Comentario del San Mateo 14:22-33
Después de haber alimentado a una gran multitud, Jesús necesita su propio alimento, el contacto con su Padre, así que envía a sus discípulos/as por barco y sube a orar.
Se hace de noche y no hay señales de él; en la barca hay revuelo porque el viento sopla en contra y se zarandea mucho (y si alguna vez has estado en un barco zarandeado, sabrás que no es agradable, aunque no sea peligroso). Jesús se les aparece entonces, sin previo aviso y caminando sobre el agua, de modo que lo creen un fantasma (¿será este el lado bromista de Jesús?) y gritan. Pedro, portavoz del grupo, pide una señal: “Si eres tú…,” que se le concede. Sin embargo, su “momento de fama” se arruina cuando él mismo se asusta y empieza a hundirse.
¿Cuál es el problema aquí: creer en fantasmas, no creerle a Jesús cuando dijo “Soy yo,” pedir un signo o caerse a mitad de camino? No hay antecedentes bíblicos ni extrabíblicos de seres humanos caminando sobre el agua; solamente seres semidivinos o divinos pueden lograrlo; además, es noche cerrada (entre las 3 y las 6 am), la barca se mueve, nadie sabe dónde anda Jesús… no creo que podamos acusar a los/as discípulos/as de poca fe, porque esa situación no prueba su falta de fe sino, en todo caso, su cordura. En fin, aunque Pedro no sea mi discípulo favorito, solo tengo compasión, com-pasión, por él. Un fantasma sobre el agua, una barca “torturada” (como dice el original griego) toda la noche, el viento y la oscuridad son demasiado para cualquiera. Sin embargo, el “YO SOY” de Jesús tendría que haberle sido suficiente para confiar en él, aun como fantasma. Es el “YO SOY” de la primera manifestación de Yavé a Moisés antes del éxodo (Exodo 3) y el de tantos textos de los Evangelios (sobre todo en Juan); además, es la voz de su querido Maestro, que seguramente hubieran reconocido de no haber estado tan asustados/as. Por eso concuerdo con que “la confrontación no es entre Jesús, el barco y los vientos. La confrontación es entre Jesús y los ‘hombres de poca fe’”1 de todas las épocas y lugares. Solo después de haber escuchado a Jesús decir “Soy yo” y de habérsele concedido su pedido, es cuando Pedro es llamado “¡Hombre de poca fe!”
Vitalis Hoffman nota que para Mateo la acción de Pedro no es positiva: recibe recriminación de parte de Jesús y ninguna felicitación del resto de la tripulación.2 Evidentemente, Mateo no quiere incentivar a probar cómo se camina sobre el agua (ni en sentido literal ni figurado), sino a reconocer a Jesús como Señor del agua (y el viento) y como Señor de la barca y, reconociéndolo, adorarlo en lugar de dudar.
Camino a una prédica
La noche en una ciudad iluminada como Nueva York o Buenos Aires no es la noche en el campo o en el mar, con las estrellas y la luna como única compañía. Cuando Mateo nos lleva de la tardecita a la noche y la madrugada, está indicando el tiempo del temor por el abandono, la soledad y hasta la traición: “en Mt 26 la noche señala un tiempo en el que los discípulos se escandalizan de Jesús (v. 31) y lo niegan como Mesías (vs. 34, 69-75).”3 Sin embargo, es también el tiempo previo a un amanecer. Hay que pasar la noche (un político argentino dijo, hace varias décadas “hay que pasar el invierno;” una frase tristemente famosa pero válida en que, verdaderamente, hay que pasar la oscuridad, ajustándose, aferrándose y esperando, para poder llegar al amanecer o la primavera).
Se puede pensar en los contrastes entre la barca sin Jesús (porque éste está solo, orando) y la barca con Pedro y todo el resto, que terminan adorándolo: “Verdaderamente eres Hijo de Dios”. Quizás se pueda acrecentar esta temática: ¿quién es este Jesús que puede alimentar a una multitud, que siente la necesidad de orar a solas a Dios y que puede calmar tanto el oleaje como las dudas humanas? ¿Quién es este Jesús para mí, para nuestra comunidad, para nuestro mundo?
Pero a lo mejor un contraste (blanco o negro) no es lo que más nos agrada, o lo que mejor le haga a nuestra congregación en este momento; también se puede pensar en la línea de continuidad entre anochecer (Jesús despide primero a sus discípulos/as y después a la multitud a la que alimentó) → noche cerrada (Jesús orando solo, la barca zarandeada) → vigilia previa al amanecer (aparición de Jesús que primero aterroriza y después lleva a la confianza y a la confesión de su divinidad) y finalmente → el amanecer; el sol saliendo con toda su potencia y ahuyentando la tiniebla. Es cierto que el texto no llega hasta la mañana, pero hasta hoy siempre ha habido una mañana después de la noche, una primavera después de un invierno—y una resurrección después de una muerte. ¿Habría de ser distinto este domingo después de Pentecostés?
1. Teobaldo Witter, “12º domingo após Pentecostes”, en Proclamar Libertação 24 (São Leopoldo, Editora Sinodal: 1998), 249.
2. Mark G. Vitalis Hoffman, “Commentary on Matthew 14:22-33” (7 de agosto de 2011).
3. Ignacio Benítez, Estudio Exegético Homilético 137 (4 de septiembre de 2011) (Buenos Aires: Instituto Universitario ISEDET), 3.
August 10, 2014