Vigésimo primer domingo después de Pentecostés

Seguir a Jesús requiere renunciamiento a muchas cosas.

October 21, 2012

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Comentario del San Marcos 10:35-45



Seguir a Jesús requiere renunciamiento a muchas cosas.

Entre estas, el rechazo de la búsqueda del poder por el poder mismo y el egoísmo humano de vivir una vida centrada en uno mismo. 

Existe un dicho popular que dice: “el que tiene más quiere.” Este dicho no está muy lejos de la realidad. El ser humano, por naturaleza, tiene como necesidad psicológica el deseo de sentir que tiene dominio y autoridad sobre otros. La historia de la humanidad así lo manifiesta y los medios de comunicación actuales (radio, TV y prensa) nos informan constantemente acerca de personas que ocupando grandes puestos, ya sea en la empresa privada o el gobierno, se involucran en actos de corrupción. De igual modo, la explotación de los más ricos hacia las clases más desventajadas (los pobres) es un hecho todavía perenne. Parece que no basta con estar al frente y ser líder de una empresa o de un pueblo. La fama, el lujo, la comodidad y el dinero distraen del sano empleo y ejercicio del poder adquirido. Como ya alguien dijo: “el poder acarrea la búsqueda de más poder.”

Los evangelios, y particularmente los detalles ofrecidos por Mateo 4:1-11 y Lucas 4:1-13, ponen de manifiesto que una de las mayores tentaciones que experimentó Jesús fue la relacionada con el poder. En este sentido, una lectura minuciosa de los evangelios pone de manifiesto los diversos discursos ofrecidos por Jesús en los que contrasta el Reino de Dios con el orden presente y aboga por una nueva manera de ver las cosas. Un ejemplo entre varios es, cuando Jesús dice: “Oísteis que fue dicho…Pero yo os digo…” Ello implica que, a la luz del Reino, la vida de los seres humanos habrá de ordenarse conforme a un nuevo orden fundamentado en las enseñanzas de Jesús. La manera en que se interpreta y ejerce el poder es entonces una de muchas acciones humanas que debe estar sensible a ser orientada y restaurada por la praxis cristiana (Ro 12:2). El texto de Marcos que nos ocupa es explícito y enfático en dicho contraste.

Inmediatamente después de que Jesús comparte con sus discípulos acerca de su pasión (Mc 10:32-34), llama la atención el comportamiento de los hijos de Zebedeo (Jacobo y Juan). Recordemos que a Pedro, Jacobo y Juan se los conoce como el círculo íntimo de Jesús (9:2-8; 14:32-42). En el camino hacia Jerusalén, estos dos discípulos se le acercaron a Jesús con una petición llena de altos intereses personales. “Maestro, queremos que nos concedas lo que vamos a pedirte” (v.35). Cuando Jesús les preguntó qué era lo que querían (v.36), solicitaron que se les concediese sentarse uno a cada lado de Jesús en su gloria (v.37). En el mundo antiguo la derecha de un rey era el sitio de honor, y la izquierda el que le seguía en importancia. En otras palabras, estos dos personajes solicitan puestos y autoridad especiales.     

Dicha acción nos recuerda a los niños que a veces, con ojos picarezcos, se acercan a papá o mamá con una petición semejante. Estas demandas se hacen generalmente cuando los pequeños no están muy seguros de tener derecho a recibir lo que piden. Seguramente, la promesa necia de Herodes, “Pídeme lo que quieras y yo te lo daré” (Mc 6:22) viene a nuestra mente. Aunque existe cierta semejanza, también hay un contraste. Ese rey se colocaba a sí mismo en una situación bochornosa, pero estos discípulos trataban de comprometer a Jesús de antemano, es decir, sin siquiera decir lo que pretendían, lo cual califica dicha acción y petición como una falta de ética, por no decir algo peor.1

La petición de Jacobo y Juan pasa por alto la revelación en Jerusalén (Mc 10:33), a cuyo encuentro va Jesús con sus discípulos, es decir: la cruz, a la que pretenderían no prestar la menor atención.2 Jesús fue claro en cuanto al destino de su camino, Jerusalén, donde Él enfrentaría condenación, tortura y muerte. Como sabemos, Jerusalén ha sido descrita como la base de los oponentes del Maestro (3:22; 7:1). La aceptación de Jesús de su papel de Siervo sufriente está en agudo contraste con la demanda hecha por Jacobo y Juan. Esta petición muestra que muchas de nuestras peticiones de oración dicen mucho acerca de nosotros y nosotras.3 Si reflexionamos acerca de nuestras oraciones descubriremos pronto que existen similitudes entre éstas y la petición de estos dos discípulos. Usualmente, existe la tendencia hacia el “Yoísmo” (primero yo, segundo yo y tercero yo). Somos muy dados a “pedir”, pero muy lentos en “dar gloria a Dios” y sobretodo en “servir.” Esto es muy común hoy día, cuando somos influenciados por teologías de prosperidad que inculcan directa o indirectamente la importancia de “tener más” de frente a una vida conforme con lo que Dios nos ha dado. Dado que somos hijos e hijas de un Rey, entonces, debemos aspirar a mucho más. El problema radica en la visión materialista de estas teologías. Al igual que la petición de los “hijos del trueno” (Mc 3:17), la teología de la prosperidad apela a la búsqueda de los primeros lugares y lo mejor en términos materiales. En el fondo es una falsa teología cuyas pretensiones teológicas no responden a las exigencias del Reino.

Cabe resaltar que la petición de Jacobo y Juan es muy distinta a la petición que hará el ciego Bartimeo (10:51). Bartimeo pedirá a Jesús la vista de modo de poder seguir a Jesús en el camino de la cruz. Parece que Marcos desea comunicar a sus contemporáneos que no existe otro modo de seguir a Jesús que no sea el camino de la cruz. El seguimiento de Jesús es ante todo una opción de vida y no un medio para el logro de poder. La petición de estos discípulos implica que todavía no habían captado tal enseñanza, aun después de haber disfrutado de la experiencia de la transfiguración.

Ante dichas pretensiones la respuesta de Jesús es contundente. Con ella expone que ellos no sabían lo que pedían (v.38). ¿Estaban ellos dispuestos a beber de su vaso (dolor), o ser bautizados con su bautismo (sufrimiento)?  Sin conocer lo profundo de tal requerimiento responden: “Podemos” (v.39). La comprensión de tal camino a seguir vendría sólo cuando quedaran llenos del Espíritu en Pentecostés. Sin embargo, durante las horas angustiosas del sufrimiento de Jesús ellos se olvidaron de Él. Jesús les aseguró que ellos en verdad participarían de algo de sus aflicciones, pero no por ello tendrían lugares especiales en el Reino. Les indica que sentarse a la derecha e izquierda de su trono no le correspondía a Él concederlo. Sería dado a “aquellos para quienes está preparado” (v.40). La historia demuestra que los lugares importantes de servicio, y a menudo de honor, van para aquellos/as que se han preparado para ello más que para los que los han buscado egoístamente.4 Por otra parte, como será el caso de estos dos discípulos, quien trata de buscar o ejercer poder sobre los demás, culminará sirviendo.

Jesús culmina este diálogo con una hermosa enseñanza. “Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por todos” (v.45).

El mensaje de Marcos es claro. Los gobernantes y los poderosos utilizan el poder para explotar al débil. Por el contrario, en el Reino de Dios, el servicio es instituido como requisito fundamental para los líderes cristianos, ya sea en el contexto religioso, político o económico. Dentro de la iglesia, la autoridad ha sido dada sólo para servir. 

La iglesia es profética cuando renuncia a la definición que la sociedad o el mundo hacen del poder y a la forma en que se lo suele ejercer (Mt 20:20-28; 23:1-12; Mc 9:35-37; Lc 9:46-48; 22:24-27; Jn 13:12-17; Fil 2:1-11; 1 Co 1:18-31). La forma política de ejercer autoridad y de llegar a ella fue lamentablemente asimilada por los líderes religiosos del tiempo de Jesús. Jesús rechaza el modelo político para la comunidad alternativa. La iglesia es profética cuando trabaja en favor de la justicia en la sociedad. La iglesia debe renunciar a los modelos terrenales de crecimiento y éxito. Tiene que establecer un serio compromiso con los oprimidos sociales, los pobres, las víctimas de la corrupción. Debe establecer y promover relaciones y estructuras en su propia vida y práctica que desafíen a las injusticias y a la corrupción prevalecientes en la sociedad que le rodea.5 Jacobo y Juan aprenderán todo esto en el seguimiento de las huellas de su Maestro.


1Guillermo Hendriksen, El Evangelio de Marcos: Comentario del Nuevo Testamento (Grand Rapids, MI: Editorial TELL, 1987), 425-426.
2Joachim Gnilka, El Evangelio según San Marcos: Mc 8:27-16:20 Vol. II (Salamanca, España: Editorial Sígueme, 1986), 117.
3David S. Dockery, Ed. Gen., Comentario Bíblico Conciso Holman (Nashville, TN: B & H Publishing Group, 2001), 439.
4Ralph Earle, Marcos: El Evangelio de Acción (Grand Rapids, MI: Editorial Portavos, 1996), 87.
5Arnoldo Wiens, Los Cristianos y la Corrupción: Desafíos de la Corrupción a la Fe Cristiana en América Latina  (Barcelona, España: Editorial CLIE, 1998), 161-162.