The Holy Trinity (Year A)

Gran alegría, temor, duda, falta de honestidad… y un impulso profundo de compartir la experiencia con los demás.

Holy Trinity
Rublev, Andrei. Holy Trinity, from Art in the Christian Tradition, a project of the Vanderbilt Divinity Library, Nashville, Tenn.  Original source.

June 7, 2020

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Comentario del San Mateo 28:16-20



Gran alegría, temor, duda, falta de honestidad… y un impulso profundo de compartir la experiencia con los demás.

La resurrección de Jesús suscita una diversidad de reacciones, actitudes y acciones entre los testigos de este evento sobrenatural. El evangelio de Mateo a menudo combina reacciones opuestas; por ejemplo, los discípulos que presencian al Señor caminando sobre las aguas “gritaron de miedo” (14:26), pero también “se acercaron y lo adoraron” (14:33). En la escena final de Mateo (28:16-20), el narrador nos dice que la duda y la adoración se intercalaban dentro de los discípulos en presencia de Jesús resucitado. Sin embargo, a pesar de estas actitudes contrarias, Jesús les da la gran comisión de ir y hacer discípulos a todas las naciones, “bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” (v. 19). Al descubrir estas reacciones encontradas en los discípulos de Jesús, Mateo también interpela a la persona que lee: ¿Qué clase de testigo eres tú?

La “gran comisión” en el evangelio de Mateo es parte de una serie de escenas que muestran al lector diferentes tipos de testigos, con actitudes diferentes respecto de la resurrección de Jesús. En Mateo 28:1-10, las mujeres se asoman a la tumba abierta y encuentran a un ángel quien les dice:

No temáis vosotras, porque yo sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado. No está aquí, pues ha resucitado, como dijo. Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor. E id pronto y decid a sus discípulos que ha resucitado de los muertos y va delante de vosotros a Galilea; allí lo veréis.

Pero más aún, ellas tienen un encuentro con el Señor mismo, en el cual vemos la dinámica del miedo y la adoración. Las mujeres se acercan y abrazan los pies de Jesús en adoración. Él les dice: “No temáis; id, dad las nuevas a mis hermanos, para que vayan a Galilea, y allí me verán” (28:10).  

En el versículo siguiente (28:11), el evangelio corta esta escena de amor, gozo y alegría, y transporta al lector a la presencia de los sacerdotes y ancianos, quienes escuchan la historia de los guardias. Estos líderes pusieron guardias en la tumba para prevenir lo que percibían como un peligro, que hubiera testigos creíbles de la resurrección de Jesús:

Señor [Pilato], nos acordamos que aquel mentiroso, estando en vida, dijo: “Después de tres días resucitaré.” Manda, pues, que se asegure el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vayan sus discípulos de noche, lo hurten y digan al pueblo: “Resucitó de entre los muertos.” Y será el último engaño peor que el primero (Mt 27:63-64).

Los guardias presenciaron la resurrección y “de miedo de él [del ángel],… temblaron y se quedaron como muertos” (28:4). Este miedo no combina con el amor ni la adoración, como en el caso de las mujeres y los discípulos de Jesús. El encuentro no bastó para convertirlos en testigos. Más bien los convirtió en opositores de la verdad, pues se dejan sobornar por los sacerdotes y ancianos (28:15).

En la lectura de este día, encontramos el mismo fenómeno de sentimientos y actitudes encontrados o en oposición. Los discípulos de Jesús obedecen el mensaje transmitido por las mujeres y van a Galilea a esperar al Señor. Regresan al lugar en que fueron llamados e instruidos por el maestro. Sin embargo, aunque Jesús se les aparece, ellos “lo vieron, lo adoraron, aunque algunos dudaban” (v. 17). La duda de los discípulos no parece preocupar a Jesús, quien les entrega la gran comisión aun a aquellos cuya fe no es perfecta. Dios llama a los dispuestos, no a los listos.1

¿Qué función tienen estos sentimientos y actitudes encontrados, o en oposición? Seguramente reflejan la realidad. Pocas personas, entonces y en nuestro tiempo, tienen una fe perfecta. A menudo, sin embargo, la inquietud causada por estas oposiciones impulsa a los humanos a crecer emocional, intelectual y espiritualmente. Existe una “compatibilidad ambigua” en esta dinámica: “la alegría es lo que convierte el miedo en adoración; el miedo impide que la adoración sea superficial” y también “la adoración da vida a la fe que duda; la duda impide que la adoración sea egoísta, segura de sí misma y vana.”2

 

En esta lectura de la “gran comisión,” Mateo añade otra dimensión a la pregunta ¿qué clase de testigo eres tú? En el mundo de los cristianos-judíos de la comunidad de Mateo, la crucifixión de Jesús representa un rechazo, una humillación, una deshonra pública que amenaza su credibilidad y la fe en él. Como vimos anteriormente, para asegurar la deshonra pública, los sacerdotes y ancianos le piden a Pilato que envíe los guardias. Sin embargo, los capítulos 27-28 de Mateo representan la reivindicación de Jesús y de su Padre. Jesús había predicho anteriormente su deshonra y honra: “Estando ellos en Galilea, Jesús les dijo: ‘El Hijo del hombre será entregado en manos de hombres y lo matarán, pero al tercer día resucitará’” (Mt 17:22-23). Pero después de la muerte de Jesús, el poder de Dios se muestra en el terremoto (Mt 27:51), la ruptura del velo del templo (27:51), la apertura de las tumbas y resurrección de los justos (27:52) y finalmente, la resurrección de Jesús mismo:

Los prodigios en 27:52-53 argumentan positivamente que las propias predicciones de Jesús, su vindicación divina, así como su defensa del poder de Dios en 22:29-32 están justificadas. La prueba dramática, por supuesto, es la narración en 28: 16-20, donde el Jesús resucitado afirma no solo la vindicación, sino también su transformación a un estado superior… Así, la resurrección de los santos y sus apariciones públicas después de la resurrección de Jesús confirman dos cosas: (1) la verdad de la enseñanza de Jesús sobre el poder de Dios para resucitar a los muertos y (2) la lealtad de Dios que se muestra al vindicar a los fieles.3 

 

Así como lo demuestran las palabras y acciones de Jesús, el testimonio de un discípulo fiel es un encomio, un gesto de alabanza, porque es una proclamación del poder y la fidelidad de Dios. Más aún, el testimonio de alabanza trae consigo la autoridad y, por lo tanto, el poder de cambiar la vida de quienes lo reciben: 

 

Jesús se acercó y les habló diciendo: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado” (vv. 18-20). 

 

El desafío para los/as discípulos/as es proclamar y actuar centrados en la potestad y la identidad del Padre, Hijo y Espíritu Santo. 

 

¿Qué clase de testigo eres tú?   

 

Este domingo en que celebramos a la Santísima Trinidad, no celebramos solamente un concepto teológico. Tampoco celebramos solamente una relación interpersonal en el seno de Dios. Mateo invita a quienes leemos a participar en el encomio, el gesto de alabanza que proclama el poder y la fidelidad de Dios. Esto es testimonio, enseñanza y evangelización. El discípulo y la discípula ponen su ser a disposición de Jesús, a veces con sentimientos encontrados, y Dios pone su poder y fidelidad. En este momento en que la enfermedad arrasa con los seres queridos, en que muchos han perdido su sustento y en que la cuarentena ha llevado a la soledad y distanciamiento, Dios, Jesús, el Espíritu Santo, la Santísima Trinidad, puede sanar, sustentar y unir a través del sufrimiento. Como dijo bellamente Charles Spurgeon,

Se necesita la Trinidad para hacer al cristiano.

Se necesita la Trinidad para animar a una cristiana.

Se necesita la Trinidad para completar a un cristiano.

Se necesita a la Trinidad para crear en una cristiana la esperanza de gloria.4


Notas:

1. Refrán inglés: “God calls the willing, not the ready.”

2. Mark Allan Powell, Introduction to the New Testament: A Historic, Literary and Theological Survey, 2nd Edition (Grand Rapids: Baker Academic Publications, 2018), en esta adaptación (Consultado: 27 de abril, 2020). Traducción de las citas por R. Furst.

3. Traducción y adaptación por R. Furst de: Jerome H. Neyrey, Honor and Shame in the Gospel of Matthew (Louisville: Westminster John Knox, 1998), 145-6.

4. Véase este artículo (Consultado: 25 de mayo, 2020).