a los pequeños (v. 14). Si no pueden recibir a un niño pequeño como estos, no podrán recibir el reino (v. 15). ¿Qué significa recibir a un pequeño, a una niña? Lo que Jesús les está diciendo a sus discípulos es que acoger a un niño es convertirse en un siervo, es convertirse en un cuidador de los más vulnerables, es cuidar a quien no puede cuidar de sí mismo, es vivir nuestra vida al servicio de los demás. Así es como recibimos el reino.
El pasaje más común que suele preferirse para interpretar lo que Jesús dice aquí, sobre el reino y los niños, es la versión que encontramos en Mateo 18:3–4, que es más conocida: “De cierto os digo que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Así que cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos.” Sí, la humildad es importante, pero para entrar al reino no basta con sentirnos justos y rectos, sino que debemos servir y cuidar a los niños, cuidar a los más vulnerables y darles una familia.
Quizá la secuencia de estos dos encuentros de Jesús—con los fariseos que abogan ligeramente por el divorcio y con las niñas y los pequeños que vienen a recibir bendición y sanidad—busca afirmar la importancia de la familia, de la unión matrimonial en cualquier configuración, como comunidad de personas que sirven, que protegen y aman a los más vulnerables de la sociedad.
October 6, 2024