Quinto Domingo de Cuaresma

Muerte en la cruz como glorificación

Mural of silhouette girl reaching out; birds flying upward
"And I, when I am lifted up ... will draw all people to myself" (John 12:32). Photo by Annie Spratt on Unsplash; licensed under CC0.

March 21, 2021

View Bible Text

Comentario del San Juan 12:20-33



El texto de este domingo nos sitúa en el umbral de la Pasión. La “hora” tantas veces aludida (2:4; 7:30; 8:20) ha llegado. En esta sección (11:55-12:50), cuyo cuarto apartado es el texto de hoy, se van a desarrollar en qué consiste esa hora y sus efectos. En los versículos inmediatamente precedentes, al final de la entrada mesiánica en Jerusalén, los fariseos dicen: “Mirad (theôrein en el original griego), el mundo (kósmos) se va tras él” (12:19). Como una confirmación de este dicho, en el texto de hoy se informa de que, entre los que subían a la Pascua, había algunos griegos que querían ver (idein) a Jesús. Hay que fijarse en los verbos de visión que utiliza Juan. El ver de los fariseos es un ver superficial; el de los griegos implica ya un ver que quiere entender. Juan utiliza otro verbo (horaô) que implica el ver que desentraña, entiende y cree; es el que utiliza Juan en 20:18 cuando María Magdalena dice “¡He visto al Señor!” (según la Nueva Versión Internacional). 

La aparición y petición de estos griegos da lugar a esta nueva escena y a lo que se desarrolla en ella. Estos griegos, más que judíos de la diáspora, parecen ser gentiles prosélitos. Con su mención, el evangelista evoca el pasaje de Zac 14:16 donde se señala como un signo del Día del Señor la confluencia de gentiles a Jerusalén para postrarse ante Yahvé. Los frutos de vida prometidos para ese Día se presentan con la imagen de las fuentes de agua que manarán de Jerusalén (Zac 14:8) y de su templo (Ez 47:1ss), aguas vivas y vivificantes. Debemos recordar que son dos textos a los que también se aludía en el episodio del templo de hace dos domingos, cuando la persona de Jesús, su cuerpo, era presentado como el nuevo y auténtico templo, lugar de la presencia de Dios.

En el texto de hoy, el Día del Señor y la “hora” parecen identificarse. Esa hora, de la que, de forma más o menos velada, se ha estado hablando desde el comienzo del evangelio, es aludida aquí como la hora de la glorificación e identificada con la muerte de Jesús en cruz. Juan juega con el doble sentido del término elevación: exaltación (subida a la cruz, elevación de la cruz) y exaltación al ámbito de Dios y su glorificación. 

La cruz se convierte en el último signo; pero, así como los demás signos estaban explicitados y profundizados en los discursos posteriores, el significado último de la cruz debe ser explicitado y profundizado antes de que suceda. Esa explicación comienza aquí y seguirá en los discursos de despedida (cc. 13-17).

La profundización en el sentido de la muerte de Jesús como glorificación, el evangelista y su comunidad la hacen desde la experiencia pascual y el recorrido en la fe que han realizado al tener que enfrentarse a diversas situaciones problemáticas que han madurado su fe durante dos generaciones. El convencimiento de que ha sido el Espíritu del Resucitado, el Paráclito, quien les ha guiado hasta él (16:7.13), es lo que permite al evangelista poner en labios de Jesús la revelación del significado auténtico de la muerte en cruz como exaltación y glorificación. 

Para profundizar en las palabras de Jesús en estos versículos, Juan utiliza su típico movimiento en espira, junto al recurso del malentendido (vv. 29.34). Eso le posibilita descartar interpretaciones erradas o incompletas hasta alcanzar la verdadera. La estructura literaria del pasaje muestra una primera revelación (vv. 23-28a) corroborada por una voz divina; la interpretación errónea de la gente que escucha (v. 29) provoca la explicación de Jesús que permite acceder a una primera profundización (v. 30). Una segunda revelación (vv. 31-32) vuelve a ser malinterpretada (v. 34) y provoca una nueva explicación de Jesús (vv.35-36). El pasaje acaba con una constatación del narrador: Jesús “se fue y se ocultó de ellos (v. 36b). Comienza la Pasión.

En la primera revelación se utiliza la paradoja de una exaltación/glorificación que se produce por el abajamiento y la muerte; dos movimientos que parecen contrapuestos, pero que se explican con la referencia a la semilla como ejemplo de comportamiento discipular.

La entrega de la vida por dar vida a los demás llega a ser la glorificación de Jesús, es decir, el momento en que, de forma excelsa, Jesús llega a ser el signo visible de la presencia invisible de Yahvé. En los signos anteriores, Jesús ya había comenzado a mostrar su gloria, la gloria que recibía del Padre. Ahora, sin embargo, es el momento decisivo. Eso es lo que confirma y anuncia la voz del cielo que es malinterpretada por la gente. El significado exacto es puesto en boca de Jesús: en esa hora, el adversario de Dios es vencido; la elevación a la cruz es vista y presentada como exaltación a la gloria del Padre (v. 32), el momento decisivo en el que gentes de todas partes son atraídas por Jesús hacia Dios y la salvación es ofrecida a todos/as sin excepción, como ya se había anunciado en 3:14. A un segundo malentendido de la gente que se queda en comprensiones antiguas, Juan, por boca de Jesús anima a saber percibir lo que tienen delante y creer en él. El evangelista utiliza el lenguaje simbólico de luz y tinieblas para animar a cambiar de mentalidad; solo desde la aceptación de Jesús y su lógica, solo aceptándole como la luz se puede “ver” de verdad y caminar sin tropiezo. 

En este pasaje, Juan comienza la explicación de lo que, en realidad y en la hondura, ha significado la pasión y muerte de Jesús en cruz. Una enseñanza que continúa en los capítulos que siguen (13-17). Son capítulos que guardan una enseñanza profunda y exigente para los discípulos/as.