Comentario del San Juan 8:31-36
Hoy celebramos el Día de la Reforma, no como un monumento frío del pasado, sino como un llamado vivo y actual a ser iglesia en movimiento, iglesia en conversión, iglesia en camino.
El Evangelio de Juan nos recuerda que la verdadera libertad no viene de estructuras humanas, ni de instituciones religiosas, ni siquiera de tradiciones venerables. La libertad que nos constituye como hijos e hijas de Dios proviene de Jesucristo mismo, Palabra viva que se encarna en nuestra historia.
Martín Lutero, con todos sus límites humanos, se atrevió a escuchar esa Palabra de nuevo, a confrontar las cadenas que ataban a la gente a miedos y manipulaciones, y a proclamar que la gracia de Dios es gratuita e incondicional, y que nadie puede apropiársela para usarla como instrumento de poder. Esa fue la semilla de la Reforma.
Hoy, en el siglo XXI, el Espíritu nos sigue empujando a reformar. Porque la libertad del Evangelio no se agota; se expande. Y esa libertad nos urge a mirar nuestra sociedad marcada por la diversidad: diversidad de culturas, de pueblos, de lenguas, de identidades, de formas de amar y de soñar. La verdad de Cristo no homogeneiza, sino que libera; no uniforma, sino que dignifica.
Una teología verdaderamente luterana profunda, encarnada, crítica, no puede cerrar los ojos ante la injusticia. La libertad cristiana de la que hablaba y escribía Lutero nos dice que el cristiano es un hombre libre, señor de todo y no sometido a nadie; y que el cristiano es un siervo, al servicio de todo y a todos sometido. Estas dos afirmaciones son claramente paulinas. Dice el apóstol en el capítulo 9 de la Primera Carta a los Corintios: “Soy libre en todo y me he hecho esclavo de todos por amor a Cristo.”
Hoy esta teología se traduce en denunciar sin miedos y con toda libertad los sistemas que excluyen a migrantes abusados y maltratados por las políticas. Que marginan a mujeres, que discriminan a personas LGBTQ+, que castigan, maltratan y abusan a los ancianos, niños y discapacitados. Que destruyen la creación y que ponen el lucro por encima de la vida.
La herencia que nos dejó la Reforma nos recuerda que la fe no se queda en lo privado. Fe es justicia, fe es solidaridad, fe es caminar con los crucificados de la historia. Porque allí, en los cuerpos heridos y despreciados, Cristo sigue siendo crucificado hoy.
Por eso, cuando celebramos la Reforma, no celebramos la división ni el enfrentamiento. Celebramos la reconciliación que Dios nos regala en Cristo. Y aquí es hermoso recordar el gesto del Papa Francisco en Lund (Suecia), en 2016, cuando con la Federación Luterana Mundial conmemoró los 500 años de la Reforma. Allí se mostró que la Reforma no es un muro, sino un puente. Que la libertad en Cristo nos conduce a la unidad, no a la uniformidad, sino a la diversidad reconciliada.
Amig@s:
La verdad que nos hace libres es la gracia que acoge nuestra diversidad.
La libertad que nos da Cristo es la fuerza para luchar contra toda opresión.
La Reforma, entonces, no es un capítulo cerrado, sino un proceso de conversión permanente.
Hoy, al escuchar que Jesús nos dice: “conoceréis la verdad y la verdad os hará libres” (v. 32), somos invitad@s a ser una iglesia libre. Libre para proclamar el Evangelio con alegría y valentía. Libre para servir al prójimo sin miedo. Libre para abrir las puertas a quienes han sido echados fuera. Libre para llorar y luchar junto a los pobres, los migrantes, las mujeres violentadas, los trabajadores explotados, las minorías perseguidas y toda la creación que gime.
Eso es Reforma hoy: unir la espiritualidad profunda con el compromiso social, la oración con la acción, la fe con la justicia.
Que el Espíritu Santo siga reformando a la iglesia y a cada un@ de nosotr@s. Que sepamos reconocer la verdad de Cristo en la diversidad de rostros humanos. Y que caminemos libres, reconciliad@s, comprometid@s, siempre bajo la cruz y la gracia.
La Reforma no es ayer,
es hoy, es siempre,
es Palabra que abre cadenas
y gracia que nos nombra libres.
Cristo no uniforma,
Cristo dignifica,
Cristo abraza la diversidad
como rostro sagrado de Dios.
La verdad no se compra,
se recibe,
y nos convierte en iglesia en camino,
servidores de todos,
puentes de reconciliación,
semillas de esperanza.
Oremos:
Señor de la vida y de la libertad,
enséñanos a escuchar tu verdad,
a vivir como comunidad reconciliada,
y a reconocer tu rostro en los pobres,
los migrantes, los excluidos,
y en cada herida de la creación.
Reforma nuestra fe para que se haga acción;
reforma nuestra esperanza para que resista el miedo;
reforma nuestro amor para que abrace a todos y todas.
En tu nombre, Jesús, camino, verdad y vida. Amén.


October 26, 2025