Comentario del San Lucas 14:1, 7-14
Para Comenzar a Pensar
Debemos tener en mente que el Evangelio de Lucas presta especial atención a la relación entre los fariseos y Jesús. Para este relato en particular, es importante notar la observación de Jesús que se registra en un capítulo previo al que nos ocupa: “¡Ay de vosotros, fariseos!, que amáis las primeras sillas en las sinagogas y las salutaciones en las plazas” (Lc 11:43).También conviene reparar que el pasaje para este domingo, en sintonía con los capítulos que lo enmarcan, remite a dos temas importantes del evangelio: la comensalidad y la reversión radical (ver Lc 13:22-30 y 15:1-2).
Los detalles inmediatos que nos ubican en el relato nos dicen que ocurre durante el Sabbath, en ocasión de una comida, en casa de un fariseo, mientras “ellos lo acechaban” [a Jesús] (v. 1). Primero, aparece una breve prueba (no incluida en esta lectura dominical): la sanación de un hombre hidrópico en el Sabbath por parte de Jesús –quien deja sin argumentos a los observadores– (vv. 2-6). El detonante de lo que sucede en el relato es el hecho de que los convidados a la comida elijan los primeros asientos a la mesa (v. 7); frente a esto, la acción de Jesús consiste en referir una parábola (vv. 8-11) y luego aconsejar al anfitrión (vv. 12-14). En el pasaje aparecen distintos auditorios para Jesús: los intérpretes de la Ley y los fariseos (v. 3), los invitados a la fiesta (v. 7) y el anfitrión (v. 12). Hay un anuncio abarcador y claro formulado por Jesús que no debemos perder de vista: “Cualquiera que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido” (v. 11).
Temas Eje para la Predicación
1) La comensalidad
Según Robert Karris, en el Evangelio de Lucas, Jesús está generalmente yendo a una comida, en una comida, o volviendo de una comida.1 Por lo tanto, el tema de la comida –que hemos señalado como “la ocasión” del relato– no es casual en el evangelio y llama a la reflexión. En este sentido, debemos considerar que:
– Comer es una necesidad biológica fundamental. Esto quiere decir que quien no accede a la comida muere. Y, quien no accede a comida de buena calidad, vive una vida de mala calidad. Más aún, quien no come regularmente sufre: el hambre duele en el cuerpo; el hambre no permite que pensemos en otra cosa que no sea comer.
– Para la especie humana, comer es un acto cultural. Esto quiere decir que los humanos revestimos el comer de una rica significación; una muy importante es su aspecto social, de donde surge la noción de comensalidad.2 Este concepto no está libre de valoraciones y puede constituir un acto de inclusión y justicia o, contrariamente, de exclusividad y privilegio.
– Para la tradición judía, comer tiene una profunda significación religiosa. Según las tradiciones registradas en la Biblia hebrea, la comida es un tema principal en el acto de la liberación de Egipto: la pascua (Ex 12). También los relatos del desierto refieren hechos acontecidos alrededor del comer y la comida (Ex 16). De allí, la importancia de las regulaciones de pureza acerca de qué comer, qué no comer y cómo comer (ver Lev 7; 11:1-3; Dt 14:3-6). Finalmente, el deber de alimentar al hambriento es una constante en las exhortaciones proféticas (Is 58:7, 10; Ez 18:7).
– Para el cristianismo, comer tiene aspectos litúrgico-sacramentales y escatológicos. La cena del Señor se celebra en un acto de comer y beber. Además, dar de comer y beber a quienes no tienen recursos propios tiene implicancias directas en el día de “la resurrección de los justos” (Mt 25:35, 37, 42, 45; Lc 14:13-14).
2) Reversión Radical
El texto se refiere a diferentes aspectos que se relacionan con la mesa y la comida, girando en torno a los anfitriones, los lugares, los invitados. A partir de ese escenario, el evangelio presenta a Jesús refiriendo una breve parábola y una admonición que evocan la actividad escatológica de Dios expresada en la humillación de los soberbios y la exaltación de los humildes en el Día del Juicio. El anuncio es la reversión que produce la llegada del Reino de Dios, donde la “normalidad” de las cosas es puesta patas arriba: por un lado, quien escoge el primer lugar es ubicado en el último; por el otro, mientras que los invitados corrientes a las comidas son los familiares, amigos y vecinos ricos, ahora los convidados son aquellos que nunca son invitados y que no pueden retornar el convite. Jesús anuncia una subversión divina de las situaciones de ricos y pobres, encumbrados y humildes.
Algunas Ideas Finales
– A la luz del evangelio, nuestras formas socioculturales y religiosas necesitan ser desafiadas. Según las percepciones del establishment político y religioso de su tiempo, Jesús comía con indeseables. Aunque también otras cosas relacionadas con su “forma de comer” ofendían al statu quo: restar valor a aspectos rituales cuando estos se utilizaban como mera autojustificación (ej. el lavado de manos, Lc 11: 37-39), o sugerir un acto litúrgico de ribetes “antropofágicos” con él mismo como figura comestible central (la cena del Señor, Lc 22: 19-20). En este sentido, es iluminadora esta observación: “En el Evangelio de Lucas, a Jesús lo matan por la forma en que comía.”3
– Por estas razones, comer no es un acto libre de implicancias ético-político-religiosas. En el relato del evangelio, el comer está relacionado con una advertencia escatológica y un llamado a renunciar a pretensiones de autojustificación y a humillarse delante de Dios. La contracara del pasaje que nos ocupa aparece en Lc 15:2 que nos revela que, si bien los fariseos no ponían objeciones a que Jesús comiera con ellos (lo invitaban a comer), se espantaban de con quiénes Jesús comía. Con quiénes comamos, cómo comamos, y qué comamos tiene sus consecuencias.
– Por otro lado, compartir la mesa de manera evangélica, implica un acto de justicia directa. Trabajar para hacer justicia a las personas que menos tienen y pueden, significa primeramente que nadie pase hambre: abrir la mesa.
– Implica también un acto de conversión continua. Una mesa abierta opera una reversión: permite a las personas conversar unas con otras, reunir voces distintas –muchas veces, voces no-privilegiadas–. Las historias específicas de las personas en diferentes situaciones de exclusión reúnen conocimientos de resistencia que tienden a difuminarse y perderse frente a los relatos normalizados desde visiones que el dominio encumbra. Es muy probable que quien invite tenga dinero y comida, pero, seguramente, no tiene muchas otras cosas y lo ignora. Es muy probable que quien elija los mejores asientos al banquete lo haga para “codearse” únicamente con otros y otras que también eligen los primeros asientos, pero, seguramente, no ha entendido el mensaje del evangelio: Dios no tiene nuestros códigos de admisión. Quienes son sentados en lugares irrelevantes, quienes no pueden devolver invitaciones a comer, pueden compartir otras cosas que llevan a la conversión y la reversión crítica de las prácticas.
1. Ver Robert J. Karris, Eating Your Way through Luke’s Gospel. Collegeville, Minnesota: Order of Saint Benedict, 2006, 97.
2. Este término no aparece en el Diccionario de la Real Academia Española; su forma correcta es, en realidad, “comensalía.” De todos modos, en América Latina lo utilizamos así y, con frecuencia, en escritos teológicos. Podemos leer una breve reflexión teológica de Leonardo Boff sobre este tema en “Comensalidad: rehacer la humanidad.” Disponible en Internet en: http://www.servicioskoinonia.org/boff/articulo.php?num=272 (Consultado: 9 de Agosto, 2016).
3. Karris, Idem.
August 28, 2016