Octavo Domingo después de Pentecostés

Desde su capítulo tercero, Marcos nos ha dejado en claro que los discípulos de Jesús han sido elegidos con un propósito particular.

July 22, 2012

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Comentario del San Marcos 6:30-34, 53-56



Desde su capítulo tercero, Marcos nos ha dejado en claro que los discípulos de Jesús han sido elegidos con un propósito particular.

Marcos 3:13-16 lee: “Después subió al monte y llamó a sí a los que él quiso, y vinieron a él. Designó entonces a doce para que estuvieran con él, para enviarlos a predicar y que tuvieran autoridad para sanar enfermedades y para echar fuera demonios.” Marcos revela con estas palabras la similitud que existe entre las practicas ministeriales de Jesús y lo que Jesús espera de cada uno de sus discípulos.

Nótese que las versiones Reina Valera del 1960 y del 1995 (no así la Reina Valera Contemporánea) son las únicas traducciones al Español consultadas por el autor que incluyen entre las encomiendas discipulares la de “sanar enfermedades”. El Nuevo Testamento Interlineal Griego-Español1, no la incluye. En general, de acuerdo con Marcos 3, los verbos que resaltan acciones concretas son pues: predicar y expulsar.

A la altura del capítulo 6, Marcos nos narra el momento del regreso de los apóstoles (enviados, misioneros) luego de su primera experiencia de campo. La descripción de Marcos es emotiva: (v. 30) “y le contaron todo lo que habían hecho y lo que habían enseñado.” La respuesta de Jesús a lo que ha visto y escuchado de sus amigos es una petición para que se retiren y busquen recuperar sus fuerzas. Y en efecto, los doce se retiraron con Jesús en una barca lejos de las multitudes y de los grupos de personas que los buscaban. 

“Se fueron solos en una barca a un lugar desierto” (v. 32), denota el deseo de estar alejados totalmente de las peticiones de las personas. En última instancia es el mismo Jesús quien convoca a esta retirada estratégica. Pero el tiempo de esparcimiento dura poco. En palabras de Jean Delorme: “Parece como si aquí Jesús y sus discípulos se hubieran puesto a jugar al escondite con la gente. Pero en este juego no hay manera de ocultarse. Quieren huir de la gente, pero se ven obligados finalmente a ocuparse de ella: ahí está el nervio del relato.”2

El verso 33 es sumamente dramático al describir la desesperación de las multitudes que avanzan más rápido que la barca para adelantárseles. Marcos lo describe con el verbo gr. synedramon, las gentes “corrieron para juntarse” llegando antes que los discípulos al lugar del desembarco. Otra vez, recogemos las alegaciones de Delorme cuando afirma: “Y ¿qué es lo que esto subraya? Esto: no pueden escaparse de la gente; Jesús y sus discípulos se ven imposibilitados de sustraerse de ella; y cuando la gente está allí, es preciso ocuparse de todos. ¿El descanso? Lo dejarán para otra ocasión.”3

La multiplicación de los panes y los peces es el primer episodio de varios que acontecen hasta el capítulo 8 demostrando así la gran actividad misionera que llevan a cabo Jesús y sus discípulos. Y por lo visto, si este es el inicio, sabemos que lo que acontecerá eventualmente retará las fuerzas emocionales, físicas y espirituales de los discípulos.

Las lecturas asignadas para este día, se extienden en dos secciones y en ambas, los eventos responden a las cualidades de una narrativa de provisión. En las narrativas de provisión observamos a Jesús respondiendo a una situación en la que existe una necesidad apremiante. En contraste con otras narrativas de milagros, en las historias de provisión no hay una solicitud del milagro que lo medie. Los milagros acontecen primordialmente porque Jesús percibe una necesidad y toma la iniciativa para satisfacerla.

No está de más afirmar que cuando presenciamos este momento providencial estamos ante un hecho que trasciende el ámbito inmediato, como lo puede ser el hambre o la enfermedad física. Los milagros apuntan más allá de sí mismos pues son señales de la presencia divina. En contraste con lo que sucede en su patria Nazaret, donde Jesús no puede hacer milagros por la incredulidad de sus habitantes,  los versículos 53 al 56 nos brindan un panorama diametralmente distinto. El milagro sin la fe apunta en la dirección equivocada, echa a perder su significado más providencial: que el Reino de Dios se acerca a los menesterosos, a los pobres, y a los débiles. Así son también estas multitudes anónimas que corren y ansían el toque milagroso de Jesús. Jesús siente una inexplicable atracción por la humanidad rota y desolada.

La mirada compasiva de Jesús es el motor inicial de todo lo que acontece en estas narrativas. Cuando los ve como ovejas que no tienen un pastor, Marcos deja entrever que es la comunidad de fe quien debe llenar este vacío identificado por la desesperada carrera de las multitudes. La ansiedad de la gente es signo de una ausencia más allá del pan o los peces. La gente necesita de alguien que los mire con amor.  Y en esta instancia el amor adquiere a veces la forma de suplir alimentos, en otros de sanidad, o de liberación de la opresión. Un contraste con las versiones de amor que nuestra sociedad contemporánea promueve, donde el yo es primero. Si miramos con serenidad el relato de Marcos, observaremos la trascendencia de los actos inmanentes de amor de Jesús por la gente. Esta trascendencia se encapsula en la acción que resulta de la compasión divina. 

Marcos narra sucintamente que aquel Jesús cansado, se bajó de la barca y en lugar de continuar su marcha o de despedirlos: “comenzó a enseñarles muchas cosas.” Este alto en el tiempo y el descanso, nos recuerda que para Jesús nada es más importante que esto. Esta escena es muy reveladora del carácter de Dios y del modo en que desea relacionarse con su creación. La compasión le sobrecoge. Es como un puente creado entre dos mundos distantes. Como una mesa de café en la que Dios y la humanidad se sientan para conversar. Reconfigura las agendas, renueva las relaciones. Nos transforma y nos envía a transformar el mundo por igual.

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1Francisco Lacueva, El Nuevo Testamento Interlineal Griego-Español (Barcelona: Editorial CLIE, 1984).     
2Jean Delorme, El Evangelio según Marcos (Estella, Navarra: Verbo Divino, 2002).
3Idem.