Décimo cuarto domingo después de Pentecostés

En el tercer evangelio, el banquete es una de las avenidas favoritas para presentar la interacción de Jesús con otros, particularmente oficiales del judaísmo, y para transmitir dichos, hechos y enseñanzas de Jesús.

August 29, 2010

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Comentario del San Lucas 14:1, 7-14



En el tercer evangelio, el banquete es una de las avenidas favoritas para presentar la interacción de Jesús con otros, particularmente oficiales del judaísmo, y para transmitir dichos, hechos y enseñanzas de Jesús.

En el mundo greco-romano, el banquete era una ocasión no solamente para sentarse a la mesa y disfrutar de la comida y del compañerismo. Era también una oportunidad para presentar una ponencia o discurso seguido por un diálogo sobre la presentación. Aparte de los invitados a la mesa, muchos se amontonaban lo más cerca posible para escuchar el discurso y diálogo. Nos podemos imaginar que tal es la escena aquí. 

Lucas 14:1-24 contiene cuatro episodios que toman lugar mientras Jesús participa en un banquete con un dignatario entre los fariseos y otros invitados. Básicamente los episodios son críticas hacia los fariseos y a través de estos, Jesús critica la religiosidad de su época, su interés en observaciones legales sin compasión y amor, y la importancia dada al estatus aun en la comunidad de Dios. En contraste con los fariseos y por su interés en una posición, quienes quieran ser discípulos de Jesús deben contar con el costo que esto representa, ya que Jesús demanda una entrega total, una renuncia de todas las cosas que uno posee. 

Notas exegéticas — Jesús sana en sábado

1-6 La ocasión es vagamente introducida por el evangelista: cierto sábado Jesús se reúne en casa de un fariseo de importancia para compartir una cena. Estas cenas eran más que ocasiones para compartir comida.  Funcionaban como ocasiones para que los invitados de honor, en este caso Jesús y el fariseo, dialogaran sobre algún tema de interés para ambos.1 Aparte de los invitados a la cena, algunos observaban y escuchaban los procedimientos a la distancia. Debido a la posición social del fariseo, es fácil imaginarnos una gran compañía de hombres de semejante estatus sentados a la mesa con muchos más a su alrededor.  Estos invitados observan cuidadosamente a Jesús. Su propósito es atrapar al Maestro en alguna palabra o hecho y así descalificar las demandas que él ha proclamado. La presencia del hombre hidrópico indica que ellos quieren incitar a Jesús a que haga un acto en violación de las costumbres y leyes sabatinas. Conocían tan bien a Jesús que podían predecir lo que el Maestro haría al encontrarse con una persona sufriendo de hidropesía, una enfermedad que resulta en un derrame o acumulación anormal de líquido seroso.  La apariencia hinchada del hombre era suficiente para conmover a cualquier persona sensible a las necesidades de otros. 

Aparentemente los fariseos han plantado a este hombre sabiendo muy bien que Jesús no ignoraría el sufrimiento (físico, emocional y social) que este hombre padece. Ellos están seguros de que Jesús jamás ignoraría a una persona en tal necesidad sin hacer caso de las restricciones sociales (leprosos) y religiosas (día sábado). La trampa extendida contra Jesús es sutil pues el Maestro tiene que decidir entre dos características representativas del discípulo–obediencia a la Ley y vida llena de compasión. 

Teniendo en mente el acecho de los fariseos, Jesús presenta un dilema teorético digno para un debate rabínico–precisamente una de las razones para el banquete. La necesidad de curación es obvia en el hidrópico–cualquier judío piadoso desearía la recuperación física  de este pobre hombre. Pero era sábado y según la Ley se prohibía la curación en sábado. Con este dilema en mente, Jesús pregunta: «¿Es lícito sanar en el día de reposo?»  Aquellos que vinieron a la cena con intención de atrapar a Jesús, se encuentran atrapados por la interrogación del Maestro. En efecto, Jesús les dice, teniendo el poder y la autoridad de sanar a uno como este pobre hombre, ¿es lícito sanar en sábado o no? Careciendo de poder y autoridad, la pregunta no presenta dilema alguno. Decir que no negaría la curación del hidrópico, pero confirmaría la Ley mosaica. La respuesta contraria afirmaría la necesidad de ofrecer socorro al hombre enfermo, pero negaría la validez de la Ley.  Por tanto, ellos se callan y no responden, pues saben muy bien que ellos carecían del poder para sanar cualquier día, aunque no fuese sábado. 

Jesús sana al hombre y reprende a los participantes a través de una situación común de su tiempo. Nadie consideraba que las obligaciones sabatinas les prohibían rescatar a su asno o buey si cayese en un pozo aunque fuese sábado. Uno rescata a su bestia doméstica porque es suya y tiene la habilidad de rescatarla.  Además, el uso del asno o buey para proveer para el bienestar de la familia demandan que uno fuese buen mayordomo y cuidase de ellos. La exigencia del momento demanda que uno ignore las tradiciones sabatinas. La misma actitud debe existir al notar la necesidad de un enfermo como este hombre. El silencio de los religiosos de su día revela la dureza de sus corazones.

Parábola de los convidados a las bodas

7-14  La incapacidad de tener compasión por el hidrópico condena implícitamente a los fariseos; ahora Jesús condena en forma explícita sus actos. Al acercarse a la mesa, Jesús los observa compitiendo por los primeros asientos. La competencia por estatus social es problemática en toda cultura humana. Jesús ofrece el antídoto: la humildad. En vez de buscar los mejores asientos, el discípulo debe poner a otros delante de sí mismo. Además, al dar un banquete, el verdadero discípulo no invitará solamente a aquellos que pueden devolver la invitación o pueden ofrecer estatus y/o privilegios sociales, sino que debe invitar a los más necesitados de la comunidad. Esta enseñanza va mano a mano con la obligación de tener compasión por el enfermo en 1-6. El verdadero carácter del creyente se demuestra en la manera en que trata a aquellos que son de estatus social más bajo que él. Tratar con respeto a aquellos que son nuestros superiores no es difícil, al contrario, es muy natural, así como también es muy fácil tratar con desprecio a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos. Mas el creyente honrará a quienes son rechazados por la sociedad.

Ideas homiléticas

Al presentar esta lección, se debe notar la semejanza con la lección del domingo pasado–ambas son curaciones en el sábado y en ambas un dignatario judío se enfrenta cara a cara con Jesús con la intención de descalificarlo como rabino digno de seguir. Debido a estas semejanzas hay que evitar la duplicación del material presentado. Si se enfatizó el acto milagroso (la curación) la semana anterior, ahora débese enfatizar otro aspecto de la perícopa y viceversa. 

Cada vez que medito sobre esta perícopa me pregunto si aquellos que conocen muy bien mi compromiso cristiano me tentarían con hacer el bien aunque el precio sea violar la ley. En otras palabras, si aquellos que se oponen al mensaje cristiano quisieran desacreditar la voz de su comunidad de fe (iglesia local), ¿qué trampa le extenderían? Desafortunadamente, hoy día buscan formas de atraparnos más bien en las formas en que buscamos nuestro propio bien (por ejemplo la falta en pagar los impuestos debidos al estado) y no en actos por el bien de otros.

Sobre todo es mi pensar que esta perícopa provee al predicador la oportunidad de presentar al hombre/la mujer de fe la complejidad de la vida piadosa vis a vis los quehaceres de la sociedad moderna. En el día de hoy, la situación de los inmigrantes indocumentados y el plan de seguro de salud nacional ofrecen excelentes opciones para hacer contemporánea la perícopa. No cabe duda que todo aquel que se reúne el domingo para adorar a nuestro Dios quiere ser obediente a las leyes de nuestra sociedad. Al mismo tiempo, como discípulos saben que se debe extender ayuda a los necesitados entre nosotros–incluso el extranjero (inmigrantes). Como el hidrópico de nuestra lección, nosotros nos encontramos con la trampa que nuestra sociedad ha puesto a nuestro medio. O nos decidimos obedecer la ley sin compasión, o nos decidimos a ser compasivos y desobedecer la ley. ¿Cuál escogería usted? Jesús optó por la compasión, pues las leyes humanas (aun aquellas inspiradas por la voz divina como el sábado) sirven para facilitar la fidelidad del ser humano a Dios. La ley no es absoluta en toda ocasión–particularmente  cuando nos enfrentamos con un necesitado. Quizás nuestro Dios en su soberanía ha puesto estos inmigrantes en nuestro medio para observar nuestra reacción–¿nos esconderemos bajo la ley del estado o demostraremos compasión? 


1Estos banquetes en Palestina son análogos a los simposios del mundo helenístico, pero sin aquellas prácticas que los judíos considerarían ofensivas, como beber vino en exceso, desnudez, etc.