Comentario del San Juan 6:1-21
Introducción a la serie de comentarios sobre Juan 6
Aquel pan y aquel vino
El pan y el vino son obra de manos humanas. Allí están desde el sembrador y el molinero hasta las manos que amasan y luego cuidan el tiempo del horno. Lo mismo decimos del vino: el trabajo del viñador y la laboriosidad del lagar deben combinarse para que el mosto devenga en buen vino, en obra de artesanos.
En el pan y en el vino que tenemos delante hay manos de mujeres y varones; hay jornadas pesadas de trabajo y está el esfuerzo y la alegría de la cosecha. Son manos anónimas: son manos de creyentes y de incrédulos, de enamorados y de infieles; las hay honestas y las hay tramposas. Pueden ser las manos soñadoras que anhelan los cambios o las del desesperado que ya nada espera. Las manos del que ha perdido la capacidad de imaginar o las manos generosas ávidas de horizontes. Las manos que hicieron el pan y el vino de la mesa del Señor no son manos santas ni son las mejores; son simples manos: pueden ser las más expertas o las más torpes; pueden ser manos bellas y delicadas o aquellas lastimadas por el tiempo y la vida. Jesús lo quiso así.
Porque el pan y el vino de la mesa son casi otra forma de encarnación es que allí podemos vislumbrar el Jesús comprometido en nuestra historia hasta lo más profundo y hasta lo más oscuro. Esos elementos representan todo lo que somos y nos hacen ver cómo, por su gracia, él transforma ese desordenado tejido de voluntades humanas en pan de bendición y en vino de vida abundante.
Tomado de Pablo R. Andiñach, El libro de las gratitudes(Buenos Aires: Lumen, 2016).
Comentario sobre Juan 6:1-21
Por Iris Barrientos
El texto que nos ocupa presenta dos relatos: “la alimentación de los cinco mil” (vv. 1-15) y “Jesús caminando sobre el mar” (vv. 16-21). Esta reflexión se concentra en el primer relato. Se trata del único milagro narrado en los cuatro evangelios. Aunque cada evangelio imprime su propio énfasis, recurriendo a detalles particulares, la esencia es la misma.
Según Juan, el milagro inicia cuando Jesús al ver las multitudes pregunta a Felipe: “¿De dónde compraremos pan para que coman estos?” (v. 5b). Mientras discuten sobre la situación, interviene Andrés presentando al muchacho que aporta los cinco panes y dos pescados (vv. 8-9). Una vez que Jesús ha dado gracias, los parte y entrega a los discípulos para que repartan a la gente. Es un milagro comunitario en el cual hay una perfecta sinergia.
Juan es preciso en informar que los panes y los pescados son aportados por un muchacho; los otros evangelios, no. Por la forma en que la historia es narrada en cada sinóptico, pareciera que estos alimentos están en poder de los discípulos, quienes los ponen a disposición de Jesús. Por otro lado, Juan menciona con nombre a los discípulos directamente involucrados en esta acción.
El pasaje presenta dos extremos. Uno plantea una realidad de necesidad, escasez, carencia de recursos, estrechez, pobreza, necesidad, enfermedad, hambre, desocupación; el otro proyecta un ambiente de provisión, saciedad, y abundancia, dejando un sentimiento de satisfacción y plenitud con “doce cestas” llenas (v. 13).
Juan dice que una vez que Jesús tomó los panes y pescados, dio gracias (en el original griego es eucharistéo) y repartió (v. 11). Los sinópticos agregan que, levantando los ojos al cielo, bendijo (en el original griego es euloguéo).1 Juan pone el acento en el agradecimiento y los sinópticos en la bendición, aunque ambas expresiones carecen de objeto directo. Independientemente de ello, lo que se rescata es que hay una actitud de agradecimiento por parte de Jesús ante la provisión.
Si no se leyera con atención, quedaría la duda sobre en qué momento los panes y los pescados se multiplicaron, si sucedió mientras estaban en manos de Jesús o de los discípulos o mientras eran entregados a las personas. Pero el v. 11 de nuestro relato de Juan lo especifica claramente cuando dice que Jesús: “repartió entre los discípulos, y los discípulos entre los que estaban recostados… dándoles cuanto querían.” De ahí que podamos decir que Jesús multiplica lo que el muchacho aportó y que los discípulos participan en alimentar a los cinco mil.
Distinto a los demás evangelios, Juan agrega que cuando todos se habían saciado, Jesús dijo a sus discípulos: “Recoged los pedazos que sobraron, para que no se pierda nada” (v. 12b). Con este pequeño detalle, le da un énfasis administrativo de cuidado a la provisión, y como consecuencia, se logra recoger mucho… doce cestas llenas.
De acuerdo con la polisemia del pasaje, podemos acceder al mismo desde distintas visiones. Es común nombrar a la perícopa (Juan 6:1-15) como “alimentación de los cinco mil.” Sin embargo, encontramos en el pasaje una propuesta ecológica-económica, dando pie para nombrar el milagro como “la multiplicación de los cinco panes y dos pescados.” De esta manera, se privilegia tanto el medio (los panes y los pescados), como el fin (alimentación de los cinco mil).
Desde el punto de vista ecológico, se destacan distintos elementos que se conjugan: la colaboración de los humanos; los elementos usados (cinco panes y dos pescados); el lugar donde se hace recostar a la gente (“había mucha hierba en aquel lugar”, dice el v. 10b); la gente misma; el imperativo de Jesús (“Recoged los pedazos que sobraron, para que no se pierda nada,” ordena Jesús en el v. 12) y las doce cestas de pan y pescados repletas que se recogieron. Lo ecológico se conjuga con lo administrativo.
Reflexiones:
- En algunas realidades, nos encontramos con ambientes de escasez y miseria extrema, donde se aprovecha el elemento más básico; hogares donde a veces no se recibe ni siquiera lo más mínimo para mitigar el hambre, en contraste con los ambientes privilegiados donde se despilfarran los recursos, sin conciencia, evidenciándose el egoísmo de personas que solo piensan en sus beneficios, como si solo ellas existieran.
- El abastecimiento de alimento se ha visto amenazado durante la pandemia del COVID-19 en algunos países. Esto permitió que muchos/as pudieran percibir la espiritualidad del trabajo conjugado de la naturaleza con los humanos. Esta espiritualidad nos permitió valorar el hermoso proceso de producción, pasando por la siembra, cuidado, cosecha, limpieza, acarreo, ubicación del producto en bodegas, y luego, su disposición en el mercado para que las personas puedan adquirirlo. Esto despertó en muchos/as un sentimiento de agradecimiento y reconocimiento a una extraordinaria sinergia de trabajo y ha fortalecido nuestra mayordomía, obligándonos a cuidar que nada se pierda.
- “Que no se pierda nada” (v. 12b) debe ser parte de nuestro estilo de vida, como buenos/as mayordomos/as. La naturaleza ha sustentado a miles y miles de generaciones, produciendo millones y millones de toneladas de alimentos. Lamentablemente se desperdicia la tercera parte de esa producción, debido al cultivo, procesado, distribución y consumo. Como consecuencia, miles de personas mueren de hambre en el mundo. El desperdicio se evidencia más en los países ricos, mientras que los pobres administran mejor lo poco que obtienen.
- Antes de echar a perder una fruta, verdura o cualquier recurso, debemos preguntarnos por el proceso invertido para que ese producto llegue a nuestras manos. También debemos pensar en quienes tienen escasez. El pasaje nos llama a cultivar una conciencia ecológica y de solidaridad. ¡Cuántos productos se echan a perder a diario en la nevera mientras otros/as mueren de hambre!
- El pasaje nos informa que el milagro ocurría mientras que las personas se fueron a recostar en la hierba. La generosidad de la naturaleza proveyó los panes y los peces y Jesús y los otros humanos participaron en la multiplicación de esa materia prima que luego alimentó a cinco mil personas. Así como hubo asombro entre los presentes aquel día, también debe sorprendernos a nosotros/as hoy la generosidad de la naturaleza y el proceso constante que realiza sin interrupción para sustentar a toda la humanidad. Mientras dormimos y hacemos nuestra tarea, ella no descansa para proveernos. Ante tal maravilla, nuestra conciencia ecológica debe fortalecerse y movernos hacia el agradecimiento, respeto y reverencia. También debe impulsarnos a cuidar y compartir los recursos con el prójimo. Debemos dar gracias al Padre que provee a sus hijos/as a través de esta asombrosa sinergia.
No hay duda de que mientras seamos buenos/as mayordomos/as e imitemos la generosidad de Jesús y la naturaleza, siempre habrá pan en la mesa de todos/as.
Notas
- Mt 14:19; Mc 6:41; Lc 9:16.
July 25, 2021