Duodécimo domingo después de Pentecostés

En esta perícopa del capítulo 6 del evangelio según Juan tenemos un discurso de Jesús sobre la Santa Cena.

August 19, 2012

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Comentario del San Juan 6:51-58



En esta perícopa del capítulo 6 del evangelio según Juan tenemos un discurso de Jesús sobre la Santa Cena.

“El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna” (v. 54). Dios en su infinito amor por el mundo se hace carne, habita entre nosotros y nosotras y da la vida en favor del mundo. Juan presenta a un Jesús solidario que siente las necesidades humanas al hacerse carne.

La teología de las comunidades nativas americanas tiene una rica herencia en sus prácticas religiosas. El concepto de pecado para ellas pasa de lo personal a lo comunal. Por ejemplo, si alguien transgredió las reglas, esto afecta a la persona en su relación con la divinidad, pero su falta o pecado también afecta a toda la comunidad. La comunidad sufre las consecuencias del pecado de uno de sus miembros y necesitan purificarse y restaurar la falta. El concepto de pecado alcanza a toda la comunidad y su entorno, considerando en ello la tierra y toda la naturaleza. Por ello será necesario desarrollar por su jefe una ceremonia y los rituales necesarios para la restauración con el mundo natural y espiritual. Los rituales guardan un balance del mundo según su teología. Ellos creen en un ser espiritual, “Trickster”, que se mueve entre el cielo y la tierra. Este ayuda a conectarlos con su dios. El “Trickster” cumple la función de mensajero y/o mediador entre su dios y ellos. Ellos deben ofrecer ofrendas para restaurar la persona, comunidad y la naturaleza. Las comunidades nativas pueden pues ayudarnos a ampliar nuestro concepto de pecado, que muchas veces se concentra exclusivamente en la relación personal con Dios. En realidad, nuestras transgresiones nos afectan a nosotros y a nosotras, afectan a otros, y también afectan a Dios.

Juan nos presenta a Jesús como el restaurador del mundo. “Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguien come de este pan, vivirá para siempre” (v. 51). El evangelio según Juan está haciendo alusión a Jesús y a su misión en la tierra y con la gente, que es restaurar y dar la vida. Esta entrega de Jesús a la humanidad es con un amor incondicional, que busca que el ser humano esté en comunión con Dios y con sus semejantes. Esto será posible solo si se permanece unido a Jesús. Juan nos presenta cómo es la promesa de Jesús.

“El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el día final” (v. 54). Esta es una promesa escatológica para el futuro que vendrá. El verdadero pan bajado del cielo es Jesús. ¿Qué significa para los judíos el pan bajado del cielo? Aquí Juan hace referencia a Jesús que procede del padre y es el verdadero pan bajado del cielo. En paralelo ya leímos cómo hace alusión al maná como alimento perecedero. Juan siempre se expresa en términos dualistas, y contrasta aquí el alimento maná recibido en el desierto y a Jesús, que es alimento para la vida eterna.

“El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él” (v. 56). La teología de Juan nos presenta a Jesús como el pan de vida que viene a nosotros y a nosotras en la Santa Cena. El evangelista Juan nos invita a permanecer en esa relación con Jesús. Aunque como seres humanos algunas veces hemos transgredido las normas, y nuestra la relación con Dios se ha visto afectada. Si analizamos la falta o transgresión bajo el concepto de la teología nativa americana, podemos decir, igual que ellos, que la falta o transgresión tiene repercusión personal, familiar y social. Considerando que cualquier acción nuestra tiene repercusión en nuestro ámbito personal y alrededor nuestro, es bueno recordar las palabras de Jesús que nos invitan a permanecer en él. Por ello Juan toma el cuidado de repetirnos que el único camino de restauración es a través de Jesús.

Sugerencias para la prédica:
1. Jesús está hablando de su entrega para la restauración del mundo, pero “¿cómo puede este darnos a comer su carne?” (v. 52). El grupo de líderes y parte de la multitud que sigue a Jesús no entiende cómo alguien puede dar de su propio cuerpo. La pascua judía está por celebrarse, como Juan lo menciona al inicio del capitulo 6. Al poner en boca de Jesús que dará de comer de su carne, se refiere a la nueva pascua, donde Jesús es el cordero pascual. Juan se preocupa por centrar en Jesús todas las expectativas vinculadas con la promesa, y aquí se nos anticipa la promesa del Cristo resucitado.

2. Jesús es el Hijo del Hombre (huiŏu tŏu anthrōpŏu), el redentor de la humanidad, el que ha de venir, el Mesías, el nuevo Adán que restaura la humanidad caída. “Así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados” (1 Corintios 15:22). Su muerte en favor de todos es una muerte que justifica a la humanidad caída desde Adán y Eva.

3. El llamado de Jesús en el v. 56: “El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él”, contiene la promesa de que una nueva vida en Jesús es posible, y es vida eterna.

4. Jesús promete vida eterna. La vida eterna, lo mismo que la resurrección, es un regalo, el regalo de la vida eterna. Juan pone mucho énfasis en decir que es un regalo.