Vigésimo domingo después de Pentecostés

La lectura de este día me ha hecho recordar una conversación que tuve con un consejero durante mi último semestre como estudiante de maestría.

Matthew 22:19
"Show me the coin used for the tax." Photo by Darío Martínez-Batlle on Unsplash; licensed under CC0.

October 18, 2020

View Bible Text

Comentario del San Mateo 22:15-22



La lectura de este día me ha hecho recordar una conversación que tuve con un consejero durante mi último semestre como estudiante de maestría.

Para ese momento, yo estaba trabajando en el proyecto final del programa. El mismo se enfocaba en la relación entre fe y cultura. Durante la conversación le dije a mi consejero: “es importante que este trabajo sea fiel al Señor y a mi trasfondo cultural.” En respuesta a esto, mi consejero dijo: “entiendo lo que quieres decir, pero ¿no crees que nuestra fidelidad es solamente para el Señor y que esa fidelidad nos hace responder responsablemente a nuestra cultura?” Aunque el contexto de mi experiencia es distinto a lo que encontramos en la lectura de este día, creo sin embargo que existen algunas características comunes.

La lectura comienza describiendo la intención de los fariseos. Estos pretendían sorprender y poner a Jesús en una posición incómoda en contra del estado (v. 15). Esto queda claro ya que Mateo menciona que los fariseos enviaron a sus propios discípulos acompañados de algunos herodianos, judíos que apoyaban a Herodes, con una pregunta capciosa. Esta fue: “¿Está permitido dar tributo a César, o no?” (vv. 16-17). Algunos comentaristas entienden que la pregunta tiene el fin de poner a Jesús en una situación precaria. Si respondía afirmativamente, sería visto como alguien que estaba en favor del imperio y esto le traería algún tipo de descrédito a su enseñanza. Si respondía negativamente, Jesús habría sido visto como alguien que se oponía a las leyes del Imperio Romano.

Los fariseos esperaban que Jesús respondiera la pregunta con un sí o un no. Sin embargo, Jesús no toma la ruta que los fariseos esperaban. En primer lugar, Jesús revela la intención de su corazón: “¿Por qué me tentáis, hipócritas? Mostradme la moneda del tributo” (vv. 18-19). Jesús entendía que la pregunta no era genuina. Los fariseos no estaban preocupados por el pago de los impuestos, a pesar de que es importante cumplir con este deber ciudadano. Su preocupación era encontrar una razón para acusar a Jesús de estar en contra del estado. En segundo lugar, Jesús pide que le enseñen un denario. Esta moneda llevaba la imagen y la inscripción del emperador. Jesús les hace la siguiente pregunta: “¿De quién es esta imagen y la inscripción?” (v. 20). Y los emisarios de los fariseos respondieron lo único que podían responder: “De César” (v. 21).

Luego de revelar la intención del corazón de quienes preguntaron y de escuchar de ellos que la imagen inscrita en la moneda era la del emperador, Jesús les responde diciendo: “Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios.” Es posible decir que, en cierta manera, Jesús responde afirmativamente la pregunta. Lo que es del César debían dárselo al César. En este caso, Jesús no niega ni cuestiona la responsabilidad de pagar tributo al imperio. Sin embargo, como esto no era algo que en realidad cuestionaran los fariseos, Jesús optó por expresar también la importancia de la fidelidad a Dios. Esto es, no solamente es importante dar a César lo que le pertenece al César, sino que también es de suma importancia dar a Dios lo que es de Dios.

La pregunta de los fariseos implicaba una cierta connotación errónea de lo que es la fidelidad. Como dijera Jesús en otra ocasión, no se puede servir a dos señores (Mateo 6:24). O para seguir la idea que mencioné al principio, no se puede ser fiel a dos señores. En todo momento, Jesús fue claro en dejar saber que su voluntad era la voluntad del Padre. Por lo tanto, la fidelidad de Jesús es al Padre. Sin embargo, ser fiel al Padre no significa que tengamos que ser irresponsables como ciudadanos, residentes o inmigrantes.

Todas nuestras interacciones, ya sean sociales, políticas o alguna otra, deberían ser definidas por nuestra relación con Dios. Nuestra fidelidad a Dios, en otras palabras, no nos aleja de nuestras relaciones y actividades como seres humanos; por el contrario, nos invita a ocuparnos de ellas, pero responsablemente. Los fariseos intentaron contraponer una cosa con la otra, pero Jesús, con su respuesta, afirmó que es posible practicar la fidelidad a la fe en que se vive y la responsabilidad social de manera simultánea. Quizás ahora pueda entenderse mejor por qué esta lectura me recuerda lo dicho por mi mentor, de que al ser fieles al Señor somos también responsables con nuestra cultura.

A quienes están leyendo este comentario dentro del contexto norteamericano les invito a que oigamos con claridad lo que este relato nos enseña. Es un año eleccionario. En menos de un mes tendremos la oportunidad de ir a las urnas y de ejercer, quienes podamos y queramos, nuestro derecho al voto. Al hacerlo, no lo hagamos con la idea que nuestro derecho al voto está amarrado a alguna fidelidad partidista. No es la imagen de un partido político la que ha sido la que está inscrita en nosotros y nosotras, sino que nos debe guiar la imagen de Dios que todos/as portamos. Participe responsablemente y recuerde que nuestra confianza y fidelidad está en Dios. ¡Sí! Dad al estado lo que es del estado, pero sin dejar de dar a Dios lo que es de Dios.