Comentario del San Juan 20:19-31
Estamos aquí de nuevo.
¿No nos sentimos así todos los años, el domingo después de la Pascua? Si tienes la suerte de tener un pastor en prácticas de un seminario, ¿decides que es su turno para predicar? O si tienes múltiples pastores, ¿el que saque la pajita tendrá que predicar esta semana? Tomás el Escéptico. Cada año. Cada segundo domingo después de la Pascua en Años A, B y C. Y, si, tuviéramos un Año D — un año para Juan, pues, supongo que lógicamente estaría allí, también.
Por supuesto, un predicador podía evitar Tomás completamente y enfocar en el Pentecostés de Juan (20:19-23). Pero entonces no podrías predicar sobre Juan en el domingo de Pentecostés. Parece que no podemos escapar de Tomás.
¿Es posible separarnos de nuestras primeras reacciones a este texto? Tal vez todo lo que necesitamos es unos recordatorios para eliminar el rutinario de este discípulo. Por ejemplo, empezamos con el nombre que hemos designado Tomás por tantos años — Tomás el Escéptico. Por supuesto, la palabra no es “duda” pero una palabra muy característico de Juan: “descreído” (apistos). Es un término con más sentido en relación a lo que significa “creer” en el Evangelio de Juan.
Siempre un verbo, nunca un sustantivo, para Juan, creer es una declaración de permanecer en Jesús. Creer en Jesús no es una afirmación de específicos obligaciones doctrinales, ni es algo fuerte algún día pero vacilante lo siguiente. Creer en Jesús es igual que decir “Yo permanezco en ti y tú permaneces en mí.” Es una afirmación de credo sólo en que afirma la relación existente entre Jesús y el creyente. Creer en el Evangelio de Juan es sin duda una confesión de que Jesús es el Verbo hecho carne, pero la realidad existencial y ontológica de la encarnación siguiere que una confesión de fe es más como una confesión de una relación.
Otro recordatorio que tal vez cambiará nuestras reacciones endebles a Tomás es la confesión propia de Tomás. Sus palabras aparentemente simples, “Señor mío y Dios mío,” esencialmente resumen el Evangelio en total. Debemos usar letras mayúsculas, negritas o cursivas para la palabra “y” en esta declaración. Jesús es Señor, nuestro Señor, pero Jesús también es Dios, el “YO SOY,” la morada de Dios en persona.
Nota el pronombre — Señor “mío” y Dios “mío,” no “el” Señor ni “el” Dios porque otra vez, confesión no es asentimiento a dogma pero una afirmación sobre una relación. ¿Hasta qué punto Tomás necesita ver esta carne otra vez para saber Juan 1:14? Hay un sentido que el pedido de Tomás vuelve el Evangelio al punto de partida. La confesión de Tomás nos lleva hasta el principio del Evangelio. En el principio era el Verbo, el Verbo era Dios, y el Verbo se hizo carne. Nos recuerda que en este Evangelio, la encarnación, la crucifixión, la resurrección y la ascensión son un solo evento, intercambiablemente una parte del Verbo hizo carne.
Una nota final, que tal vez nos ayudará en aflojar nuestro Tomás malinterpretado, es el final del capítulo. Estas palabras se escriben por un propósito: para que tú creas o continúes a creer. Para esos predicadores que ansiosamente esperan referencias a cuestiones críticas de texto, el momento ha llegado. Hay evidencia textual igual, ambos interiormente y exteriormente, para leer un subjuntivo aoristo o un subjuntivo presente de “creer.” Este Evangelio es para ellos que todavía no creen en Jesús y también para ellos que ya creen para estar sostenidos en su fe.
Puertas cerradas
Si hemos tenido éxito en dejar la mala reputación de Tomás, ahora nos encontramos detrás de puertas cerradas. Dos veces Jesús se reunirá con los discípulos como “Yo soy la puerta” del capítulo 10. Normalmente leemos Juan 10 y encontramos “Yo soy la puerta” en el contexto exclusivo de un pastor y sus ovejas o con la frase, “Yo soy el camino, la verdad y la vida.” Pero la palabra en capítulo diez es puerta, utilizado otra vez aquí en capítulo 20.
Jesús como la puerta es una imagen de vida, que provee pastos, protección y suministro. Jesús era la puerta también en capítulo 18, entre los discípulos que están sin peligro en el jardín y más que 600 soldados fuera del jardín, listos de detenerlo. La provisión que da Jesús está cumplido en total en eso cuarto cerrado cuando Jesús los infunde (emphusao) con el Espíritu Santo. Tomás no está presente la primera vez este ocurre. La historia de Tomás nos recuerda otra vez de la gracia mediante Jesús. Jesús regresa para Tomás porque no quiere perder ninguna persona que le dio el Padre (18:9).
Ver no es creer
Pues, depende. Este es un Evangelio completamente sensorial. A veces es probar (Juan 6), a veces es oler (Juan 11), a veces oír (Juan 10), a veces es tocar (Juan 13:23), y a veces es ver. Así es lo que significa ser humano y experimentar relaciones como seres humanos. Una relación llena, íntima y significativa abarcará la totalidad de quien somos y lo que significa ser un humano. Dios quiere nada menos que este tipo de relación con nosotros.
Tendemos a olvidar que los discípulos que estuvieron con Jesús cuando era “la puerta” otra vez también necesitaron verlo por sí mismos. Jesús aparece por primera vez en la resurrección a María en el jardín, y responde por ir a los discípulos diciendo, “¡He visto al Señor!” Los discípulos no dicen “¡Bueno! ¡Qué increíble! ¡Te creemos!” En vez de eso, Jesús los encuentra (así como el hombre ciego que había sido expulsado) acurrucado con las puertas cerradas, atemorizado que ellos también serían expulsados de la sinagoga, sus familias, su comunidad.
Necesitan tener su propio encuentro con Jesús. Les aparece y se alegran cuando lo ven al Señor (20:20). Los discípulos entonces dicen las mismas palabras de María a Tomás, “Hemos visto al Señor,” pero Tomás debe tener su propio encuentro con el Cristo resucitado. Cuando la mujer samaritana al pozo va a su pueblo para contar su encuentro con Jesús, ellos van a Jesús y “permanecen” con él, diciéndole, “Ya no creemos solamente por lo que has dicho, pues nosotros mismos hemos oído y sabemos.” No es un desaire contra ella, sino confirmación que creer en Jesús no es sobre creer en la experiencia de otra persona con Jesús, pero tener su propio encuentro con el Verbo hecho carne. Es un sistema de creencias que tiene sentido si la encarnación se toma en serio.
En este primer domingo después de la Pascua, estas palabras son para nosotros. Puede creer completamente en la resurrección, pero al final no importa. La resurrección no es solamente la resurrección, aunque es tan increíble, pero que Jesús es la Resurrección y la vida. Creencia y vida son sinónimos en el Cuarto Evangelio, como promesa para nuestro futuro, pero aún más como la gracia en nuestro presente.
May 1, 2011