Cuarto domingo después de Pentecostés

Este domingo la lectura consiste en solo tres versículos, pero antes de hacer un análisis meticuloso, nos sirve recordar dos detalles del evangelio de San Mateo.

Matthew 10:42
"[W]hoever gives even a cup of cold water ... will [not] lose their reward." Photo by mrjn Photography on Unsplash; licensed under CC0.

June 28, 2020

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Comentario del San Mateo 10:40-42



Este domingo la lectura consiste en solo tres versículos, pero antes de hacer un análisis meticuloso, nos sirve recordar dos detalles del evangelio de San Mateo.

Primero, es un evangelio dirigido originalmente a una comunidad de creyentes judíos. Frances Taylor Gench, mi primera profesora de Nuevo Testamento, siempre nos preguntaba: “¿puedes oír esa música veterotestamentaria?” Es decir que San Mateo, desde las primeras palabras hasta las últimas, rebosa de citas y alusiones a las tradiciones escriturales de Israel. En San Mateo, Jesús dice,

No penséis que he venido a abolir la Ley o los Profetas; no he venido a abolir, sino a cumplir, porque de cierto os digo que antes que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la Ley, hasta que todo se haya cumplido (5:17-18).

Segundo, debemos recordar el contexto literario de esta lectura tan breve. El evangelio de San Mateo está organizado en cinco discursos: el “Sermón en el monte” (5:1-7:29); el “Discurso misionero” (10:1-42); “Las parábolas del reino” (13:1-52); el “Discurso sobre la iglesia” (18:1-35); y el “Discurso escatológico” (23:1–25:46).

En el capítulo 10 de San Mateo, encontramos el tercer discurso de Jesús, el llamado “Discurso misionero.” Es una colección de enseñanzas en forma de proverbios y así parece una obra de sabiduría judía como el libro de los Proverbios en el Antiguo Testamento. La sabiduría suele incluir dichos y advertencias prácticas que tratan de la forma de vida que Dios quiere para su gente. Así es aquí en el capítulo 10, San Mateo nos presenta a Jesús como el maestro sabio que instruye a sus discípulos en la forma de vida que él exige de quienes él envía en su nombre.

Es característico de la sabiduría que los proverbios o dichos tengan integridad y puedan funcionar solos, aunque se recojan en una colección según varios temas. Los tres versículos de hoy forman la conclusión del discurso y, aun sin ser considerados en su contexto, comunican tantas verdades que no es difícil considerarlos en profundidad. Debemos leerlos lentamente, versículo por versículo, frase por frase, palabra por palabra.

El que a vosotros recibe, a mí me recibe.

Y el que me recibe a mí, recibe al que me envió (v. 40).

Hay una simetría entre recibir a un mensajero y recibir a la persona que lo envía. En culturas que valúan mucho la hospitalidad, recibir a un viajero es un honor. En el caso de un maestro itinerante, como un discípulo misionero, equivale a aceptar sus enseñanzas. Jesús mismo es el mensaje que llevan los discípulos. Aceptarlos a ellos es igual que aceptar a Jesús. Por lo tanto, aceptar a Jesús es igual que aceptar a Dios de quien él procede.

El que recibe a un profeta por cuanto es profeta,

recompensa de profeta recibirá (v. 41a).

Este versículo mantiene el tema de recibir, pero el objeto cambia a “un profeta” y ahora Jesús habla de “recompensa.” Dos detalles se destacan y establecen conexiones con los contextos de San Mateo. Los dos tienen que ver con las tradiciones de Israel. El primero es el motivo de “recibir a un profeta.” Luego, en el “Discurso escatológico,” Jesús acusa a los antepasados que mataron a los profetas y predice que otros líderes actuales van a perseguir a profetas de nuevo (23:28-34). Lamenta y condena a

¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, pero no quisiste! (23:37).

El segundo detalle, que contrasta con el primero, es la frase “recompensa de profeta.” Evoca dos tradiciones de Israel en que alguien—una viuda—sí recibe a un profeta y por eso merece el favor de Dios (1 Reyes 17:8-16 y 2 Reyes 4:1-7). ¡Puede ser que la opción que uno tome con respecto a los mensajeros de Jesús sea el criterio con que seremos juzgados/as!

Y el que recibe a un justo por cuanto es justo,

recompensa de justo recibirá (v. 41b).

 

Hay un paralelismo entre las dos partes del versículo 41. Quienes reciben a los discípulos son “justos.” Aquí encontramos otro tema judío característico de San Mateo. Formas de la palabra ocurren más de veinte veces en este evangelio y se refieren al estado de estar en la relación apropiada con Dios y su Ley. Es un sentido que se pierde—o al menos se confunde—en las versiones que traducen la palabra del original griego inconsistentemente con “recto” y “rectitud.”

Y cualquiera que dé a uno de estos pequeñitos un vaso de agua fría solamente,

por cuanto es discípulo, de cierto os digo que no perderá su recompensa (v. 42).

 

Fuera de este versículo, la frase exacta “estos pequeñitos” ocurre solamente en San Marcos 9:42 y el paralelo de San Mateo:

A cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgara al cuello una piedra de molino de asno y que se le hundiera en lo profundo del mar (18:6).

Por un lado, en el contexto del discurso, se refiere a los discípulos. Por otro lado, por el detalle de dar agua a un sediento, hay una clara conexión con San Mateo 25: se trata de personas necesitadas y vulnerables. La recompensa de Dios para cada uno será a la medida de su respuesta a las necesidades de los discípulos en sus caminos.

Reflexiones homiléticas

El primer día de junio de este año, en medio de las protestas que estallaron como resultado del asesinato de George Floyd, el presidente de los Estados Unidos quería posar para una foto enfrente de la Iglesia Episcopal de San Juan en Washington, D.C. Por eso ordenó el uso de gases lacrimógenos y balas de goma para dispersar a una multitud que allí se estaba manifestando. Entre quienes fueron brutalmente atacados estaban el clero y el personal de la iglesia, que estaban en ese lugar distribuyendo agua y alimentos a manifestantes pacíficos/as. “Y cualquiera que dé a uno de estos pequeñitos un vaso de agua fría solamente, por cuanto es discípulo, de cierto os digo que no perderá su recompensa” (v. 42).

Vivimos en tiempos turbulentos. Circunstancias históricas han delatado desigualdades e injusticias frente a las que, gracias a la tecnología y medios sociales, ya no podemos cerrar los ojos. Hace unos setenta años, el Reverendo Dr. Martin Luther King, Jr., dijo que “llega un momento en que el silencio es traición.” Hablaba de la “gente buena” que estaba de acuerdo con su mensaje, pero no quería meterse en la lucha. Muchos le dijeron que debía tener más paciencia en su trabajo. Nosotros/as tenemos que hacer algo. Publicar un meme en Facebook o usar un hashtag realmente no significa mucho. Vamos a encontrar “mensajeros” que trabajan por la justicia y no es suficiente que estemos de acuerdo con su mensaje. Tenemos que ponernos a su disposición para servirlos. Si queremos ser relevantes, debemos organizar y movilizar a la iglesia y a sus ministerios para responder a “los profetas,” “los justos,” y “los pequeñitos” en nuestros contextos. ¿Quiénes son? ¿Cómo los podemos recibir?