Séptimo Domingo de Pascua

Nuestra misión ecuménica

Christ Taking Leave of the Apostles by Duccio di Buoninsegna
Christ Taking Leave of the Apostles by Duccio di Buoninsegna, via Wikimedia Commons; licensed under CC0.

May 12, 2024

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Comentario del San Juan 17:6-19



El texto de Juan 17, de acuerdo con los eruditos biblistas, es la conclusión de la cena de despedida y de los discursos finales de Jesús. Antes de cumplir su propósito de la redención humana con su muerte en la cruz, Jesús muestra su estilo de liderazgo servicial al lavar los pies de los discípulos (capítulo 13), acompaña pastoralmente a sus discípulos hablándoles de la promesa del Espíritu Santo, el paracletos (capítulos 14 y 16) y les recuerda que él es la vida vid verdadera y que sus seguidores/as son las ramas que dan mucho fruto del amor ágape (capítulo 15). Ahora, en el capítulo 17, Jesús concluye este tiempo pastoral con sus discípulos, orando por ellos y por nosotros/as. A saber:

Una oración sacerdotal

Al comienzo de su oración, Jesús afirma la identidad de sus discípulos diciendo: “He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste; tuyos eran, y me los diste, y han guardado tu palabra” (v. 6). He ahí una primera lección para los/as pastores/as y líderes de las iglesias. Parte de nuestro llamado es seguir el ejemplo de Jesús y reafirmar la identidad y la fe de quienes participan de nuestras iglesias. ¡Cuántas veces nos preocupamos por hacer crecer la iglesia, por traer nuevas personas y por dirigir programas y eventos, pero descuidamos la vida de oración por y con los/as feligreses/as! Parte de nuestro rol como pastores/as es el rol sacerdotal. Muchas personas necesitan un empujoncito y un ánimo para disfrutar más de la vida de oración y la comunión con Dios. Jesús concluye esta parte diciendo: “y han creído que tú me enviaste” (v. 8b). Jesús afirma la fe de sus discípulos/as.

Una oración para la obra misionera

En la siguiente sección, Jesús ora para que sus seguidores/as sean protegidos/as de los peligros y riesgos de vivir en este mundo. Esta sección ha sido muchas veces malinterpretada por líderes y pastores/as. El texto dice: “No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo” (vv. 15-16). Pareciera que estos dos versículos se contradijeran. ¿Cómo podemos estar en el mundo sin ser del mundo? He aquí el paradigma de la cristología. Para entenderlo tenemos que pedir la ayuda del apóstol Pablo en la carta de Filipenses cuando dice: “Solamente os ruego que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo” (1:27a). Luego el apóstol Pablo, en la misma carta, continúa: “Pero nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo” (3:20). Es decir, tenemos una doble ciudadanía: la celestial para la que Jesús nos dio el pasaporte eterno y la terrenal donde Jesús nos encomienda que encarnemos el evangelio. Pablo comprendió este paradigma y fue la respuesta a la oración de Jesús cuando pidió por pastores/as que predicaran el evangelio en palabra y en obra. 

Algunas preguntas para reflexionar mientras preparas tu sermón o el estudio bíblico: 

  1. ¿Cómo saber qué es de Dios y qué es del mundo? Miremos a Jesús en su encarnación. Sin pecar, Jesús se acercó a los/as pecadores/as. 
  2. ¿Cómo encarnar el evangelio de Jesús en este mundo? Practicando el ejemplo de amor y entrega de Jesús y llegando a los lugares a donde nadie quiere llegar.

Quizás la lírica del himno “Tenemos Esperanza” escrito por el fallecido obispo metodista argentino Federico Pagura puede ilustrar esta oración para la obra misionera:

Porque Él entró en el mundo y en la historia; porque Él quebró el silencio y la agonía;
porque llenó la tierra de su gloria; porque fue luz en nuestra noche fría.
Porque nació en un pesebre oscuro; porque vivió sembrando amor y vida;
porque partió los corazones duros y levantó las almas abatidas.
Estribillo:
Por eso es que hoy tenemos esperanza; por eso es que hoy luchamos con porfía;
por eso es que hoy miramos con confianza, el porvenir en esta tierra mía.

No somos del mundo terrenal y pecaminoso, porque Jesús ya nos redimió; pero estamos en el mundo para ser agentes de transformación y embajadores del amor de Cristo. Para ser sal y luz como se afirma en el sermón del monte.  “Santifícalos en tu verdad: tu palabra es verdad” (v. 17). Somos pecadores/as mundanos/as justificados/as por gracia en proceso de santificación. 

“Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo” (v. 18). He ahí nuestra misión. ¿Estamos cumpliendo nuestra misión de participar en la transformación del mundo?

Una oración ecuménica

Hay una frase en el v. 11 que a veces se pasa por alto: “Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros” (11b). Para muchos eruditos bíblicos, esta parte de la oración de Jesús todavía no sea ha cumplido completamente. Tenemos muchos edificios a los que llamamos iglesias, hemos plantado muchas iglesias, realizamos viajes misioneros locales e internacionales, pero la unidad, el “para que sean uno,” todavía no se ha cumplido. Es más, a lo largo de la historia del cristianismo nos hemos separado y dividido muchas veces. Más adelante, Jesús regresa a este deseo de unidad cuando ora: “para que todos sean uno; como tú, Padre, en mí y yo en ti” (17:21). Jesús sigue orando aún más fervientemente y dice: “Yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste” (17:23).

¡Cuánta tristeza debe causarle a Jesús, el sumo sacerdote, que sus seguidores/as, 2000 años después, sigan dividiéndose! En el condado de Wayne, Carolina del Norte, donde Dios me ha llamado a servir, hay más o menos 500 iglesias, entre bautistas, metodistas, católicas, presbiterianas, luteranas, episcopales, independientes, ungidas, misioneras, santificadas, etc. Hay tantas iglesias; sin embargo, hay miles de personas hundidas en las drogas, en el alcohol o en la pobreza total. 

Que Dios nos ayude a responder a la oración de Jesús y que podamos servir al prójimo y producir una transformación total uniendo nuestras fuerzas en la misión liberadora de Jesús. El teólogo y misionero escocés Juan Mackay escribió hace muchos años el libro El ecumenismo: Ciencia de la Iglesia Universal, en el que afirma que la misión liberadora de Jesús puede ser la causa común para que todas las iglesias puedan ser más ecuménicas y unidas. He aquí la traducción de una de las frases del original inglés: 

¡Adelante, entonces! Lo que está contenido en el coro del Aleluya de Handel es más que poesía y más que un sueño romántico: “Él reinará por siempre y para siempre.”1

Que este reinado de Cristo se haga realidad en la iglesia y en el mundo. Y que la iglesia cumpla su misión ecuménica. Que así sea.


Notes:

1. John A. Mackay, Ecumenics. The Science of the Church Universal (Englewood Cliffs: Prentice-Hall, 1964), 265.