Resurrection of Our Lord (Year A)

En esta lectura nos enfrentamos con el primer Día de Resurrección según San Juan.

Matthew 28:1
As the first day of the week was dawning, Mary Magdalene and the other Mary went to see the tomb. Photo by Samuel McGarrigle on Unsplash; licensed under CC0.

April 12, 2020

Suplementario Evangelio
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Commentary on San Juan 20:1-18



En esta lectura nos enfrentamos con el primer Día de Resurrección según San Juan.

[¿Buscas un comentario sobre San Mateo 28:1-10? Fíjate en este comentario para la Vigilia Pascual de la Prof. Martha Milagros Acosta Valle.]

Vamos a detenernos a reflexionar sobre este texto en particular, sin apurarnos a combinar y armonizar las perspectivas de los cuatro evangelistas sobre la resurrección de Jesús. De esta manera no se nos perderá la palabra que se nos ofrece en San Juan para este tiempo. Por un lado, es normal que queramos borrar las diferencias entre los evangelios cuando se trata de una historia tan familiar. ¿Cuántas veces no hemos leído y escuchado la historia de la Pascua? En mis cuarenta y tres años, nunca he pasado una Pascua en otro lugar que no sea la iglesia. Por otro lado, San Juan—como los demás evangelistas—tiene su propia historia que contar con sus particularidades y detalles. Este año será una Pascua como ninguna otra y San Juan tiene un mensaje para nosotros/as en este particular momento en su versión de la historia.

¿Qué significa proclamar la resurrección en este tiempo de COVID-19? ¿En este tiempo de “distanciamiento social”? No podremos congregarnos para celebrar en nuestras iglesias en este día tan especial para la cristiandad. Tantas emociones surgen de nuestras mentes y almas. Quizás ahora, más que nunca, debemos hacer una pausa y escuchar más de cerca lo que nos dice San Juan.

“El primer día de la semana…” (v. 1)

Como en los otros evangelios, María Magdalena llega a la tumba mientras está “aún oscuro” (v. 1). A diferencia de los demás, en San Juan ella parece estar sola. Las ideas populares de que ella es una mujer “pecadora” e incluso prostituta no tienen fundamento bíblico. Además de su papel en las narrativas de la Pasión (Mateo 27:56-61; Marcos 15:40, 47; Juan 19:25), San Lucas nos dice que ella es una mujer galilea a quien Jesús liberó de siete demonios (8:2). De Juan 20:1-18 solo podemos concluir que ella es la primera persona que llega a la tumba y la primera discípula que proclama las buenas nuevas de la resurrección (v. 18).

María descubre la piedra “quitada” (v. 1) y corre para decirles “a Simón Pedro y al otro discípulo, aquel a quien amaba Jesús” (v. 2). No sabemos los pensamientos ni los temores de María hasta que ella informa a los discípulos que “se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto” (v. 2). ¿Cuál es el sujeto del verbo “sabemos”? ¿Se refiere a la comunidad? ¿Es el rastro de la actividad editorial por la cual se incorpora la tradición—como en San Marcos—de que hay un grupo de mujeres? Hay un sentido de urgencia marcado por el verbo “corrió” (v. 2), que se refleja también en la acción de los dos discípulos de salir corriendo hacia la tumba (v. 3). ¿Tiene miedo de que alguien haya robado el cuerpo como en una tradición más antigua (cf. Mateo 27:63-66; 28:11-14)? Además, ¿a dónde corre para encontrar a Pedro y al otro discípulo? Del episodio siguiente (20:19-29) sabemos que los discípulos están “reunidos por miedo” (20:19). ¿Por qué esos dos discípulos? ¿Quién es el discípulo sin nombre “a quien amaba Jesús”? El texto guarda silencio sobre todos estos asuntos.

“Salieron Pedro y el otro discípulo…” (v. 3)

El informe de María nos lleva a la segunda escena. Igual que María, “corrían” con urgencia a la tumba (v. 4), pero proceden de diferentes maneras. Aunque supera a Pedro, el discípulo amado se detiene al llegar a la entrada del sepulcro (v. 5). Pedro, conocido en San Juan por su entusiasmo e impulsividad (13:9; 18:10; 21:7), entra de inmediato (v. 5). Encuentra la tumba vacía, pero no como si alguien hubiera robado el cadáver. La ropa del entierro está cuidadosamente envuelta, y San Juan proporciona una descripción meticulosa que nos recuerda el episodio anterior de Jesús resucitando a Lázaro (11:1-44). De hecho, en el original griego se usa la misma palabra para el “sudario” en el que habían estado envueltas las cabezas (11:44; 20:7). Esta conexión les indica al lector y a la lectora que Jesús ha salido de la tumba, pero a diferencia de Lázaro, bajo su propio poder.

Con la entrada del discípulo amado en la tumba, llegamos a un clímax teológico de la narración: Él “vio, y creyó” (v. 8). La conexión entre la vista y la creencia se extiende por todo el evangelio de San Juan, pero el significado no está claro en este caso. ¿Qué cree él? El verbo no tiene objeto explícito. ¿Simplemente cree en el informe de María? ¿Él cree en la resurrección? A estar por la declaración explicativa del siguiente versículo—“Aún no habían entendido la Escritura: que era necesario que él resucitara de los muertos” (v. 9)—lo último parece poco probable. Él cree en la tumba vacía, y tal vez en que Jesús vive, pero esto no significa que creyera en la resurrección. Las dos primeras escenas de la narración son sobre la tumba vacía (vv. 1-10). Solo en la tercera escena (vv. 11-18) la resurrección entra claramente en la vista de quien lee. La creencia de los discípulos se completará en el siguiente episodio (20:19-23), pero mientras tanto, simplemente “volvieron los discípulos a los suyos” (v. 10). No se menciona que compartan las buenas noticias ni que se alegren por su experiencia. Todavía no conocen al Cristo Resucitado. María será la primera con ese privilegio en el tercer y último episodio.

“Pero María estaba fuera llorando…” (v. 11)

La escena cambia abruptamente a María en la tumba. Su viaje de regreso no se narra, aunque algunos detalles se destacan en la versión de San Juan. Primero, dice que María “lloraba.” De hecho, se lo menciona tres veces (vv. 11, 13, 15). Esto puede aludir a las promesas anteriores de Jesús: “lloraréis y lamentaréis… vuestra tristeza se convertirá en gozo” (16:20) y “ahora tenéis tristeza; pero os volveré a ver, y se gozará vuestro corazón” (16:22). Segundo, cuando María mira, mientras lloraba, hacia la tumba y ve a dos ángeles sentados donde había estado el cuerpo (v. 12), ellos no hacen un anuncio de la resurrección. En cambio, los ángeles vuelven la atención a la tumba vacía y al dolor de María (v. 13). El significado de la resurrección es revelado por Jesús mismo (v. 17). Tercero, solo San Juan incluye los detalles de las posiciones de los ángeles en los lugares donde se colocaron la cabeza y los pies de Jesús en la tumba(v. 12).

Después de este intercambio dentro de la tumba, María se da vuelta y ve a Jesús parado allí, pero no lo reconoce (v. 14). Esto crea una tensión dramática. La pregunta de Jesús llama la atención sobre el dolor de María y la falta de reconocimiento. María piensa que es el “jardinero” (v. 15). El momento de revelación ocurre cuando Jesús pronuncia su nombre y ella responde exuberantemente con el título íntimo “maestro” (v. 16). El siguiente versículo sugiere que ella intenta tocarlo o que lo toca (v. 17a). El lector o la lectora no pueden estar seguros/as, pero Jesús le manda inmediatamente a María que lo suelte “porque aún no he subido a mi Padre” (v. 17b).

Jesús también le encarga a María que sea la primera en dar las buenas nuevas de su resurrección, específicamente que él sube a su Padre (v. 17c). Esto evoca el tema joánico de Jesús “levantado.” La glorificación de Jesús comienza con la crucifixión, pero no se completa hasta que resucita y asciende (cf. 3:14; 8:28; 12:32, 34). También hay una intimidad en las palabras de Jesús: “mi Padre” y “vuestro Padre” … “mi Dios” y “vuestro Dios;” y cuando Dios glorifica a Jesús, los discípulos se convierten en sus “hermanos” (v. 17). María obedece y da un informe completo: “la noticia de que había visto al Señor, y que él le había dicho estas cosas” (v. 18).

Sugerencias homiléticas

Mientras que nosotros/as y nuestras congregaciones nos encontramos en cuarentena, sabemos algo del miedo e incertidumbre que sentían los primeros discípulos. ¿Cómo podemos celebrar la resurrección sin una clara visión del futuro? Es decir, ¿sin una esperanza concreta? La lectura de San Juan en este Día de Resurrección nos ofrece dos respuestas, o sea, dos maneras de seguir adelante hasta que la esperanza sea más evidente.

Primero, hay un enlace entre la fe y la vista así como lo hay entre la tumba vacía y la resurrección misma. María tiene una experiencia de la tumba, pero no la entiende ni la cree hasta que Jesús la llama por su nombre. Asimismo, los demás discípulos no van a entender ni creer de veras hasta que estén en la presencia de Jesús (20:19-20). Quizás por primera vez nuestras iglesias estarán vacías en este Día de Resurrección, pero de todas maneras es cierto que Cristo ha resucitado. Hay que buscar nuevas formas de ver la presencia de Cristo y de escuchar su voz. Sea con medios tecnológicos o con familia en nuestros hogares, sí se puede.

Segundo, podemos aprender algo sobre la disciplina de lamentación en esta lectura de San Juan. El episodio entero está enmarcado por las lágrimas de María Magdalena. Así como Cristo no ignoró las lágrimas de María Magdalena, tampoco ignora nuestras lágrimas. Hay momentos tan abrumadores que no nos alcanzan las explicaciones ni las respuestas. En tales momentos, la tradición bíblica nos permite y provee un modelo de lamentación. Aun Jesús lloró (Juan 11:35) y también se lamentó en la cruz (Mateo 27:46; Marcos 15:34). En este Día de Resurrección hay mucho miedo, incertidumbre, e ira por las circunstancias y la condición del mundo. Debemos dejar espacio para las lágrimas, los gritos y los lamentos. Son expresiones fieles en el momento, hasta que llegue el tiempo en que Cristo nos llame y nos consuele de nuevo.