Quinto Domingo de Cuaresma

Vida para toda la humanidad y toda la creación

Photo of a wheat field
Photo of wheat field, via Unsplash;

March 17, 2024

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Comentario del San Juan 12:20-33



“Había ciertos griegos entre los que habían subido a adorar en la fiesta” (v. 20). ¿Quiénes eran esos griegos? ¿Eran judíos que hablaban griego o eran extranjeros? Hay que recordar que el evangelio de Juan anuncia que la salvación que trae Jesús tiene carácter universal. Estos griegos no son judíos y por lo tanto no están entre quienes ya habían sido elegidos para la salvación por ser parte del pueblo de Dios. El inicio del texto con la referencia a los griegos es un anuncio del carácter universal del evangelio. Toda la humanidad ha sido llamada, toda la humanidad es la receptora de la salvación, de la vida plena, de la vida buena. Los extranjeros son quienes detonan el momento kairológico. La plenitud de los tiempos es revelada con la pregunta de los extranjeros. Estos mismos son quienes cruzan fronteras hoy con un anuncio, con un mensaje. Los extranjeros de hoy, los refugiados que cruzan fronteras, son quienes vienen con el poder para hacer que el momento preciso llegue, que la vida sea completa, que la vida sea plena, que la vida buena sea una realidad, son esos griegos que se acercan preguntando por Jesús. 

“Ha llegado la hora para que el Hijo del hombre sea glorificado” (v. 23). Esta es la hora precisa. Es el momento en el que el Hijo del hombre será presentado como el mesías, el salvador. Es el momento de la salvación. Es impresionante cómo Juan utiliza la pregunta de estos extranjeros como detonante del momento final, de la plenitud de los tiempos, de la revelación plena. Este es el momento en que se hace realidad el sueño de la humanidad. La posibilidad de la reconciliación de todas las cosas, de toda la humanidad y la creación; en ese sentido es un momento escatológico. Pero esta palabra, escatología, tiene que ser vaciada de las visiones catastrofistas que la han caracterizado. Escatología aquí es otra cosa. Escatología es el restablecimiento de una armonía original. Es el Shalom de Dios, es la justicia plena, es la paz universal. Es el restablecimiento de todo cuanto existe a su condición original. 

Esa escatología es una respuesta a la ruptura entre el ser humano y el mundo. Por eso Jesús dice: “a todos atraeré a mí mismo” (v. 32). Ese momento escatológico, que nace en el encuentro con el extranjero, con el inmigrante, con el refugiado, con el que cruza las fronteras, se completa en el encuentro con toda la creación restablecida en su original dignidad. Este es el momento de la lucha contra el cambio climático. El cambio climático no es el acontecimiento escatológico; lo que es el momento escatológico es el restablecimiento de la tierra que propicia la vida del pobre y del oprimido porque es por medio de la vida del pobre, del oprimido, del perseguido, de la naturaleza destruida, que viene la vida para todos y todas.  

“De cierto, de cierto os digo que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo, pero si muere, lleva mucho fruto” (v. 24). Este texto nos confronta con una paradoja. La muerte del inocente es fuente de vida. Es posible el futuro solamente porque el inocente ha sido torturado, ha sido destruido bajo el peso del poder del imperio. Las acciones del poderoso no dan vida, pero la sangre del débil, del derrotado, crea la posibilidad de un futuro donde toda la creación pueda reconciliarse con Dios y consigo misma. La vida del inocente es la posibilidad de la vida para toda la humanidad, para toda la creación. 

El grano de trigo no es el cuerpo de uno solo. La muerte de Jesús es multitud, es muchos, es ruptura dentro de la historia de víctimas, de asesinados, de desaparecidos, de los que han muerto en Gaza, de los refugiados que por millones cruzan fronteras reclamando lo que por derecho les pertenece. El grano muere, pero se hace muchos, se hace millones, se hace reclamo de justicia, se hace reclamo de paz, se hace reclamo de igualdad, se hace reclamo de fronteras abiertas, se hace reclamo de vida plena, de vida buena, de buena vida. El fruto de su muerte, de la muerte de tantos y tantas, es la justicia que se hace realidad. Por eso su muerte es el evento escatológico, el evento que hace posible un cambio en la historia de la humanidad, de la tierra. Si podemos reclamar la justicia para los refugiados hoy, si podemos reclamar justicia climática, si podemos reclamar un cambio radical dentro de nuestra historia para salvar la tierra del cambio climático, es porque el grano de trigo ha muerto propiciando la vida para muchos, propiciando la vida plena para millones. 

René Pérez, conocido como Residente, tiene una canción titulada “El Hormiguero” que resalta este carácter de millones. Somos como las hormigas, millones, parecemos insignificantes, parecemos pequeños, pero unidos somos millones, somos poderosos. Este es el reclamo de la vida del grano de trigo que cuando muere se hace muchos, es el reclamo de la vida de los mártires que cuando mueren se hacen millones. La muerte de Jesús es el evento que propicia el nacimiento de millones comprometidos/as con la justicia, con la paz, con la igualdad. Esos millones rompen fronteras, literalmente, esos millones, rompen estructuras del maligno. Por eso Jesús dice que “el príncipe de este mundo será echado fuera” (v. 31). La fuerza de esos millones, de esos que nacen gracias a la muerte del inocente está en su unidad. Rene Pérez lo dice con gran fuerza en su poesía:

Sobre nuestra unidad no debe haber preguntas
Frente al peligro las hormigas mueren juntas1

Jesús dice lo mismo con otras palabras: “El que ama su vida, la perderá; y el que odia su vida en este mundo, para vida eterna la guardará” (v. 25). 

Dar la vida es seguir a Jesús. La invitación es a vivir como vivió Jesús. Esa es la esencia de ser cristianos/as en tiempos de cambio climático, de refugiados, de fronteras cerradas. Dar la vida es comprometerse con la justicia, con la paz, con la equidad, con las fronteras abiertas, con un mundo donde el genocidio no sea posible. 

Jesús lo dice con toda radicalidad: “Si alguno me sirve, sígame; y donde yo esté, allí también estará mi servidor. Si alguno me sirve, mi Padre lo honrará” (v. 26).

René Pérez, una vez más, con su poesía en su canción “Latinoamérica,” lo confirma: 

Aquí se respira lucha
(Vamos caminando) Yo canto porque se escucha
(Vamos dibujando el camino) Oh, sí, sí, eso
(Vamos caminando) Aquí estamos de pie
¡Qué viva la América!”2


Notas:

  1. Véase https://g.co/kgs/4J4y1LD
  2. Véase https://g.co/kgs/KxJdtRF