Décimo Domingo después de Pentecostés

Sin límite alguno

bread with hand
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July 28, 2024

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Comentario del San Juan 6:1-21



Desde el siglo XIX, el uso de las perspectivas histórico-críticas en el análisis de los textos bíblicos generó, entre otras prácticas, la del estudio descontextualizado de pequeñas porciones o perícopas de un pasaje bajo la suposición de que proceden de fuentes originales distintas. Sin embargo, a partir de la popularización de la obra de Richard Alan Culpepper Anatomy of the Fourth Gospel: A Study in Literary Design, publicada hacia finales del siglo pasado,1 cada vez más autores caen en la cuenta de lo imprescindible que resulta añadir a ese tipo de metodologías el estudio detallado de los textos bíblicos en su forma final, es decir, tal y como se conservan en los manuscritos que preservamos de ellos.

Eso es lo que haremos en este comentario.

La “alimentación de los 5 mil” es el único milagro realizado por Cristo que se relata en los cuatro evangelios,2 y fue considerado desde el siglo XIX hasta mediados del XX como el episodio más importante de la actuación pública de Jesús.3 De acuerdo con el testimonio conjunto de los cuatro evangelistas, este milagro ocurrió en un lugar no demasiado lejano a la ciudad de Betsaida (Lc 9:10; Mc 6:45), ciudad que se menciona siete veces en los evangelios y que ocupa un lugar destacado en el ministerio galileo de Jesús. Según Plinio el Viejo, durante el siglo I d.C. Betsaida era “una de las cuatro hermosas ciudades en el Mar de Galilea.”4 Desgraciadamente, con el paso del tiempo su ubicación se olvidó, pero, gracias a los trabajos arqueológicos de Rami Arav y Richard Freund desde 1987, conocemos la que hoy se considera su localización precisa,5 aunque, por supuesto, nunca faltan las opiniones disidentes.6

De acuerdo con los evangelios, Betsaida era el hogar y/o el lugar de trabajo original de los apóstoles Andrés, Simón (Pedro) y Felipe, así como de los “hijos del trueno” Juan y Jacobo. Era un lugar muy familiar para casi la mitad del círculo más cercano a Jesús y por ello tiene mucho sentido que en este pasaje Jesús pregunte a Felipe dónde comprar pan o que Andrés conozca a un muchacho que tiene con él algo de alimento. Aunado a ello, Clayton Croy ha sugerido recientemente que Felipe y Andrés funcionaban como los traductores al griego de Jesús en sus intercambios con los gentiles, y sabemos que esa zona estaba bastante poblada por gente de habla griega.7 En este sentido, no se debe dejar de notar que ni Andrés ni Simón ni Felipe son nombres hebreos, sino griegos, y lo son tanto que no tienen equivalentes hebreos en el siglo I d.C.8

Si bien la multiplicación milagrosa de los alimentos no resulta ajena a la cultura bíblica (Elías multiplica harina y aceite en 1 Reyes 17:8–16 y Eliseo panes en 2 Reyes 4:42–44), el patrón evidente en estos relatos resulta bastante curioso: entre más alimento se tiene, comen menos personas y sobra menos. Con 7 hogazas de pan y varios peces pequeños—más de dos—comerán cerca de 4 mil hombres y sobrarán 7 cestas de pedazos (Mt 15:32–29; Mc 8:1–10); con 5 hogazas y 2 pececillos comen como 5 mil hombres y sobran 12 cestas; con 20 hogazas comen 100 hombres y sobra una cantidad indeterminada (2 Reyes 4) y con una provisión ilimitada de harina y aceite únicamente comen 3 personas, aparentemente (1 Reyes 17).

En el relato que nos ocupa, la multiplicación de la comida hace decir a la gente: “Verdaderamente éste es el Profeta que había de venir al mundo” (v. 14). Se ha sugerido que se hace referencia a Elías o Eliseo, pero lo más probable es que los comensales tengan en mente a Deuteronomio 18:15: “Un profeta como yo te levantará Jehová, tu Dios, de en medio de ti, de tus hermanos; a él oiréis.” Existe la posibilidad de que estuvieran pensando en una tradición de larga data y que quedó por escrito en el Kohelet Rabbah (I:28), una obra rabínica redactada en el temprano medioevo y que señala que, así como el primer liberador del pueblo de Israel (Moisés) hizo descender el maná desde el cielo, así también lo haría el último liberador (el Mesías): “Como el primer redentor hizo descender el maná, como está dicho: He aquí, haré llover pan del cielo para vosotros (Ex 16:4), así este último Redentor hará descender el maná, como está dicho, que sea como trozos de pan en la tierra (Sal 72:16).”9

Harold Louis Ginsberg mostró a mediados del siglo pasado que este versículo del Libro de los Salmos posee problemas textuales importantes,10 y David Davage realizó a finales del 2021 un magnífico trabajo sobre diversas asociaciones que se han hecho de este salmo a lo largo de la historia con Cristo.11 El Kohelet Rabbah decide interpretar la palabra pissah del versículo 16 (traducida como “puñado” en la versión Reina Valera 1995) como “trozos,” pero la raíz hebraica resulta incierta y, por lo tanto, no posee una traducción segura a lenguas modernas.

Después de la multiplicación, Jesús permanece en tierra durante la noche, pero envía por mar a sus discípulos de regreso a Betsaida (Mc 6:45); sin embargo, alrededor de las 3 de la mañana se percata de que sus discípulos están sufriendo un verdadero tormento (basanizó en el original griego de Mc 6:48), tratando de remar en contra del viento, y decide ir a ayudarles. Cuando se aproxima, Pedro le solicita que ordene que pueda ir hacia él, desciende de la barca y empieza a caminar sobre el mar. Al principio lo consigue, pero frente a las circunstancias llega un momento en que su mente se divide (distazo en el original griego de Mt 14:31) entre dos pensamientos—poder continuar caminando sobre el agua o ya no poder hacerlo—y comienza a hundirse. Debido a esa vacilación mental, Jesús lo impreca con una frase que condensa toda su frustración, y que repetirá, en diversas formas y a distintas personas, a lo largo de todo su ministerio en múltiples ocasiones: “¿Por qué dudaste?” (Mt 14:31). Desde la óptica divina, no existía el menor motivo para ello.

A lo largo de toda la Escritura se insiste constantemente en que la creencia (aman en hebreo / pístis en griego, usualmente traducida como “fe”) de cada persona es la única capacidad humana que garantiza alcanzar aquello que Dios promete. En la historia que nos ocupa, Jesús sana a “todos” los enfermos que están entre el público (Mt 14:14; Lc 9:11), les enseña y los alimenta porque al verlos le duelen las entrañas (splagchnizomai es la palabra que se utiliza en el original griego de Mc 6:34 y que literalmente significa “ser movido en las entrañas”), sufre y se conduele de su situación. En los eventos que el evangelista Juan escoge para relatarnos e intentar convencer a sus lectores de que Jesús es el hijo de Dios, lo muestra continuamente “haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo” (Hechos 10:38), y prometiendo que quien crea en él, en las obras que él hace, “también las hará; y aun mayores hará” (Jn 14:12). A quienes le creen que puede sanarles, les explica: “tú creencia te ha sanado”12 (el término sótéria, traducido usualmente como “salvación,” posee múltiples sentidos en el lenguaje griego del periodo, que van desde “liberación” y “restauración” hasta “sanación” e incluso “victoria”).13,14

Estos dos relatos pueden leerse, como tradicionalmente se hace, exaltando el poder y la benevolencia del salvador para con los pecadores caídos y las personas necesitadas, y viendo en ellos exclusivamente a un Jesús benevolente,15 o se pueden leer según la clara intención que Jesús tuvo mientras se encontraba sobre la tierra: enseñarnos a vencer toda limitación recurriendo al inagotable poder de la creencia que cada persona posee. Por eso Jesús coloca todo el peso de la consecución de los resultados exclusivamente sobre nuestros hombros, y frente a nuestras vacilaciones tiene una única respuesta: “al que cree todo le es posible” (Mc 9:23).

Haríamos bien en mantener siempre presente que la creencia es un estado mental discreto, no continuo: se cree o no se cree; no se va creyendo poco a poco. Poco a poco podremos ir recopilando los datos que, llegado un momento de síntesis prístina, nos permitirán creer, de golpe, en una fracción de segundo, y esa creencia podrá permanecer como una certeza en el centro de nuestra mente, irse desvaneciendo, o cambiar repentinamente a otra creencia, dependiendo de la evaluación crítica que hagamos de los nuevos datos que vamos encontrando. Por eso, creer desde el punto de vista intelectual requiere un trabajo continuo de esfuerzo para evaluar y decidir nuestras convicciones. Requiere esfuerzo para alcanzar una determinación. De ahí que nuestro Señor llegue a decir, en Apocalipsis 3:15–16 “¡Ojalá fueras frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca.” O como acostumbra a decir Montserrat Castellanos, “el cristianismo no es para los pusilánimes.”16


Notas

  1. R. Alan Culpepper, Anatomy of the Fourth Gospel. A Study in Literary Design (Philadelphia: Fortress, 1983).
  2. Mateo 14:13–21; Marcos 6:31–44; Lucas 9:10–17.
  3. Tucker S. Ferda, “Crowds, Bread and Fame: John 6.1-15 and History Revisited.Journal for the Study of the New Testament 42(2):139–161, 2019.
  4. Naturalis Historia 5.15.
  5. Rami Arav y Richard Freund, Bethsaida: A City by the North Shore of the Sea of Galilee. 4 vols. (Kirksville: Truman University Press, 1995–2009).
  6. R. Steven Notley, “Et-Tell Is Not Bethsaida.” Near Eastern Archaeology 70(4):220–230, 2007.
  7. N. Clayton Croy, “Translating for Jesus: Philip and Andrew in John 12:20–22.” Neotestamentica 49(1):145–174, 2015.
  8. Mark Appold, “Jesus’ Bethsaida Disciples: A Study in Johannine Origins,” en Paul N. Anderson, Felix Just y Tom Thatcher (Eds.), John, Jesus, and History, Volume 2: Aspects of Historicity in the Fourth Gospel. Early Christianity and Its Literature 2 (Atlanta: Society of Biblical Literature, 2009), 27–34.
  9. A. Cohen, “Kohelet Rabbah,” en H. Freedman y Maurice Simon (Eds.), Midrash Rabbah. Vol VIII (London: Soncino Press, 1939), 33. Traducción al español por el autor.
  10. H. L. Ginsberg, “Some Emendations in Psalms.” Hebrew Union College Annual 23(1):97–104,1950–1951.
  11. D. Davage, “Paratextual framings of Psalm 72 and the shaping of interpretive possibilities.” Acta Theologica Supp 32:357–379, 2021.
  12. Múltiples versiones contemporáneas, como Dios Habla Hoy o Traducción en Lenguaje Actual ya traducen como “sanación” o “curación” el término sótéria en diversos pasajes, como Marcos 5:34.
  13. Vishwa Adluri, Philosophy and Salvation in Greek Religion (Berlin: De Gruyter, 2013).
  14. Sung Joong Kim, “Salvation as Victory: A Study on Divine Grace and Human Responsibility in Salvation in the Book of Revelation through the Lens of the Conquering Motif” (Tesis de Doctorado, Southern Baptist Theological Seminary, 2023).
  15. Benjamín Marx, “Jesús, el Cristo, como benefactor por excelencia: hacia una Cristología liberadora para la sociedad mesiánica,” Teología y cultura 26(1):38–67, 2024.
  16. Montserrat Castellanos, “Sobre la correcta pronunciación del griego koine.” Conferencia en la Escuela de Alexandría de Bogotá, Colombia, 16 de mayo del 2023, Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=Jn42lBwWckc&t=125s (acceso el 7 de julio del 2024).