Baptism of Our Lord (Year B)

El Bautismo de Nuestro Señor: Una Lectura Eco-teológica

Baptism of Christ
Baptism of Christ, Cappella Palatina, Palermo, Italy, from Art in the Christian Tradition, a project of the Vanderbilt Divinity Library, Nashville, Tenn.

January 11, 2015

View Bible Text

Comentario del San Marcos 1:4-11



El Bautismo de Nuestro Señor: Una Lectura Eco-teológica

Algunos historiadores mencionan que 200 años antes del nacimiento de Jesús comenzó un avivamiento en la vida espiritual del pueblo judío. Dicen que Juan el Bautista llega como parte de este período, exhortando a todas las personas a que se volvieran a Dios, se bautizaran y así recibieran el perdón de los pecados.

El tipo de bautismo con agua que Juan ofrecía no era igual al que Jesús luego instituyó, aunque en el evangelio de Juan (1:33) se lo presenta como un mandato de Dios. En Marcos, el bautismo ofrecido por Juan aparece como un rito de purificación, de preparación moral y espiritual, que podía repetirse cuantas veces fuera necesario. En vez de ser un sello de pertenencia al pueblo de Dios, era una señal pública de que la persona estaba lista y dispuesta para un evento mayor en su vida.

A diferencia de los antiguos profetas, Juan no llamaba al arrepentimiento para que la gente accediera a las promesas de prosperidad en la tierra. El evento principal, para el cual la gente debía prepararse, era la llegada del Reino de los cielos y la bendición del Espíritu Santo. Este Reino y este Espíritu llegarían con el bautismo provisto por uno “más poderoso” que Juan (v. 7).

Según Lucas, Juan el Bautista era el hijo de un sacerdote, Zacarías, y de su esposa Isabel, quien era parienta de María, la madre de Jesús. Pero en Mateo y en Marcos, la historia de Juan comienza mucho después y no se menciona ninguna relación familiar entre Juan y Jesús.

A diferencia de sacerdotes como su padre (según Lucas) y de antiguos profetas como Elías, Juan exhortaba desde las márgenes de la sociedad, en lugares salvajes, desérticos, en la “naturaleza.” En vez de ir a donde estaba la gente, él los forzaba a ir a donde estaba él. “Acudía a él toda la provincia de Judea y todos los de Jerusalén” (v. 5).

La esperanza de encontrar y de escuchar un mensaje de Dios en lugares salvajes, desérticos, estaba motivada por la memoria de los años vividos por Israel en el desierto y la experiencia segura de la providencia de Dios. Aunque hubiera abundancia de langostas y de miel silvestre en el desierto donde predicaba, tanto el ropaje de Juan como su dieta eran símbolos de una vida despojada, libre del interés del Mercado, de la necesidad del consumo y de los excesos de los poderosos de su tiempo. La vida de Juan estaba dedicada completamente a Dios, y su manera de vivir le daba autoridad para opinar frente a la vida pecaminosa del pueblo.

A ese lugar recóndito es a donde llegó Jesús para ser bautizado, como todas las otras personas. Comprendemos que lo hizo, no porque tuviera necesidad de arrepentirse, sino como un acto de humildad y preparación para el comienzo de una gran misión. Aunque nosotros los lectores y las lectoras lo sabemos, el bautismo y la manifestación del Espíritu Santo en forma de paloma, no eran necesarios para que otras personas fueran testigos en ese momento. En Marcos, sólo Jesús escucha, ve y entiende lo que está sucediendo de parte de Dios; pero los lectores y las lectoras ahora vemos, escuchamos y entendemos con Cristo lo que en aquel momento no podían entender todavía las demás personas. Él es quien estaba por venir para traer salvación a las naciones, el Reino de los cielos. Jesús es aquel de quien los profetas habían hablado, y hasta la misma creación aquí lo bendice y lo reconoce.

La manifestación del Espíritu en forma física, como una paloma, que sucedió después del bautismo de Jesús (cabe aclarar que Lucas, en su narración del bautismo de Jesús, es más específico en cuanto al aspecto físico de la manifestación del Espíritu, y por eso en su evangelio, en Lc 3:22, se aclara que “descendió el Espíritu Santo sobre él en forma corporal, como paloma”), no es la única teofanía en la que Dios se manifiesta a través de su creación que incluye la Escritura. Tal como los relatos de los pueblos indígenas de toda América Latina, también la Escritura incluye varias teofanías de estas características: el arcoíris (Gn 9:13), el torbellino (Job 40:6), la zarza ardiente (Ex 3:4), la nube espesa (Ex 19:9), la voz de trueno (Ex 19:19), la burra (Nm 22: 23-30), los cuervos (1 R 17:2-6), toda la creación (Is 6:3; Mc 4:36-41). En todos estos casos, un elemento de la creación es portador de un mensaje o de buenas nuevas. A la criatura no se la confunde con el mensajero, pero tampoco se le quita su rol de instrumento y medio de revelación y gracia divina.

Retos para el Día de Hoy

Recientemente participé en un retiro interreligioso de GreenFaith.org (Fe Verde), en donde nos pidieron que hiciéramos nuestra “Huella Ecológica” (www.footprintnetwork.org). Se trata de una encuesta en internet que mide cuántos planetas Tierra se necesitan, si todas las personas del mundo vivieran y consumieran como quien está contestando la encuesta. En mi caso manejo un coche híbrido, trato de comer lo que se cosecha en cada época, consumo más vegetales que carne y a veces, en vez de tomar un avión, prefiero viajar en tren. Así que pensé que mi huella ecológica no iba a ser muy grande. Pero resulta que por mi uso de electricidad nuclear, la compra de alimentos empacados y traídos desde muy lejos, mi medio de transporte privado (no público), los viajes en avión y mis compras de ropa nueva, mi vida necesita el sustento de cuatro planetas y sólo tenemos uno. ¿A quién le estoy quitando el derecho de vivir? Es una de las preguntas que nos deja esta encuesta. Si consumo lo que otras personas necesitan, ¿qué áreas de la creación estoy destruyendo por vivir como lo hago yo? ¿Qué necesito cambiar, aprender o dejar de hacer para poner menos presión sobre la tierra y las demás personas y seres vivos que dependen de ella? ¿Y hasta cuándo podrá sostener la tierra mi demanda? ¿Hasta cuándo podré vivir en paz con mi prójimo/a si le estoy quitando lo que necesita para vivir?

La vida despojada de Juan el Bautista, cercana a lo natural, consciente y ajustada a su medio ambiente, no sólo le permite reconocerla como medio de gracia (bautizando con agua en el río Jordán), sino vivir de una manera que no deja huellas dañinas en la tierra. Es más, un estilo de vida como este provee muchas bendiciones y nos permite utilizar los recursos a la mano para mejorar la vida humana. Pensemos nada más en las cualidades reales del agua, para relajar, limpiar, purificar y descargar la energía negativa del cuerpo.

Los sabios del Oriente salieron de Jerusalén (y de su templo) para seguir la estrella y encontrar a Jesús. No se quedaron satisfechos con sólo saber dónde nacería. Y de la misma manera, Juan el Bautista nos invita a salir de la comodidad, el ruido de las ciudades y el consumo desmedido, para encontrar a Dios con Cristo en lugares más recónditos, donde otro tipo de mensaje sea el que prepare nuestros corazones para las buenas nuevas del Reino de Dios.

Pero la realidad ecológica tal vez ponga un obstáculo a nuestras buenas intenciones. La posibilidad de bautizarnos de cuerpo completo en un río, es una experiencia en peligro de extinción, imposible en muchos lugares del planeta. Para no ir muy lejos, según un reporte de la organización Food and Water Watch (Observatorio de Alimentos y Agua), en el 2009, las industrias a lo largo de los Estados Unidos vertieron más de 200 millones de libras de químicos en nuestros ríos. Muchos de esos químicos son conocidos por su capacidad de aumentar los riesgos del cáncer, los problemas de desarrollo y reproducción y una gama de otros problemas de salud. Pero además cientos de miles de otros químicos que también se vertieron en los ríos ni siquiera han sido evaluados y por lo tanto no se conoce su potencial dañino para la naturaleza humana y/o no-humana.1

Para muchas personas, seguir a Juan el Bautista hoy, es encontrarnos con una tierra que nos pide arrepentirnos de nuestros pecados, limpiarla y limpiarnos de una contaminación que ya no es sólo espiritual. Aunque nos inspiren temor estos lugares salvajes donde el caos parece reinar, la verdad es que también allí está Dios. Con Juan y con el Espíritu de Cristo, estos son los lugares donde Dios nos libera, nos llama a reconocer nuestros pecados y nos invita a seguir un nuevo camino.


Notas:

1 Ver www.foodandwaterwatch.org/reports/a-toxic-flood/ (consultado: 14 de diciembre, 2014).