Vigésimo segundo domingo después de Pentecostés

Nos dice el texto que Jesús y sus discípulos y una gran multitud pasaron por Jericó, y que al salir encuentran al ciego Bartimeo.

Lord, that I might see!
Lord, that I might see!, sculpture in Matyas Church, Budapest, from Art in the Christian Tradition, a project of the Vanderbilt Divinity Library, Nashville, Tenn. Original source.

October 25, 2015

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Comentario del San Marcos 10:46-52



Nos dice el texto que Jesús y sus discípulos y una gran multitud pasaron por Jericó, y que al salir encuentran al ciego Bartimeo.

El nombre significa “hijo de Timeo” y la palabra timé en griego puede significar “honor, respeto, valor, privilegio.” En un contexto sociocultural en el que las personas discapacitadas y pobres carecían de todo esto, el nombre “Bartimeo” es paradójico.

Bartimeo llama a Jesús “Hijo de David,” un título mesiánico que aparece aquí por primera vez en el evangelio de Marcos. Es interesante que el que lo grita es un mendigo ciego. Más tarde lo harán las multitudes, en 11:10. Pensamos que el título “Hijo de David” en boca de Bartimeo funciona de manera retórica como un anticipo de la exclamación de las multitudes en 11:10 y de la discusión que Jesús sostendrá con los escribas en 12:35-37 sobre el Mesías como descendiente de David. El título “Hijo de David” expresa la esperanza de un sector de la población de que un descendiente de David, el rey ideal de los hebreos, instalara un reino en donde Israel recuperaría su autonomía como nación bajo el gobierno de Yavé desde Jerusalén, expulsando a los romanos. Sin embargo Jesús no quiere dejarse definir por esta ideología de un mesías guerrero y prefiere utilizar otra expresión, “Hijo del hombre” (ver 2:10, 28; 8:31, 38; 9:12, 31; 10:33, 45; 14:21, 41)

Cuando Jesús le pregunta: “¿Qué quieres que te haga?,” Bartimeo le contesta: “Rabbouni [palabra aramea que significa “mi maestro”], que recobre la vista,” lo cual pareciera indicar que alguna vez pudo ver. Jesús le replica: “Tu fe te ha salvado,” que aquí significa “te ha sanado.” Aunque en griego la palabra para “salvación” y “sanidad” es la misma, en español se hace necesario distinguirlas. Por eso sería preferible traducir “sanar” y no “salvar.” Y la respuesta de Bartimeo no se hace esperar. Nos dice el pasaje que “al instante recobró la vista, y comenzó a seguir a Jesús por el camino.”

La forma de este pasaje es la de un milagro de sanidad, solo que aquí Jesús no realiza ningún rito, sino que simplemente afirma que Bartimeo ha sido sanado por su fe. Se trata de otra historia de sanidad de un ciego y, juntamente con la historia de la sanidad del ciego de Betsaida, narrada en 8:22-26, encierran toda una sección del evangelio de Marcos en la que los discípulos luchan por entender cómo es posible que Jesús tuviera que sufrir y morir. Bartimeo y el ciego de Betsaida ejemplifican la fe de los discípulos. La historia del ciego de Betsaida, que recobra su vista en forma paulatina, pareciera apuntar a cómo se da el proceso de fe en los discípulos. La historia de Bartimeo, quien hace la petición correcta y deja todo para seguir a Jesús en el camino, contrasta enormemente con la historia de Jacobo y Juan en el pasaje inmediatamente anterior (10:35-45). De esta manera, Bartimeo se transforma en el discípulo ideal, pues nos dice el texto que cuando Jesús lo llama, Bartimeo arroja su capa (que era en realidad su fuente de trabajo, pues la utilizaba para mendigar), viene a Jesús, y luego, al ser sanado, lo sigue en el camino. Tenemos aquí, pues, los tres elementos de toda narración de discipulado: llamado, abandono de la situación presente y seguimiento (ver 1:16-20 y 2:13-14).

La ironía de estos pasajes no pudo haber pasado desapercibida por los lectores y las lectoras del evangelio: ciegos que ven, o sea, que “entienden” quién es Jesús, y discípulos que “no ven”, es decir, que aún no entienden cuál es la verdadera misión de Jesús. Quizás la comunidad de Marcos necesitaba ser instruída sobre la naturaleza del verdadero discipulado, así como también sobre quiénes calificaban para el mismo. A través de todo su evangelio, Marcos se preocupa por contrastar la falta de fe o de entendimiento de los doce discípulos con la fe de aquellas personas que no pertenecían al círculo de seguidores, como la mujer con flujo de sangre (5:25-34), la mujer sirofenicia (7:24-30), el exorcista ambulante (9:38-41), etc.

Posiblemente Marcos estaba tratando de solucionar un problema de elitismo religioso en su comunidad. Podría ser que los doce discípulos habían sido exaltados por encima de otros líderes, o que había gente de tradición israelita que se creía superior a los nuevos creyentes, que provenían de la cultura griega. Al minimizar la importancia de los doce y enfatizar la fe de los extranjeros, los marginados y las mujeres, Marcos estaría diciéndole a su comunidad que no es la etnicidad, ni la posicion social, ni el sexo de una persona lo que la califica para el discipulado cristiano, sino solamente la fe en Jesús, seguida de una decisión resuelta de participar juntamente con él en la construcción del reino de Dios, un reino en el que no existen los privilegios, sino que todos y todas participan en igualdad de condiciones. El joven rico de 10:17-22 y Jacobo y Juan en 10:35-40 son ejemplos negativos, mientras que Bartimeo es un ejemplo positivo.