Comentario del San Marcos 10:35-45
El texto para este domingo narra el diálogo entre Jesús y dos de sus discípulos, Santiago (o Jacobo) y Juan. Este es el cuarto encuentro—de cinco—que Marcos relata en el capítulo 10 y, en cierta forma, el más complejo. Para poder explicar este encuentro y hacerles justicia a los hijos de Zebedeo es necesario realizar una especie de “lectura forense” de los evangelios. Es decir, debemos recolectar la evidencia textual necesaria para exonerar a Santiago y a Juan del milenario cargo que se les imputa: megalómanos. Durante dos milenios se les ha culpado de ambición de poder y literariamente se les ha encasillado sin habérseles dado oportunidad de probar su inocencia.
Si tuviésemos al evangelio de Marcos como el único relato del ministerio de Jesús, con toda seguridad el cristianismo habría tomado otro rumbo. O quizá no habría siquiera pasado de ser un movimiento más de las religiones mistéricas del imperio romano. Me parece que la exigua información que las cartas paulinas ofrecen sobre las enseñanzas y vida de Jesús, aunada al compacto evangelio de Marcos y la desaparición de Jesús al final de la historia, no habrían sido suficientes para mantener la llama viva del cristianismo hasta hoy.
El domingo pasado recordábamos cómo la situación de guerra en la que Marcos escribe su evangelio generó un sentido de urgencia que le hizo abreviar el relato de Jesús. Marcos resalta solo lo básico y necesario para divulgar el evangelio con premura, invitando a su audiencia a un encuentro con Jesús, el Mesías sufriente, antes de su inminente retorno. Como parte de su estrategia literaria para facilitar que su audiencia venga a Jesús, Marcos caracteriza a los discípulos como despistados, lentos para entender a Jesús, y siempre pidiendo aclaración sobre sus enseñanzas. Lo que Marcos busca es facilitar el camino de su audiencia a Jesús. Cada vez que los discípulos manifiestan su ignorancia o dificultad para entender las parábolas, Jesús hace una pausa, los llama cerca de él y les explica el significado de sus palabras. Y cuando los discípulos escuchan la explicación de Jesús, los/as lectores/as la escuchan también. La ignorancia de los discípulos se vuelve la entrada al círculo íntimo de los seguidores de Jesús.
Estos pasajes de Marcos que hemos venido estudiando desde la semana antepasada nos dan las pistas para entender lo que el evangelista está haciendo con los discípulos. Cuando los fariseos buscan atrapar a Jesús con la pregunta del divorcio, los discípulos le piden a Jesús un tutorial privado cuando vuelven a casa. Como comentamos hace dos semanas, Jesús no estaba interesado en discutir la minucia legal del divorcio con los fariseos. Lo que Jesús busca, según deducimos del tutorial, es proteger a las víctimas de la acción egoísta de quienes entran ligeramente al matrimonio y piden el divorcio cuando se cansan. En la siguiente escena, cuando la gente trae a sus niñas y niños a Jesús para que les bendiga, los discípulos tratan de alejar a las criaturas para que no molesten al maestro, lo cual es contrario a lo que Jesús ya les había enseñado anteriormente. Solo quien es capaz de recibir y cuidar a los más vulnerables, dando su vida en servicio por ellos, podrá entrar o recibir el reino de Dios.
Cuando el hombre rico viene buscando la aprobación de Jesús, creyendo que ya ha hecho todo lo que Dios pide de él, Jesús le recuerda que siempre hay algo más que podemos hacer. Sobre todo, cuando se trata de cuidar y servir a los más vulnerables al compartir lo que Dios nos ha dado. Pero el hombre rico no está dispuesto a servir a los pobres, a los vulnerables, a quienes tienen menos. No es él quien posee sus muchas riquezas; las riquezas han tomado posesión de su corazón. Jesús les advierte a sus discípulos lo difícil que es para quienes tienen riquezas entrar al reino de Dios. Cuando muestran sorpresa, Jesús les aclara que el problema en sí no es la riqueza, sino la relación que la persona tiene con la riqueza. Cuando la riqueza se vuelve la base de nuestra fe y confianza resulta imposible usar esa riqueza para servir y cuidar de los vulnerables. Se vuelve difícil entrar al reino, pero no imposible si ponemos nuestra confianza en Dios y hacemos su voluntad. Ante esta explicación, los discípulos otra vez se quedan atónitos… “¿quién podrá ser salvo entonces?” En su mente, si los ricos que lo tienen todo y siempre consiguen lo que quieren no pueden salvarse, ¿quién podrá entonces salvarse? Por fin los discípulos entienden, pues aun en su pobreza lo han dejado todo por seguir a Jesús.
Finalmente, llegamos al encuentro de hoy. Santiago y Juan vienen a Jesús felices, como dos niños emocionados porque acaban de tener una idea grandiosa: “¡Te vamos a pedir algo y queremos que nos digas que sí! ¡Nos queremos sentar junto a ti cuando estemos en tu gloria!” Esta petición difícilmente se puede considerar como una petición megalómana. Más que poder, Santiago y Juan quieren ser los favoritos de Jesús, quieren sentirse especiales, reconocidos, tomados en cuenta por el maestro. Me resulta difícil creer que estos discípulos que no terminan de entender bien lo que Jesús pide de ellos tengan unos planes malévolos y ambiciosos de tomar control del reino de Dios.
Sin duda alguna Jesús les enseñó a sus discípulos que la manera de gobernarse entre sí no debía ser como la de los líderes de las naciones o los poderosos que ejercen señorío, subyugando y oprimiendo a quienes están bajo su autoridad. Sin embargo, no está claro cuál fue el contexto de dicha enseñanza, o cómo respondieron los discípulos en su momento. Aquí es donde la historia se vuelve dudosa y de ahí la necesidad de la lectura forense. Cuando tratamos de entender la acción y petición de Santiago y Juan en Marcos, a la luz de la versión que Mateo y Lucas ofrecen de este incidente, nos damos cuenta de que Marcos narra este incidente incriminando a los hermanos de buscar poder y querer tener puestos de honor junto a Jesús. Dada la trayectoria de los discípulos en Marcos, esta petición de los hijos de Zebedeo suena infantil y poco seria.
Tan irrisoria resulta esta escena que Mateo decide poner esta petición de “sentarse adelante” en boca de la madre de Santiago y Juan. Y aunque es la madre la que aboga por el lugar de honor para sus queridos hijos, Jesús sigue dirigiendo la enseñanza a los discípulos. A Lucas le resulta tan increíble esta historia que decide omitirla para no manchar el buen nombre de los discípulos y, aunque transmite la enseñanza de Jesús sobre el tema del liderazgo a través del servicio, evita implicar a los hermanos en esta petición infantil y egoísta.
Los tres evangelios sinópticos resaltan el liderazgo y la posición de honor en el reino de Dios a través del servicio y cuidado de los más vulnerables, no a través del poder de subyugar y oprimir a los demás. La lección en los tres sinópticos se presenta mayormente por medio de dos historias, la primera aborda el tema de quién es el mayor o más grande en el reino (Marcos 9:33–37; Mateo 18:1–5; Lucas 9:46–48). Esta es la historia en la que Jesús ejemplifica su argumento con la presencia de un niño, a quien introduce como la clave para entrar al reino. Aunque cada historia tiene sus variantes, las diferencias no son tan dramáticas como en la segunda historia que aborda un tema similar.
La segunda historia, la de pedir los lugares de privilegio a la derecha e izquierda de Jesús en su gloria, que es el centro de este comentario (Marcos 10:35–45; Mateo 20:20–28; Lucas 22:24–30), es la que presenta mayores variantes y por lo tanto nos hace dudar que la versión de Marcos, que pone a Santiago y Juan en una posición no muy deseable, haga justicia al papel histórico de estos discípulos. Cuando Marcos escribe su evangelio es importante presentar a los discípulos como seguidores novatos, despistados y un poco lentos en entender a Jesús. Pero para el tiempo en que Mateo escribe su evangelio, la figura de los discípulos como modelos a seguir es más importante y, por lo tanto, Mateo rescata a los discípulos de la ignorancia que Marcos les había adjudicado. Y cuando Lucas más tarde nos ofrece su versión de Jesús y sus discípulos, junto con el segundo volumen de la expansión del evangelio, la imagen de los discípulos es la de los líderes maduros de la iglesia primitiva.
No cabe duda de que este pasaje de Marcos nos habla de los peligros de buscar las posiciones de honor y notoriedad a través del poder de controlar y subyugar a la comunidad en lugar del poder de amar y servir a quienes nos rodean y, especialmente, a los más vulnerables. Quizás en nuestras comunidades hemos visto estas luchas de poder cuando alguien se postula para un puesto de liderazgo con el afán de obtener control y honor en la congregación. Esto no debe ser así entre nosotros/as, dice Jesús. El servicio en amor y cuidado a quienes nos rodean es lo que debe definir a nuestras comunidades. A veces no es tanto el poder lo que buscamos, sino la ilusión de ser reconocidos/as por la comunidad y sus líderes, a través de su gratitud y cumplidos por nuestro ministerio. Pero aun estos sentimientos inocentes deben ser puestos en manos de Dios, la única y verdadera razón por la que nos movemos y existimos. Pero nunca está de más mostrar gratitud por los ministerios que los miembros de nuestra comunidad realizan.
Es claro que los tres evangelios sinópticos subrayan la enseñanza de que el liderazgo en el Reino de Dios es contrario a las normas del mundo. En lugar de buscar poder o estatus, los discípulos/as debemos servir humildemente, siguiendo el ejemplo de Jesús, quien nos dice claramente que él ha venido para servir y no para ser servido. Y este servicio y cuidado por los vulnerables debe marcar nuestro seguimiento de Jesús.
October 20, 2024