Comentario del San Marcos 7:1-8, 14-15, 21-23
La lectura del Evangelio para este domingo plantea un relato de diferentes intercambios entre Jesús y varios interlocutores, aún así, se puede reconocer en el pasaje un mensaje englobante que descansa en la contraposición entre pureza ritual y ética.
El modo como las distintas escenas se encadenan en el texto nos permite –a partir de esa contraposición– repensar las relaciones comunitarias y sus delimitaciones de tradición y evangelio, inclusión y exclusión, lo central y lo marginal.
Las diferentes conversaciones enlazadas tienen formas reconocibles en los relatos característicos de los evangelios: Una pregunta “probatoria” de fariseos y escribas a Jesús; una respuesta confrontativa de Jesús a escribas y fariseos; un discurso de Jesús a la multitud; una interpretación/enseñanza privada de Jesús a sus discípulos. El texto puede dividirse, según los diálogos, en cuatro partes:
En primer lugar, los vv. 1-5 presentan a fariseos y escribas venidos de Jerusalén, que se acercan a Jesús y lo cuestionan acerca de sus discípulos, que no “andan conforme a la tradición de los ancianos” porque “comen pan con las manos impuras.” El texto introduce aquí una explicación acerca de los fariseos y los judíos en general, de cómo estos observan la tradición respecto del lavamiento de manos, utensilios y camas (vv. 3-4). (Esto hace suponer que el texto de Marcos estaba originalmente dirigido a una comunidad mayormente de origen gentil, que ignoraba las costumbres judías). Es importante en esta sección notar dos detalles: Por una parte, el escenario de este relato es la “tierra de Genesaret” (ver 6:53), en el noroeste del lago de Galilea, una región de llanura eminentemente rural donde toda la actividad pública de Jesús se ha llevado a cabo hasta el momento según el texto de Marcos (con la excepción de una incursión a Gadara del otro lado del lago, ver 5:1-18); en esa zona la gente conoce a Jesús y de allí provienen quienes le siguen. Por otra parte, los fariseos y escribas llegan desde Jerusalén, la ciudad capital histórica y sede del Templo al que estos representan.
En segundo lugar, los vv. 6-13, introducen la respuesta de Jesús a fariseos y escribas. Jesús los increpa con palabras del profeta Isaías cuya autoridad le permite otorgar un sentido negativo a la tradición de los ancianos invocada por fariseos y escribas. Jesús efectúa así una contraposición entre “mandamientos/palabra de Dios” y “tradición de los hombres.” Si bien el leccionario excluye los vv. 9-13, en estos Jesús ilustra la manera como fariseos y escribas invalidan la palabra de Dios para guardar sus propias tradiciones contradiciendo al mismo Moisés. Es importante notar en esta segunda sección, cómo los acusadores terminan aquí siendo acusados. Los representantes del Templo y de la pureza ritual, que condenaban a los seguidores de Jesús, son hallados en falta. Jesús los pone en evidencia al describirlos como aferrados a las tradiciones de los hombres en lugar de los mandamientos de Dios. Jesús apunta hacia ellos las palabras que Isaías dirigiera en el pasado contra el pueblo de Jerusalén: “de labios me honra mas su corazón está lejos de mí.”
En tercer lugar, en los vv. 14-15, Jesús llama “a toda la multitud” pronunciando públicamente una sentencia que funciona como bisagra entre su discusión con fariseos y escribas y su posterior conversación a solas con los discípulos: “Nada hay fuera del hombre que entre en él, que lo pueda contaminar; pero lo que sale de él, eso es lo que contamina al hombre.”
En cuarto lugar, los vv.17-23, registran el diálogo entre Jesús y sus discípulos, a solas en casa. Los vv. 17-20, no incluidos por el Leccionario, describen a los discípulos preguntando por el significado de la “parábola” y a Jesús equiparándolos con sus interlocutores previos: “¿También vosotros estáis así, sin entendimiento?” (v. 18). La interpretación de la parábola que Jesús les ofrece trastoca la condena de fariseos y escribas: “nada de fuera que entra en el hombre puede contaminar” (no importa si comemos pan con las manos sin lavar), “lo que sale del hombre, eso contamina al hombre” y, haciendo eco en su cita de Isaías, señala que es “del corazón” de donde proviene lo que contamina (v. 6). Jesús enumera aquí una lista de vicios que, de alguna manera, reflejan las prohibiciones del decálogo;1 estas maldades proceden de dentro del ser humano y afectan al prójimo.
Para pensar en la predicación:
Hay aspectos a los que el relato nos permite asomarnos y que pueden inspirarnos para la predicación. A ese efecto, aquí enumero algunos seguidos de varias preguntas.
1. Por un lado, la contraposición entre los fariseos y escribas que provienen del centro religioso y cultural de Israel y la comunidad de las seguidoras y seguidores de Jesús, de una zona rural, marginal. Más profundamente, esta misma contraposición se repite en el hecho de que fariseos y escribas pertenecen a la cercanía geográfica y ritual del Templo mientras que los discípulos están, geográfica y ritualmente, alejados. Así, el relato pone en evidencia una situación en la cual quienes representan el poder de las instituciones religiosas, los que provienen del centro de estas, de su interior, hacen uso de “normas de pureza” para delimitar quiénes pueden estar adentro y quiénes quedan afuera.
2. Por otra parte, la inversión que opera Jesús por medio de la cual se nos permite ver que los guardianes de la Ley –quienes deben guardar y hacer guardar los mandamientos de Dios– están, en realidad, infringiendo la Ley por seguir –y exigir que se sigan– las tradiciones. Quienes se preocupan por mantener puro lo más interior a su religión –es decir, los mandamientos/palabra de Dios– lo hacen regulando obsesivamente lo exterior –es decir las costumbres rituales– y, de esta manera invierten negando el sentido de lo religioso. Como lo expresan las palabras de Isaías en boca de Jesús, “de labios me honra[n] (exterior), mas su corazón está lejos de mí (interior)”. Los fariseos y escribas condenan a los discípulos de Jesús por su no observancia de las tradiciones pero ellos mismos, que deberían guardar los mandamientos de Dios, terminan en realidad alejándose de estos.
3. Finalmente, Jesús desplaza la concepción de los espacios. El texto nos muestra esto a través de los distintos diálogos pero también por los escenarios de las conversaciones: Los fariseos buscan y cuestionan a Jesús y éste los confronta cara a cara, pero luego, pronuncia su parábola subversiva frente a la multitud, afuera. Luego, enseña el significado de una nueva ética a sus discípulos, en casa, adentro. Quienes venían desde el centro del poder religioso son dejados al margen y quienes eran considerados marginales desde el punto de vista geográfico, cultural y religioso son puestos en el centro del movimiento de Jesús. El cambio de espacios se ve también en la gran inversión planteada por Jesús mudando la comprensión de la pureza ritual a la ética: aquello que va desde la interioridad del ser humano hacia el exterior es lo que realmente contamina. Es impuro quien lo produce y contamina a quienes le rodean.
¿A qué tradiciones nos aferramos al punto de terminar asfixiando el corazón del evangelio? ¿Cómo diferenciamos comunitariamente entre “tradiciones humanas” y “palabra de Dios”? ¿Qué es lo que traza los límites de los espacios de inclusión/exclusión en nuestras comunidades de fe? ¿Observamos prácticas religiosas “privilegiadas” que desestiman otras por juzgarlas “simples”? Como personas ligadas comunitariamente, ¿cómo convivimos con las estructuras institucionales y la espontaneidad de la vida? ¿Hasta dónde somos libres para aceptar las “formas” de los demás?
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1Ver Salyer, Gregory, “Rhetoric, Purity and Play: Aspects of Mark 7:1-23”, Semeia 64 (1993) 139-169, p. 155.
September 2, 2012