Duodécimo domingo después de Pentecostés

La historia se escribe hacia atrás; sermones se escriben hacia adelante.

August 15, 2010

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Comentario del San Lucas 12:49-56



La historia se escribe hacia atrás; sermones se escriben hacia adelante.

La historia que cuenta Lucas de la misión y el ministerio de Jesús no es una excepción. Lucas adapta las tradiciones que ha heredado además de utilizar sus propias fuentes para producir una historia de Jesús que da sentido a la experiencia actual de su comunidad. Las realidades e inquietudes que preocupa su comunidad — cuestiones de riqueza y pobreza, el retraso del regreso de Jesús, preocupaciones sobre la transición ordenada de la autoridad apostólica y más — por lo tanto influyen la manera en que Lucas piensa y escribe la historia de Jesús. La historia — toda la historia, incluso la historia del evangelio — se escribe hacia atrás, formada por las circunstancias y realidades concretas del historiador y su comunidad.

Sermones, sin embargo, se escriben hacia adelante. Aunque  el contexto y los antecedentes históricos del texto bíblico pueden ser muy interesantes, la pregunta más urgente es el futuro del texto, no su pasado. Es decir, ¿qué nos dice este texto sobre nuestra vida en fe y en el mundo? ¿Cómo formará este pasaje a nuestra idea de Dios, de nuestros mismos, y de nuestros prójimos? ¿Cómo nos afectará este pasaje? ¿Qué nos hará? La historia se escribe hacia atrás; sermones hacia adelante.

Pido estas preguntas hermeneúticas a causa de la complejidad de este pasaje. En vista de los cambios de público entre los discípulos y la multitud, a lo largo de esta sección del narrativo de Lucas (la lección de hoy se dirige a los discípulos  en versos 49-53 y a la multitud en versos 54-56) es probable que hay varios recuerdos distintos que se unen. Su relación, por lo tanto, a veces es difícil a notar y puede parecer artificial. Asimismo, parece que los comentarios de Jesús aparecen entre las referencias a su misión y destino inmediato y una realidad escatológica lejana. Además, su mensaje de traer la división en vez de la paz dará la impresión a muchos oyentes — y probablemente al predicador — de ser contra la intuición, si no extremadamente contradictorio a la mayoría de su predicación. Por fin, el leccionario, que en general sigue la historia de Lucas, salta por la narrativa,  escoge varias partes de la historia para nuestra atención y omite otras partes, de modo que seguir la narrativa es difícil para los oyentes.

Para encontrar la confesión (o las confesiones) teológica en la narrativa de Lucas y para prever los efectos que pueden producir en la congregación, sugiero que primero prestamos atención a la descripción de la misión de Jesús. Se desarrolla  por tres relacionadas declaraciones o actividades de propósito. Jesús vino para traer fuego, estar bautizado, y traer división.

Fuego, Bautismo, División

El fuego es una imagen bíblica con muchos sentidos. Puede representar la presencia de Dios — como la columna de fuego en Éxodo (13:17-22) y lenguas de fuego en el día de Pentecostés (Hechos 2:1-4). También puede representar juicio escatológico — en Apocalipsis, Satanás y su ejército están consumidos por fuego (20:7-10). El fuego también representa la purificación — ambos Zacarías (13:9) y Malaquías (3:2-3) refieren al intento de Dios a purificar a Israel como se refina la plata por el fuego. No necesitamos dividir marcadamente entre estas posibilidades para apreciar como Jesús usa esta imagen. Jesús, como previó Simeón, no solo representa la salvación preparada de Dios (2:30-31), pero también “está puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel, y para señal que será contradicha, para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones” (2:34-35). Él personifica la presencia de Dios que a la vez juzga y purifica.

El bautismo también se usa en el Nuevo Testamento para representar ambos juicio y purificación y fue asociado con fuego en San Juan (3:16-17). Jesús refiere, sin embargo, no al bautismo que él trae pero lo que recibe. En este contexto, el bautismo de lo cual habla Jesús parece ser una alusión clara a su cruz, un evento que domina cada momento de su misión. Notablemente, el Uno que personifica la presencia de Dios no simplemente inflige el fuego de juicio y purificación, pero lo soporta él también.

La división que Jesús menciona es un resultado del fuego de purificación que soporta. El reino de Dios que proclama Jesús representa un orden nuevo gobernado no por fuerza pero por clemencia (de ahí la importancia de la clemencia en el Padrenuestro, 11:4), no por temor pero por coraje (“no temáis” en 1:13, 30, 2:10, 5:11, 8:50, 12:4, 7, 32) y no por poder pero por humildad (vea la canción de María, 1:46-55). Pero ellos invertidos en el orden actual; ellos atraídos por la tentación de riqueza, estatus y poder; y ellos que reinan ahora van a resistir el reino que viene porque indica el fin a lo que conocen y aman (o por lo menos a lo que están acostumbrado). De ahí Jesús — aunque viene para establecer un reinado de paz — trae división, incluso a las relaciones más intimas y honradas, que son las relaciones entre la familia.

Pronóstico del Tiempo, Entonces y Ahora

En la segunda mitad de la lección de hoy Jesús reprende a la multitud porque no reconoce las señales que él carga. Como nubes oscuras o un viento seco, la enseñanza y las acciones de misericordia que él hace indican lo que viene. Jesús se nació por sola una cosa: anunciar el reino venidero de Dios, y para establecer este reino no levantará ni bandera ni espada, sino colgará en la cruz, la insignia vulnerable del reino nuevo de Dios. Ellos que reconocen las señales y escogen a seguirle no solo necesitarán abandonar los símbolos de poder que adornan los señores del reino actual, pero también pueden esperar resistencia y oposición.

Pero si el llamamiento de Jesús para una manera nueva de relacionarse — a través de clemencia, coraje, y humildad — provocó división durante su tiempo y en la primera iglesia, ¿qué trae hoy? Aunque cristianos en unas partes del mundo — como India, China y partes de África — siguen estar en media de una oposición, cristianos en el mundo occidental tienen que sacrificar muy poco por su fe. Entonces, ¿cómo oímos la declaración de Jesús que trae fuego y división en vez de paz?

Para contestar esta pregunta, el predicador y la congregación deben participar en su propio pronóstico del tiempo por distinguir las señales del tiempo: ¿cuáles elementos de nuestras vidas dificultan nuestro servicio al Dios de la gente humilde e impotente? En unas pasajes anteriores de Lucas, riqueza, una falta de fe, temor y un deseo ponerse primero se identificaron como distracciones potenciales del camino de Cristo. Si son estas cosas o algo más, se sospecha que ellos también estarán consumidos por el fuego que trae Jesús.

Pero si tenemos miedo del  bautismo por fuego, tal vez nos consolamos en el hecho simple y escueto que el Señor que viene para bautizar con fuego y el Espíritu Santo, en primer lugar abrazó su propio bautismo — experimentó daño para que sepamos curación, aguantó juicio para que sepamos perdón, sufrió la muerte  para que sepamos la vida, ambos ahora y en el mundo que viene. Por lo tanto, si miramos hacia atrás a Jesús y su bautismo, encontramos el coraje para mirar hacia adelante para distinguir las señales y los desafíos de nuestro día, y unimos nuestras esperanzas y temores con los de cristianos por los siglos con la oración, “Ven, Señor Jesús.”