Transfiguración de Nuestro Señor

A quién oímos y obedecemos

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February 14, 2021

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Comentario del San Marcos 9:2-9



Con la historia de la transfiguración de Jesús llegamos a un momento de transición, tanto en el drama de la vida de Jesús como en la atmósfera religiosa y emocional de la iglesia. Por un lado, concluimos la época de epifanía. Por otro lado, ya estamos a las puertas del miércoles de ceniza y la temporada de cuaresma.

El pasaje bíblico es algo complicado. Algunos comentarios y estudios debaten si la historia comienza en 9:1. Otros entienden que la historia se extiende hasta 9:13. Estas discusiones afectan la interpretación de la escena de 9:2-9. Si la historia incluye 9:1, entonces la escena puede ser interpretada como la realización proléptica de que algunos no morirían hasta ver el reino de Dios venido con poder. Si la historia incluye 9:10-13, la escena tiende a ser interpretada a la luz de la discusión sobre Elías, como la realización escatológica de las promesas a los profetas.

La escena de la transfiguración en Marcos (9:2-9) es una pieza literaria bien organizada, cargada de símbolos muy conocidos tanto para las comunidades judías como para el mundo gentil del primer siglo. Es muy conveniente tomar en cuenta tanto la forma como el contenido de la escena al interpretar su mensaje con miras a la predicación dominical.

La organización de la escena comienza con la acción de Jesús de tomar a tres de sus discípulos y llevárselos a un monte alto (v. 2) y concluye con el descenso del monte y la instrucción a los discípulos de no hablar de lo sucedido hasta que hubiera resucitado de los muertos (v. 9). La escena puede desglozarse de la siguiente manera: a) la transfiguración en la cual se describe el resplandor y blancura de la ropa (vv. 2b-3), b) la aparición de Elías con Moisés (v. 4); c) la reacción de Pedro (v. 5), con una declaración explicativa de su su ignorancia (v. 6); d) la aparición de una nube que les hizo sombra (v. 7a) de donde sale una voz que declara a Jesús como Hijo de Dios y les instruye a escucharle (v. 7b); y e) la escena concluye con los discípulos no viendo a nadie sino a Jesús solo (v. 8). La subida (v. 2) y descenso del monte (v. 9) sirven de marco para la historia.

En el evangelio de Marcos, la montaña es lugar de llamamiento y revelación. En la cima de una montaña el Señor llamó a sus discípulos (3:13-19). En el monte Jesús dedicó tiempo para orar a solas (6:46). Finalmente, en el monte del texto de hoy, la gloria de Jesús es revelada como la del Hijo en quien Dios se complace, el único digno de ser escuchado y obedecido. En la cima del monte, el Señor es transfigura­do en presencia de sus discípulos y sus vestidos se volvieron tan blancos y resplandecientes como ningún lavador en la tierra podía dejarlos. La historia también nos recuerda a Moisés, que llevó a tres de los líderes de Israel a lo alto de la montaña (Ex 24:1-18) donde escucharon la voz de Dios. Sabemos además que el rostro de Moisés resplandecía después de haber hablado con Dios (Ex 34:29-35).

Dos personas aparecen a conversar con Jesús: Elías y Moisés. En la historia bíblica ellos representan los dos pilares de la fe y naturaleza del pueblo de Dios. Moisés representa la ley y la voluntad de Dios para la buena administración de la justicia y la adoración. Elías representa a los profetas, el llamado de Dios a la obediencia, la integridad y la responsabilidad mutua. Elías y Moisés representan la revelación de Dios en su palabra escrita y el llamado continuo a la respuesta fiel. Ambos aparecen y conversan con Jesús.

Pedro, quien días atrás había confesado a Jesús como el Cristo (8:29), propone la idea de construir tres enramadas. Estas enramadas recuerdan el festival con que se celebraba el peregrinaje del pueblo en el desierto camino a la tierra prometida (Lv 23:33-44). La palabra “enramadas” está relacionada con el tabernáculo, el tipo de santuario temporario del desierto. Es posible que Pedro deseara ser hospitalario con los visitantes, o tal vez deseaba perpetuar la experiencia de transfiguración en el monte.

Como en el tabernáculo (Ex 40:34-38), una nube cubre la audiencia. La manifestación de la gloria de Jesús cubre a quienes escuchan la voz: “Este es mi Hijo amado; a él oíd.” El evangelio ya ha establecido que Jesús es el Hijo de Dios. El primer versículo de Marcos, las tentaciones, el reconocimiento de los espíritus inmundos y la confesión de Pedro, para mencionar algunos ejemplos, han dejado en claro que Jesús es el Hijo de Dios. A la declaración de que Jesús es el hijo en quien Dios se complace, se añade el “a él oid.” Esta instrucción recuerda la promesa de Dios en Deuteronomio 18:15 de que vendría un profeta como Moisés, a quien el pueblo debería oir. Debe quedar completamente en claro para la iglesia entera que nuestra afirmación de fe de que Jesús, el Cristo, es el Hijo de Dios debe estar acompañada de nuestra obediencia.

Muchos nos encontramos en la encrucijada creada por la fecha del calendario en la cual celebramos el día de la transfiguración. Como la tradición popular ha invadido la vida de la iglesia, hemos sido testigos de la confusión de algunas congregaciones que llenan los santuarios de símbolos ajenos a la antigua tradición cristiana y reemplazan la celebración del calendario litúrgico por otras celebraciones controladas por los intereses del mercado y el consumismo. Sí, hasta en Cuba vimos cómo las tiendas se llenaban de personas por motivo de la celebración popular del “día de la amistad,” que es como en ese país llaman a lo que en otros países es el “día de los enamorados.” Es necesario que de alguna manera la iglesia se sienta libre de las tentaciones que incitan emociones encontradas y juegan con nuestros sentimientos, y por eso creo conveniente resistir la tentación de sustituir la celebración cristiana del día de la transfiguración por la celebración popular guiada por el consumismo cuyo interés es el dinero y no escuchar la voz del cielo que llama a prestar atención a las enseñanzas de Jesús.

Este es un día para prestar atención cuidadosa a las palabras, enseñanzas, llamado, y voluntad de Jesús. Es un día para reflexionar y asegurarnos de que nuestras decisiones sean guiadas por un compromiso con la fe, sus valores, y sus virtudes. Ante todas las voces que piden fidelidad, recordemos que la iglesia ya sabe a quién ha de escuchar y prestar atención: Jesús, nuestro Señor y nuestro guía. Amén.1


Notas

  1. Buenos resúmenes de la discusión contemporánea sobre los pasajes de la transfiguración (y excelente bibliografía) puede ser encontrada en: J. B. Green, “Transfiguration.” Editado por Joel B. Green et al. Dictionary of Jesus and the Gospels, Second Edition. Downers Grove, IL; Nottingham, England: IVP Academic, 2013, 966-972. También en: Thomas R. Hatina, “Transfiguration.” Editado por John D. Barry et. al. The Lexham Bible Dictionary. Bellingham, WA: Lexham Press, 2016.